He recibido trescientas monedas de parte de la esposa de Abutsu-bo. Ya que ambas tienen el mismo corazón, pídanle a alguien que les lea esta carta y escúchenla juntas.
También he recibido la túnica sin forrar que usted me envió desde la lejana provincia de Sado hasta lo recóndito de estas montañas, en la aldea de Hakiri, provincia de Kai. El capítulo «Maestro de la Ley», en el cuarto volumen del Sutra del loto, afirma: «Si alguien busca el Camino del Buda y por el término de un kalpa [une las palmas de las manos en mi presencia y recita incontables versos de alabanza, esas loas al Buda le valdrán beneficios incalculables]. Y si uno alaba y ensalza al que practica este sutra, su buena fortuna será mayor aún». Este pasaje significa que el beneficio derivado de realizar ofrendas a un devoto del Sutra del loto en la corrupta época del Último Día de la Ley supera el de hacer sinceras ofrendas a un buda como Shakyamuni, con la palabra, el pensamiento y la acción, por el término de un kalpa mediano. Jamás dude de esto, por imposible que le parezca, ya que son palabras de oro del Buda.
Además, un hombre conocido como el gran maestro Miao-lo explicó claramente este pasaje del sutra diciendo: «A los que molesten y acosen [a los practicantes del Sutra del loto] la cabeza se les partirá en siete pedazos, pero aquellos que les den ofrendas gozarán de una buena fortuna superior a los diez títulos honoríficos».1 En otras palabras, los beneficios de realizar ofrendas a un devoto del Sutra del loto en el Último Día superan incluso los de ofrendar a El Que Así Llega dotado de los diez títulos honoríficos, pero a aquellos que persigan a un devoto del Sutra del loto en la época impura, la cabeza se les partirá en siete pedazos.
Yo, Nichiren, soy el hombre más perverso del Japón, y el motivo es el siguiente. No entraré a considerar los siete reinados de deidades celestiales; por su parte, los cinco reinados de deidades terrenales exceden mi comprensión. Pero durante los noventa reinados humanos que hubo desde el primer emperador Jimmu hasta la actualidad, o durante los más de setecientos años transcurridos desde el reinado del emperador Kimmei, ninguna otra persona ha sido tan absolutamente odiada por la población como yo, Nichiren, ni por motivos seculares ni por cuestiones budistas. Moriya incendió templos y pagodas, y el sacerdote laico Kiyomori mandó destruir los templos Todai-ji y Kofuku-ji,2 pero no fueron odiados por los integrantes de sus clanes. Masakado y Sadato3 se rebelaron contra la Corte Imperial, y el gran maestro Dengyo fue detestado por p.625los sacerdotes de los siete templos principales de Nara; pero, aun así, no fueron aborrecidos por los sacerdotes, monjas, laicos y laicas de todo el Japón. Sin embargo, en mi caso, los padres, hijos, maestros y sacerdotes —todos, desde el gobernante hasta los súbditos— me atormentaron como si fuera enemigo de sus padres o, peor aun, como si fuera un sedicioso o un ladrón.
Así pues, en ocasiones fui vilipendiado por centenares de personas; otras veces, acosado por miles, sufrí ataques con palos y espadas. Fui expulsado de mi morada y desterrado de mi provincia; finalmente, dos veces provoqué la ira de las autoridades del país y padecí el exilio; primero, a la provincia de Izu, y luego, a la isla de Sado. Y cuando me deportaron a Sado, en el mar septentrional, sin provisiones con que alimentarme ni ropas con que cubrirme el cuerpo —ni siquiera prendas hechas con los zarcillos de las glicinas—, los sacerdotes y creyentes laicos de esa provincia me odiaron incluso más que los hombres y mujeres de la provincia de Sagami.4 Abandonado en un páramo yermo y expuesto a la nieve, me mantuve con vida mordisqueando hierba.
Comprendí por propia experiencia lo que debió de haber sufrido Su Wu, que sobrevivió diecinueve años comiendo nieve en las tierras bárbaras del norte, o Li Ling, que vivió seis años encerrado en una cueva rocosa frente al mar septentrional. Pero nada de esto ocurrió porque yo hubiese cometido alguna falta, sino por mi único deseo de salvar al Japón.
No obstante, mientras estuve viviendo allí, usted y su esposo, el sacerdote laico de Ko, temerosos de la mirada de los demás, me llevaron alimentos en medio de la noche. Se mostraron dispuestos a sacrificarse por mí, sin temer siquiera al castigo de los funcionarios provinciales. Por todo esto, aunque [Sado] era una tierra hostil, cuando me marché sentí como si alguien me retuviera jalándome del cabello ya rasurado, o como si cada paso que diera hacia delante me empujara hacia atrás.
Justo cuando me preguntaba a qué clase de lazos kármicos podía deberse esto, y cuando menos lo esperaba, usted envió a su preciado esposo en calidad de mensajero. ¿Será un sueño o una ilusión? Aunque no haya podido verla [en persona], estoy seguro de que su corazón está aquí. Si siente que me echa de menos, siempre mire en dirección al sol que se eleva [por la mañana] y a la luna que sale por la noche. A cualquier hora, me verá reflejado en el sol y en la luna. Y en la próxima vida, encontrémonos en la tierra pura del Pico del Águila.
Nam-myoho-renge-kyo.
Nichiren
En el decimosexto día del sexto mes.
A la monja laica de Ko, en la provincia de Sado
Antecedentes
Esta carta fue escrita en Minobu el sexto mes del primer año de Kenji (1275), y enviada a una monja laica que vivía en una aldea donde estaba la sede del gobierno provincial de la isla de Sado. «Ko» significa «destacamento provincial». De ahí el nombre «monja laica de Ko». Mientras duró su exilio en Sado, la monja laica y su esposo, conocido como el sacerdote laico de Ko, se convirtieron a las enseñanzas del Daishonin, le hicieron llegar ofrendas y lo protegieron. Luego, cuando el Daishonin fue perdonado y se marchó de Sado, el sacerdote laico de Ko, al igual que Abutsu-bo, realizó el extenso viaje hasta Minobu para visitarlo.
p.626Notas
1. Reformulación de un pasaje de Comentario sobre «Profundo significado del “Sutra del loto”». Los diez títulos honoríficos son los diez apelativos de un Buda, que expresan su poder, sabiduría, virtud y amor compasivo.
2. «Moriya» es Mononobe no Moriya (m. 587), poderoso ministro que se opuso al budismo cuando este comenzó a difundirse en el país. «Kiyomori» es Taira no Kiyomori (1118-1181), guerrero y líder del clan Heike. En 1177, descubrió un complot contra el clan Heike en Nara y mandó a Taira no Shigehira a arrasar los templos Todai-ji y Kofuku-ji como castigo, porque estos habían apoyado a los conspiradores.
3. «Masakado» es Taira no Masakado (m. 940), guerrero que ejerció su autoridad en la zona oriental del Japón; «Sadato» es Abe no Sadato (1019-1062), jefe de una poderosa familia del área oriental del Japón. Ambos fueron asesinados en un combate armado contra las fuerzas imperiales.
4. Provincia donde se situaba Kamakura, sede del gobierno militar.