Tiempo atrás, hubo en la India un monarca llamado Ashoka el Grande. Sus territorios abarcaban la cuarta parte de Jambudvipa y, asistido por los reyes dragones,2 controlaba la lluvia a su voluntad. Hasta se valía de funciones malignas para hacer cumplir sus designios. Al principio, fue un rey sin piedad, pero luego se convirtió al budismo. Entonces, hizo ofrendas diarias a sesenta mil monjes y mandó erigir ochenta y cuatro mil stupas de piedra. Cuando indagamos la existencia anterior de este gran soberano, vemos que, en la época del buda Shakyamuni, vivieron dos niños conocidos como Virtud Triunfal e Invencible, que en cierta ocasión ofrendaron al Buda un pastel de barro. Por ese gesto de sinceridad, el niño Virtud Triunfal renació cien años después con la identidad del rey Ashoka.
Desde luego, el Buda es digno de respeto, pero cuando se lo compara con el Sutra del loto, es como una luciérnaga al lado del sol o de la luna. La superioridad del Sutra del loto con respecto a Shakyamuni es tan grande como la distancia que hay entre el cielo y la tierra. Dar ofrendas al Buda genera beneficios así de inmensos. ¡Cuánto más cierto será en el caso del Sutra del loto! Si el solo hecho de ofrendar un pastel de barro produjo una recompensa tan maravillosa, ¡cuánto mayor será el resultado de sus muchos obsequios! Él no tuvo que sufrir a causa de la escasez de alimentos, pero nosotros vivimos en un país donde cunde el hambre. Por lo tanto, ¡cómo podrían no estar protegiéndolo el buda Shakyamuni, Muchos Tesoros y las diez demonios!
Hoy, hay personas que creen en el Sutra del loto. La fe de algunos es como el fuego, mientras que la de otros es como el agua. Cuando los primeros escuchan las enseñanzas, su pasión se enciende como el fuego, pero a medida que pasa el tiempo, tienden a abandonar la fe. Tener fe como el agua significa creer continuamente, sin retroceder jamás. Dado que usted me visita siempre, a pesar de las dificultades, su fe merece compararse con el agua que fluye. ¡Y es digna del máximo respeto!
¿Es cierto que en su familia hay alguien enfermo? Si así fuera, el motivo no podría deberse a la acción de las funciones malignas. Lo más probable es que las diez demonios estén poniendo a prueba la fortaleza de su fe. Ningún demonio que se precie de tal osaría causar molestias al devoto del sutra sabiendo que la cabeza se le partiría en siete pedazos.3 Persevere en su fe con la firme convicción de que tanto el buda p.943Shakyamuni como el Sutra del loto están libres de toda falsedad.
Con mi profundo respeto,
Nichiren
En el vigésimo quinto día del segundo mes.
En respuesta [a Ueno]
Antecedentes
Nichiren Daishonin escribió esta carta en Minobu y la envió a Nanjo Tokimitsu, administrador de la localidad de Ueno, provincia de Suruga, el segundo mes del cuarto año de Kenji (1278). El año anterior había estado marcado por el caos; a raíz de una grave sequía, se habían arruinado las cosechas, y las hambrunas resultantes estaban causando estragos. Además, la región había sido arrasada por una epidemia que había cobrado numerosas vidas. Simultáneamente, la amenaza de una segunda invasión mongola sumía al país en una atmósfera de intranquilidad general.
En esta carta, Nichiren Daishonin expresa su agradecimiento a Nanjo por las ofrendas que este había enviado y lo elogia por su notable sinceridad. Explica el concepto de las dos clases de fe: una, efímera como el fuego; la otra, constante como una corriente de agua. El Daishonin celebra que la fe de su discípulo Nanjo sea como esta última.
Notas
1. Especie de ñame comestible de origen asiático.
2. Los dragones son una de las ocho clases de seres no humanos protectores del budismo. Se les atribuye no sólo la capacidad de producir lluvias, sino también de tener poderes sobrenaturales y de causar fenómenos milagrosos.
3. «Ningún demonio que se precie de tal...». Esto alude a un episodio descrito en el capítulo «Dharani» del Sutra del loto, en que las diez demonios y otros seres prometen al Buda que resguardarán a los devotos del Sutra del loto de todo perjuicio o deterioro. También afirman: «A aquellos que [...] molesten y perturben a los que predican la Ley, la cabeza se les partirá en siete pedazos, como las ramas del árbol de arjaka». Por eso, a ningún demonio se le ocurriría causar aflicciones a un devoto de este sutra.