En la declaración que envió para el servicio recordatorio, manifiesta que ha leído y recitado una vez, en forma completa, el Sutra del loto de la Ley prodigiosa; que ha recitado treinta veces los capítulos «Medios hábiles» y «Duración de la vida»; que ha entonado trescientas veces la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» y que ha entonado cincuenta mil veces el daimoku de Myoho-renge-kyo. En ese mismo documento, recuerda con gratitud la visita que usted, mi discípula, me hizo cuando su padre aún vivía, recorriendo mil ris a través de montañas y ríos [hasta este lugar distante] para recibir de mí, en persona, el daimoku de la Ley Mística; y también recuerda cómo, antes de que pasaran siquiera treinta días, la vida de su padre llegó a su fin. Según me cuenta, cree que aunque él sólo sea, ¡ay!, una blanca osamenta en el jardín del rocío1 de Jambudvipa, aunque se haya convertido en polvo y tierra, su difunto espíritu con seguridad brotará como una flor de iluminación en la tierra del Pico del Águila.
Su declaración está firmada: «Respetuosamente suya, su discípula del clan Onakatomi, en el tercer año de la era Koan (1280)».
Si analizamos la cuestión, vemos que, aunque en la India el Sutra del loto de la Ley prodigiosa —el vehículo único— es tan voluminoso que podría cubrir una ciudad entera de un yojana cuadrado de superficie, la versión transmitida al Japón consta sólo de ocho volúmenes. En el pasado, hubo muchos que oraron para recibir beneficios en la existencia presente o futura, y lograron sus deseos recitando o alabando esos ocho volúmenes, o bien un único volumen, o sólo los capítulos «Medios hábiles» y «Duración de la vida», o apenas la parte en verso del capítulo «Duración de la vida». No me explayaré aquí sobre estos ejemplos.
En su declaración, usted me informa que ha recitado cincuenta mil veces el daimoku de Myoho-renge-kyo. Al respecto, he tratado de pensar en ejemplos anteriores de una práctica así, pero al parecer, no hay muchos. Quizá algunos hayan obtenido beneficios entonando este daimoku una o dos veces, pero nunca, que yo sepa, ha habido alguien que lo haya repetido cincuenta mil veces.
Todos los fenómenos poseen un nombre, y el nombre, en cada caso, indica la virtud o propiedad particular que ese ser tiene en forma inherente. Por ejemplo, el hombre que ha pasado a la historia como el «general Tigre de Piedra» se p.1108llamó así porque fue capaz de hundir una flecha en una piedra con forma de tigre. Y el ministro Clavado en el Blanco2 recibió ese nombre porque pudo atravesar con su flecha un blanco hecho de hierro. En ambos casos, el nombre alude a sus cualidades.
En el caso del Sutra del loto de la Ley prodigiosa, todas las virtudes y los beneficios de sus ocho volúmenes y veintiocho capítulos están contenidos, íntegramente, en los cinco caracteres que forman su título; por ejemplo, es como la gema que concede los deseos, que contiene en su interior diez mil joyas diferentes. A esto se refiere la doctrina de los tres mil aspectos contenidos en una sola partícula de polvo.
La palabra «namu» expresa sentimientos de reverencia y de aceptación. Por lo tanto, el honorable Ananda agregó «namu» adelante de los dos caracteres que denotan «esto» [en la expresión «Esto es lo que escuché»], que escribió al comienzo de todos los sutras. El gran maestro Nan-yüeh empleó la frase Nam-myoho-renge-kyo, y el gran maestro T’ien-t’ai, las palabras Keishu-Nam-myoho-renge-kyo.3
El honorable Ananda fue hijo del rey Dronodana y discípulo del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas. A los sesenta días de la muerte de Shakyamuni, para lamentar su fallecimiento, se reunieron en el Gran Salón de Disertaciones Mahakashyapa y mil discípulos más, junto a Manjushri y a los ochenta mil bodhisattvas. Y discurrieron de este modo:
«Apenas han pasado sesenta días, e incluso nosotros, que asistimos al Buda durante tantos años, lamentamos habernos separado de él. ¿Qué sucederá con las personas que vivan dentro de cien años, de mil años o aun en el Último Día de la Ley? ¿De qué medios se valdrán para rendir tributo a su memoria?
»Los seis maestros de las doctrinas no budistas preservan los cuatro Vedas y las dieciocho escrituras principales que, hace ochocientos años, predicaron y legaron las dos deidades y los tres ascetas,4 para que las palabras de sus maestros puedan ser transmitidas a la posteridad. Del mismo modo, ¿no deberíamos nosotros registrar por escrito las muchas enseñanzas que, durante cincuenta años, escuchamos predicar al Buda en bien de los discípulos que escuchaban la voz y de los grandes bodhisattvas, para que, en el futuro, puedan ser un ojo que beneficie al pueblo?».
Habiendo llegado a este acuerdo, invitaron al honorable Ananda a ocupar el sitial más alto y lo contemplaron con reverencia, como habrían hecho ante el Buda, mientras ellos mismos se sentaban en los asientos inferiores. Luego, el bodhisattva Manjushri recitó las palabras Nam-myoho-renge-kyo, y el honorable Ananda, en respuesta, replicó: «Esto es lo que escuché». A continuación, los otros novecientos noventa y nueve grandes arhats mojaron sus pinceles en tinta y escribieron las palabras que allí se dijeron.
El bodhisattva Manjushri recitó esos cinco caracteres, precisamente, porque en ellos están contenidos todos los beneficios representados por los ocho volúmenes y los veintiocho capítulos del Sutra del loto. El honorable Ananda respondió diciendo: «¡Sí, por cierto!».
Y los doce mil practicantes que escuchaban la voz, los ochenta mil grandes bodhisattvas y todos los demás oyentes de los dos mundos y los ocho grupos5 expresaron su consentimiento, porque ello coincidía con lo que habían escuchado antes.
El venerable que conocemos como el gran maestro T’ien-t’ai Chih-che escribió sobre los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo en los diez volúmenes y las mil p.1109páginas de su obra Profundo significado del «Sutra del loto». La tesis de su trabajo es que los ochenta, sesenta o cuarenta volúmenes del Sutra de la guirnalda de flores, los varios cientos de volúmenes de los Sutras agama, los innumerables tomos del Sutra correcto e igual de la gran compilación, los cuarenta o seiscientos volúmenes del Sutra de la sabiduría mayor, los cuarenta o treinta y seis volúmenes del Sutra del nirvana, y la infinidad de escrituras que han existido en la India, en los palacios de los reyes dragones, en los cielos y en los mundos de las diez direcciones, numerosas como las partículas de polvo de la tierra, son servidores y vasallos del solo ideograma kyo, o ‘sutra’, de Myoho-renge-kyo.
Además, el gran maestro Miao-lo escribió una obra en diez volúmenes titulada Comentario sobre «Profundo significado del “Sutra del loto”», donde declaró que todos los sutras que habían ingresado en la China después de la época de T’ien-t’ai, aun aquellos conocidos como «nuevas traducciones»,6 eran todos servidores y vasallos del Sutra del loto. En este mismo tenor, el gran maestro Dengyo estableció en el Japón que el Sutra Mahavairochana y todos los otros textos de la escuela Palabra Verdadera, incluidos en las nuevas traducciones, eran servidores y vasallos del Sutra del loto. Sin embargo, Kobo, Jikaku, Chisho y otros manifestaron opiniones tan discrepantes de esta enseñanza, como el fuego es distinto del agua. Algunos párrafos más adelante resumiré sus opiniones.
A modo de ejemplo, en los tres caracteres que forman las palabras «país del Japón» está contenido todo lo que existe en su territorio, sin una sola excepción, desde las cinco regiones que rodean la capital y las siete zonas fronterizas hasta las sesenta y seis provincias y las dos islas, incluidos todos los distritos, comarcas, aldeas, campos, parcelas, personas, vacas y caballos, el oro, la plata y los demás bienes.
El ideograma «rey»7 se escribe con tres líneas horizontales y una vertical. Las primeras representan el cielo, la tierra y la humanidad; el trazo vertical representa al soberano. Al igual que el monte Sumeru, imperturbable e imponente en toda su estatura sobre la tierra, se denomina «rey» a aquel cuya presencia se impone en el ámbito de los cielos, la tierra y la humanidad, y jamás da muestras de perturbación.
En todos los casos, hay dos clases de gobernantes. Una está formada por los monarcas insignificantes, entre los cuales podríamos incluir a los soberanos menores del reino humano y del reino celestial. La segunda clase está integrada por los grandes gobernantes; entre ellos, el gran rey celestial Brahma. En el caso del Japón, el soberano de todo el país podría ser visto como un gran gobernante, mientras que las autoridades de las diversas provincias serían gobernantes menores.
Del mismo modo, serían gobernantes menores las enseñanzas de los períodos Guirnalda de Flores, Agama, Correcto e Igual y de la Sabiduría; el Sutra Mahavairochana; el Sutra del nirvana y todos los demás sutras predicados antes que el Sutra del loto, en forma simultánea o con posterioridad. Todos estos sutras son como los gobernadores de las distintas provincias del Japón.
Por el contrario, el Sutra del loto es como un gran soberano, como un Hijo de los Cielos. Por consiguiente, los practicantes de las escuelas Guirnalda de Flores, Palabra Verdadera y otras son como los súbditos y seguidores del soberano de la nación. Pero cuando la plebe de las diversas provincias intenta despojar de su virtud al Hijo de los Cielos, es como si lo inferior quisiera destronar a lo elevado, como si los hombres se volviesen contra p.1110sus superiores e hicieran caso a los que están por debajo; o como si los de baja posición derrocaran a los de clase alta y provocaran subversión y disturbios.
Por mucho que uno ansíe imponer el orden en tales circunstancias sociales, inevitablemente reinará la confusión en el Estado y caerán en la ruina las personas involucradas. Más sencillo sería tratar de mover las raíces de un árbol sin que se agitaran las ramas y las hojas, o creer que un barco atravesará con serenidad el violento oleaje de un mar borrascoso.
Aunque los sacerdotes de las escuelas Guirnalda de Flores, Palabra Verdadera y Nembutsu, de Preceptos y del Zen declaren poseer gran sabiduría y eminencia, digan observar en forma rigurosa los preceptos y conducirse con honestidad, su posición es la de aquellos que nacen en familias inferiores empeñadas en derrocar a sus superiores; en tal sentido, son archienemigos del Sutra del loto. ¿Cómo esperan no caer en la gran ciudadela del infierno Avichi? De los numerosos adeptos que siguieron las noventa y cinco escuelas no budistas,8 sin duda muchos se destacaron por su sinceridad y sabiduría; aun así, no pudieron evitar renacer en los malos caminos, porque depositaron su fe en las doctrinas erróneas transmitidas por las dos deidades y los tres ascetas.
Así y todo, en la época actual, los que invocan Namu-Amida-butsu se burlan de los que recitan Nam-myoho-renge-kyo o tratan de engañarlos. Si recurriésemos a una comparación secular, sería como si al mijo le disgustara el arroz, o como si un terrateniente rechazara sus propios campos. Actúan como malhechores que, ante la ausencia de las autoridades militares, creen que no serán castigados por sus fechorías nocturnas o por sus atracos; o como topos que andan por la superficie antes del amanecer creyéndose a salvo, como si estuvieran bajo tierra. Pero cuando aparece Nam-myoho-renge-kyo —que es como la autoridad militar o como el Sol— desaparecen al instante, como el fuego bajo el agua, o retroceden asustados como monos frente a una jauría. Hoy, cuando los practicantes de Namu-Amida-butsu oyen nuestras voces que recitan Nam-myoho-renge-kyo, pierden la cordura y echan a temblar como posesos, con el rostro demudado y la mirada extraviada de furia.
El gran maestro Dengyo dijo que, ante la presencia del sol, las estrellas se desvanecen, y ante el despliegue del talento verdadero, la torpeza se vuelve evidente.9 El bodhisattva Nagarjuna afirmó que las palabras erróneas eran fáciles de refutar y que las opiniones equivocadas eran difíciles de sostener.10 El bodhisattva Gunamati dijo: «Su rostro tenía el color de la muerte y del duelo, y en sus palabras se percibía el tono de la congoja y del resentimiento».11 Y Fa-sui afirmó: «Los viejos tigres de la argumentación hoy son los ciervos de la conformidad».12 Habría que ponderar estas opiniones y discernir su intención...
¡Expliquemos abierta y claramente las virtudes de Myoho-renge-kyo! Así como las sustancias tóxicas pueden adquirir propiedades medicinales, estos cinco caracteres de Myoho-renge-kyo transforman el mal en bien. El Manantial de las Joyas recibe este nombre porque las piedras sumergidas en sus aguas se convierten en gemas.13 De la misma manera, estos cinco caracteres permiten que los seres humanos lleguen a ser budas. Ya que su amado padre entonó Nam-myoho-renge-kyo durante su existencia, fue una persona que logró la Budeidad con su propia forma física, del mismo modo en que las piedras se convierten en joyas.
Así pues, las acciones que usted emprendió son la muestra más sublime de devoción y de amor filial. Dice el Sutra del loto: «Estos dos hijos míos han llevado p.1111a cabo la tarea del Buda» y «Estos dos hijos míos han sido mis buenos amigos».14
Hace mucho tiempo, vivió un gran rey llamado Rinda. Siempre y cuando escuchara el relincho de los caballos blancos, el Rey podía conservar la tez lozana, mantener su fuerza y vigor, y vivir satisfecho incluso sin ingerir alimentos. Hasta sus enemigos de países vecinos se quitaban los yelmos y unían las palmas de las manos en señal de admiración.
Pero los caballos blancos relinchaban sólo cuando veían a su alrededor cisnes blancos. Y sucedió que, tal vez por cometer el Rey algún error en su gobierno o por su mal karma del pasado, todos los cisnes blancos desaparecieron del reino. No quedó ni uno sólo, y fue así como los caballos dejaron de relinchar. Y cuando los relinchos cesaron, el rostro del soberano perdió lozanía, sus fuerzas decayeron, su cuerpo se volvió enjuto y macilento, y sus medidas de gobierno comenzaron a ser banales e ineficaces.
Pronto la nación cayó en el caos. El Rey, preocupado por la posibilidad de que otras naciones invadieran el país, publicó la siguiente proclama: «En nuestra nación, hay muchos que siguen enseñanzas no budistas; todos ellos cuentan con nuestro patrocinio y apoyo. Lo mismo sucede con los que practican enseñanzas budistas. Pero los no budistas y los budistas disputan entre sí. Ahora bien: cualquiera de los dos grupos que logre hacer relinchar a los caballos conseguirá que sus enseñanzas se conviertan en objeto de nuestra fe, en tanto que las otras serán desterradas de la nación».
De inmediato, todos los líderes no budistas se reunieron e hicieron lo posible para que regresaran los cisnes blancos y los corceles relincharan otra vez; pero no apareció una sola ave. Aunque en el pasado esos líderes religiosos habían sido capaces de formar nubes y de atraer la bruma, de levantar vientos y agitar los mares, de emanar fuego o agua de su cuerpo, de convertir hombres en caballos o caballos en hombres, y de hacer lo que se les antojara, por alguna razón, esa vez, no pudieron lograr que los cisnes volvieran.
En ese momento, un discípulo del Buda conocido como el bodhisattva Ashvaghosha o Relincho de Caballo oró a los budas de las diez direcciones; en respuesta, los cisnes blancos acudieron de inmediato, y los caballos blancos pudieron nuevamente relinchar. En cuanto el Rey los oyó, comenzó a dar señales de mejoría; recobró las fuerzas, el color y la frescura de la piel. Siguieron llegando más y más cisnes blancos, hasta que se reunieron mil, y entonces mil caballos relincharon al unísono, como cantan los gallos a la madrugada. Cuando el soberano escuchó ese sonido, su rostro se volvió brillante como el sol; su piel, tersa como la luna; y su fuerza, poderosa como la del dios Narayana, y sus medidas de gobierno tuvieron la misma sagacidad del dios Brahma.
Pero entonces, ya que las sublimes palabras del Rey eran irreversibles como el paso del sudor a través del cuerpo, todos los templos de las figuras no budistas tuvieron que convertirse en templos budistas.
El Japón de hoy tiene mucho en común con la historia del rey Rinda. Este país comenzó con la era de los dioses. Sin embargo, las concepciones de la gente se fueron desviando más y más con la proximidad de la última época, a medida que iban cobrando fuerza la codicia, el odio y la estupidez. El entendimiento de las deidades se hizo superficial, estas perdieron poder y hallaron cada vez más dificultad para proteger incluso a sus devotos.
Paralelamente, las enseñanzas de la gran doctrina budista fueron introducidas en el país, donde se fueron p.1112propagando en forma gradual. La gente volvió a tener una actitud honesta y franca, y las deidades recuperaron su poder y autoridad. Pero luego, en relación con las creencias budistas, comenzaron a surgir ideas erróneas, que pusieron el país en posición de peligro.
El gran maestro Dengyo viajó a la China e investigó todas las enseñanzas sagradas del Japón, la China y la India. Descartó las inferiores y seleccionó las más sabias, y en su examen imparcial no se inclinó en favor o en contra de ninguna. Por fin, destacó el Sutra del loto y otros dos sutras,15 y concluyó que esas tres enseñanzas eran las que asegurarían la protección de la nación.
Sin embargo, otros venerables, como los grandes maestros Kobo, Jikaku y Chisho, alegando que basaban sus ideas en enseñanzas de la China o de la India, osaron rebajar el Sutra del loto a segundo o tercer lugar frente a la totalidad de los sutras y declararon que consistía en «teorías pueriles»,16 o aseveraron que pertenecía a «la región de la oscuridad».17 En lugar del Sutra del loto, asignaron el puesto de honor supremo a los tres sutras18 que forman las enseñanzas de Palabra Verdadera.
A medida que esas doctrinas equivocadas se propagaron en todo el país, se hizo característico de la época que los inferiores derrocaran a los superiores. Por ello, muchas personas cayeron en los malos caminos, y las deidades perdieron poco a poco su autoridad; así pues, una vez más, hallan dificultad incluso para proteger a sus propios devotos. Como resultado, hoy vemos que los cinco soberanos19 de la nación —desde el octogésimo primero hasta el octogésimo quinto— han muerto ahogados en el océano occidental o han sido abandonados en islas de los cuatro mares. En vida, fueron tratados como demonios, y después de la muerte, han tenido que caer en el infierno del sufrimiento incesante.
Sin embargo, al no haber nadie que comprendiera la situación, fue imposible ponerle remedio. Por mi parte, tengo conciencia general de estas cuestiones; por eso, intento retribuir la deuda de gratitud que he contraído con mi país [diciendo la verdad], pero la gente me odia por eso.
No agregaré nada más sobre esta cuestión. Lo que quiero decirle, en cambio, es que su amado padre es como el rey Rinda, y usted, como el bodhisattva Ashvaghosha. Los cisnes blancos son el Sutra del loto, los caballos blancos son Nichiren, y el relincho de los caballos blancos es el sonido de Nam-myoho-renge-kyo. Así como el rey Rinda cobraba fuerzas y su rostro se encendía al escuchar el relincho de los corceles, también su amado padre fallecido se deleitará en la Budeidad cuando escuche la voz de su hija entonar Nam-myoho-renge-kyo.
Nichiren
En el decimocuarto día del octavo mes, tercer año de Koan (1280).
Respuesta a la dama de Utsubusa
Antecedentes
Esta carta fue enviada desde Minobu a una seguidora conocida sólo como «la dama de Utsubusa», que vivía en la localidad homónima del distrito de Ihara, provincia de Suruga. El Daishonin le escribe en respuesta a las ofrendas enviadas por la mujer y a la declaración que esta había adjuntado cuando le solicitó que realizara una ceremonia conmemorativa el centésimo día del fallecimiento de su padre. Es probable que haya sido una creyente de recursos, a juzgar por su ofrenda de diez mil p.1113monedas —que representaba una suma considerable— y por el contenido de su declaración personal.
Al comienzo de la carta, el Daishonin comenta la declaración recibida de su discípula, donde ella afirma que ha recitado el Sutra del loto y ha entonado el daimoku cincuenta mil veces por su padre fallecido. El Daishonin destaca su dedicación y explica que todos los beneficios del Sutra del loto están contenidos en el daimoku; es decir, en su título. Luego señala los errores de aquellos que depositan su fe en otros sutras y afirma que dichas enseñanzas no son más que «servidores y vasallos» del Sutra del loto. Le asegura a esta creyente que, como el padre de ella entonaba Nam-myoho-renge-kyo, con toda certeza logró la Budeidad durante su existencia.
Luego, relata la historia del rey Rinda, un soberano que se mantenía fuerte, lúcido y saludable oyendo el relincho de caballos blancos. Estos, a su vez, relinchaban cuando tenían a su alrededor cisnes blancos. Por eso, esta carta se conoce con el título de Caballos blancos y cisnes blancos. Aquí el Daishonin compara los caballos blancos con su propia persona, y el relincho, con el sonido de las voces que entonan Nam-myoho-renge-kyo. Y dice a la dama de Utsubusa que, cuando ella entone Nam-myoho-renge-kyo, su difunto padre se deleitará en su Budeidad.
Notas
1. «Jardín del rocío» es una expresión metafórica que implica que todo lo que existe en el continente de Jambudvipa (es decir, el mundo entero) es tan fugaz como el rocío de un jardín, que se desvanece rápidamente bajo la luz matinal.
2. Ikuwa no Toda no Sukune, oficial de la Corte japonesa que vivió en el siglo iv. En Crónicas del Japón, se narra que atravesó un escudo de hierro con una flecha.
3. Devoción y reverencia a Nam-myoho-renge-kyo. «Keishu» significa «postrarse en actitud reverente».
4. «Dos deidades», en este caso, se refiere a las divinidades brahmánicas Shiva y Vishnu; «tres ascetas», a Kapila, Uluka y Rishabha. Véase «tres ascetas» en el Glosario.
5. Los «oyentes de los dos mundos y de los ocho grupos» son seres que se dieron cita en la ceremonia donde se predicó el Sutra del loto. Los dos mundos –el del deseo y el de la forma– integran la trilogía conocida como «tres mundos». El término «ocho grupos» indica los dioses del mundo del deseo, los del mundo de la forma, los reyes dragones y sus seguidores, los reyes kimnaras y sus seguidores, los reyes gandharvas y sus seguidores, los reyes asuras y sus seguidores, y el rey del reino humano (Ajatashatru) y sus seguidores.
6. Traducciones chinas de las escrituras indias realizadas por Hsüan-tsang (602-664) o con posterioridad a él. Las que se llevaron a cabo antes de Hsüan-tsang se denominan «traducciones antiguas».
7. El carácter chino con que se escribe «rey», al que se refiere el Daishonin en este párrafo, se escribe 王.
8. Se cree que estas escuelas existieron en la época de Shakyamuni, pero se desconocen sus nombres y doctrinas.
9. Esta afirmación se encuentra en Registro en verso del linaje de la escuela Tendai del Loto.
10. Fuente desconocida.
11. De acuerdo con Crónica de las regiones occidentales, Gunamati y Madhava —un erudito no budista famoso por sus conocimientos— debatieron frente al rey de Magadha. Madhava fue vencido y murió seis días después; pero su esposa, para reivindicar la derrota, ocultó su muerte e intentó participar en el debate con Gunamati presentándose como representante de Madhava. Cuando Gunamati vio la expresión de la mujer, adivinó que su esposo había muerto, y le dijo: «Ya he derrotado a uno más hábil que tú». Al oír esas palabras, la mujer comprendió que su treta había quedado al descubierto y optó por retirarse. Las palabras de Gunamati que cita el texto son la respuesta que dio al Rey cuando este le preguntó cómo había descubierto la muerte de Madhava.
12. La Biografía del gran maestro T’ien-t’ai Chih-che de la dinastía Sui relata que, cuando T’ien-t’ai disertó sobre el título del Sutra del loto, un sacerdote chino del siglo vi llamado Fa-sui quedó impresionado por la gran comprensión del sutra que aquel había desplegado. p.1114El pasaje representa las palabras que Fa-sui empleó para expresar su impresión, aunque el texto original dice «dragones» en lugar de «tigres».
13. Fuente desconocida.
14. Ambas citas pertenecen al capítulo vigésimo séptimo del Sutra del loto. El que pronuncia tales palabras es el rey Adorno Maravilloso, un creyente brahmanista que abrazó el budismo gracias a sus dos hijos.
15. Los otros dos son el Sutra de la luz dorada y el Sutra de los reyes benevolentes.
16. Esta afirmación aparece en La preciada llave del tesoro secreto, de Kobo.
17. Ib.
18. El Sutra Mahavairochana, el Sutra de la corona de diamantes y el Sutra del susiddhikara.
19. Los emperadores Antoku, Gotoba, Tsuchimikado, Juntoku y Chukyo. Durante la batalla de Dannoura (1185), Antoku, de ocho años, murió ahogado en el mar, durante la derrota final de los Taira. En 1221, después de los disturbios de Jokyu, el sogunato de Kamakura desterró a los emperadores retirados Gotoba, Tsuchimikado y Juntoku, y derrocó al emperador Chukyo.