Nota de los editores.

- Nam Myoho Rengue Kyo - Nam Myoho Rengue Kyo - Nam Myoho Rengue Kyo - Nam Myoho Rengue Kyo - Nam Myoho Rengue Kyo - Nam Myoho

6 de febrero de 2024

Tomo 1 - Aliento a un enfermo


He oído decir que está enfermo. ¿Es verdad? Tan transitorio es este mundo, que ni siquiera la gente sana puede vivir en él para siempre, y mucho menos los que padecen alguna enfermedad. Por lo tanto, las personas conscientes deberían preparar su vida para la próxima existencia. Sin embargo, esto no es algo que pueda hacerse sólo mediante el propio esfuerzo. El ser humano puede prepararse para su próxima existencia únicamente si se basa en las enseñanzas del buda Shakyamuni, maestro original de todos los seres vivos.

No obstante, las enseñanzas del Buda son diversas, acaso porque la mente de los seres humanos también varía mucho de una persona a otra. Sea como fuere, el buda Shakyamuni enseñó durante apenas cincuenta años. De todas las doctrinas que expuso a lo largo de los primeros cuarenta o más, hallamos el Sutra de la guirnalda de flores, que expone: «La mente, el Buda y todos los seres vivos son tres cosas entre las cuales no hay distinción»; hallamos también los Sutras agama, que establecen los principios del sufrimiento, el vacío, la transitoriedad y el no yo; asimismo, el Sutra de la gran compilación, que afirma el vínculo de inclusión mutua entre el aspecto impuro y el aspecto puro;1 encontramos también el Sutra de la sabiduría mayor, que enseña la identificación mutua y la no dualidad; y también el Sutra en dos volúmenes, el Sutra de la meditación y el Sutra Amida, que exhortan a renacer en la Tierra de la Perfecta Felicidad. Estas enseñanzas fueron expuestas específicamente con el propósito de salvar a todos los seres vivos de los días Primero, Medio y Último de la Ley.

Así y todo, por alguna razón personal, el Buda declaró en el Sutra de los infinitos significados: «[Para predicar la Ley de muy diversas maneras,] empleé el poder de medios hábiles. Pero en estos más de cuarenta años, todavía no he revelado la verdad». Como un padre que duda acerca del testamento otorgado tiempo atrás, así Shakyamuni se retractó de todos los sutras expuestos durante los primeros cuarenta y tantos años; incluso, de los que postularon el renacimiento en la Tierra de la Perfecta Felicidad. Así pues, declaró que «[en lo referente a esos seres vivos incapaces de escuchar este sutra…] aunque transcurran inmensurables, ilimitados, inconcebibles asamkhyas de kalpas, finalmente no podrán adquirir la iluminación insuperable [mediante los sutras anteriores]».2 Lo reiteró en el capítulo «Medios hábiles» del Sutra del loto, cuando anunció: «Descartando honestamente los medios hábiles, predicaré sólo el Camino insuperable». Con la expresión «descartando honestamente los medios hábiles» quiso decir que uno debía abandonar el Nembutsu y las demás enseñanzas predicadas durante esos más de cuarenta años.

Habiendo lamentado y refutado sus propias enseñanzas anteriores, dejó clara su verdadera intención cuando dijo: «El Honrado por el Mundo lleva largo tiempo exponiendo sus doctrinas, y ahora es momento de que revele la verdad»,3 y «Durante mucho tiempo, se mantuvo en silencio con respecto a lo esencial, sin manifestar ninguna premura por revelarlo de una vez».4 Entonces, el buda Muchos Tesoros irrumpió desde las profundidades de la tierra y testificó que todo lo que había expuesto Shakyamuni era verdad. Y los budas de las diez direcciones se reunieron en las ocho direcciones5 y extendieron sus anchas y largas lenguas hasta el palacio del gran rey celestial Brahma para hacer constar su testimonio. Y de todo esto fueron testigos, sin una sola excepción, los seres de los dos mundos y de los ocho grupos en su totalidad, congregados en los dos lugares y las tres asambleas.

En vista de los pasajes del sutra citados, dejando a un lado las malas personas que no creen en el budismo y los no budistas, con respecto a aquellos que son creyentes budistas y tienen fe sincera en las enseñanzas provisionales predicadas antes que el Sutra del loto —⁠como el Nembutsu⁠— y las recitan diez, cien, mil, diez mil o hasta sesenta mil veces por día, sin entonar Nam-myoho-renge-kyo ni una vez en el transcurso de una o dos décadas, ¿no son como la persona que se aferra al testamento anulado por el padre sin querer aceptar el documento corregido? A los ojos de los demás y ante sí mismos, podrá parecer que tienen fe en las enseñanzas del Buda; pero si nos atenemos a lo que el Buda realmente enseñó, son gente que carece de devoción filial.

Por eso, en el segundo volumen del Sutra del loto leemos: «Pero ahora, estos tres mundos son mis dominios, y los seres vivos que habitan allí son, todos, mis hijos. Este lugar está plagado de dolores y de pruebas. Soy la única persona que puede rescatar y proteger a los demás, pero aunque les enseño y los instruyo, no creen en mis enseñanzas ni las aceptan».6

Este pasaje significa que, para nosotros —⁠los seres vivos⁠—, Shakyamuni El Que Así Llega es nuestro padre, nuestro maestro y nuestro soberano. Aunque AmidaMaestro de la Medicina y otros budas sean soberanos de los seres vivos, no son padres ni maestros. Shakyamuni es el único buda dotado de las tres virtudes, con quien tenemos una profunda deuda de gratitud. Hay padres y padres, pero ninguno puede equipararse al buda Shakyamuni. Hay toda suerte de maestros y gobernantes, pero ninguno tan admirable como él. ¿Es posible que aquellos que desobedecen la enseñanza de este padre, maestro y soberano no sean abandonados por las deidades celestiales y terrenales? Pues no podría haber hijos menos devotos que ellos. Por este motivo, el Buda dijo: «Aunque les enseño y los instruyo, no creen en mis enseñanzas ni las aceptan». Aunque sigan las doctrinas predicadas antes que el Sutra del loto y las practiquen durante cien, mil, diez mil o un millón de kalpas, si no creen en el Sutra del loto y si no entonan Nam-myoho-renge-kyo aunque sea una sola vez, de todas formas acabarán siendo desleales al Buda. Por lo tanto, serán abandonados por los sagrados7 de las tres existencias y de las diez direcciones, y aborrecidos por las deidades celestiales y terrenales. (Esta es la primera de las cinco guías para la propagación.)

Aun aquellos que cometen las cinco faltas capitales, las diez malas acciones o cualquiera de los innumerables actos de maldad pueden entrar en el Camino, si sus facultades se encuentran desarrolladas. Devadatta y Angulimala dan ejemplo de este tipo de personas. E incluso aquellos de pobres facultades pueden acceder al Camino, siempre y cuando no hayan cometido malas acciones. Ejemplo de ello sería Chudapanthaka. Pero las facultades de la gente común como nosotros son incluso inferiores a las de Chudapanthaka. Somos incapaces de discernir los colores y la forma de las cosas, como si tuviésemos ojos de carnero. En la inmensa profundidad de nuestro odio, codicia y estupidez, cometemos a diario las diez malas acciones. Y aunque no perpetramos las cinco faltas capitales, de todas formas incurrimos día a día en faltas semejantes.

Además, cada persona es culpable de denigrar la Ley, y esta ofensa supera la gravedad de las diez malas acciones o de las cinco faltas capitales. Aunque pocas personas lleguen a denostar el Sutra del loto con palabras injuriosas, no hay nadie que lo acepte. Algunos parecen abrazar el sutra, pero su fe no es tan profunda como la que sienten por el Nembutsu u otras enseñanzas. E incluso los que tienen fe profunda no osan refutar a los detractores del Sutra del loto. Aunque uno lleve a cabo grandes y buenas causas, o aunque lea y copie la totalidad del Sutra del loto mil o diez mil veces, aunque uno realice la práctica de percibir los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital, si no denuncia a los enemigos del Sutra del loto, le será imposible entrar en el Camino. Para dar un ejemplo, es como la persona que ingresa en el servicio de la Corte Imperial. Aunque haya desempeñado su trabajo durante diez o veinte años, si sabe que alguien es enemigo del Emperador y no lo denuncia al trono ni manifiesta su repudio personal, todo el mérito de los servicios prestados hasta ese momento desaparecerá y, en cambio, será acusado de un delito. Debe entender que los habitantes de esta época son personas que actúan contra la Ley. (Esta es la segunda guía.)

Los mil años que comenzaron a partir de la muerte del Buda se denominan Primer Día de la Ley; en este período, hubo muchos que acataron los preceptos, y muchos que entraron en el Camino. Después de los mil años del Primer Día, vino el Día Medio de la Ley, que también duró un milenio. Durante este período, hubo muchos que transgredieron los preceptos, y pocos que lograron entrar en el Camino. Después del milenio del Día Medio, vienen los diez mil años del Último Día de la Ley. En este período, la gente ni observa las normas ni las desobedece: el país está poblado de individuos sin preceptos. Además, se la identifica como una época impura, en la que reina el desorden. En un período inmaculado, conocido como la época pura, se desecha el mal y se observa el bien, así como un tablón torcido se nivela con la marca trazada por una cuerda entintada y tensa. Durante los días Primero y Medio de la Ley, comenzaron a manifestarse las cinco impurezas; pero en el Último Día, cunden sin freno. Y dan origen a una tormenta de olas gigantescas, que no sólo rompen contra las costas, sino que, además, chocan entre sí. La impureza del pensamiento ha sido tal que en el tránsito de los días Primero y Medio, la gente fue transmitiendo insignificantes enseñanzas erróneas, y destruyendo la enseñanza correcta inescrutable. Todo parece indicar, entonces, que más personas han caído en los malos caminos por sus errores acerca del budismo que por sus actos descarriados en el mundo secular.

Los dos mil años de los días Primero y Medio de la Ley ya han transcurrido, y hace más de doscientos años que el Último Día está entre nosotros. En esta época, como prevalecen las impurezas del pensamiento, las personas que caen en los malos caminos con la intención de crear buenas causas son más numerosas que aquellas que lo hacen por haber cometido el mal. Con respecto a las malas acciones, hasta la gente ignorante puede abstenerse de cometerlas si sabe reconocerlas. Esto es como extinguir fuego con agua. Pero la gente cree que todas las buenas acciones implican el mismo grado de bien; por eso, se vuelcan al bien menor y no comprenden que, al elegir esta conducta, propician el gran mal. Por lo tanto, aunque ven el estado de abandono de muchos edificios sagrados vinculados a Dengyo, a Jikaku y a otros, los dejan así por la sencilla razón de que no son recintos consagrados al Nembutsu. En cambio, erigen salas para el Nembutsu al lado de aquellos edificios sagrados, confiscan las tierras que les han sido donadas a estos últimos y las ofrendan a los nuevos salones construidos. De acuerdo con un pasaje del Sutra sobre la resolución de las dudas acerca del Día Medio de la Ley, estas acciones generarán escasos beneficios. Debe usted comprender, a partir de lo que he dicho, que aunque realice una buena acción, mientras sea un acto de bien menor que destruya el gran bien, de todas formas lo hará caer en los malos caminos.

La época actual coincide con el comienzo del Último Día de la Ley. Ya han desaparecido por completo las personas con capacidad de lograr la iluminación mediante los sutras del Hinayana o del Mahayana provisional. Ahora sólo quedan aquellos cuya capacidad únicamente es apropiada para el sutra del Mahayana verdadero. Con un bote no se puede transportar una roca inmensa. Las personas ignorantes o malvadas son como ese peñasco, mientras que los sutras del Hinayana y del Mahayana provisional, y el Nembutsu, son como una pequeña barca. Si uno intenta curar un absceso infeccioso con baños termales, el tratamiento será demasiado suave para una dolencia tan grave, y no surtirá ningún efecto. Para los que vivimos en este mundo impuro y en esta última época, abrazar el Nembutsu y otras enseñanzas es como labrar arrozales en invierno: la época no es la adecuada. (Esta es la tercera guía.)

A la vez, debe comprenderse de manera correcta el factor del país. La mentalidad del pueblo varía según su tierra. Por ejemplo, al sur del río Yangtze crecen mandarinos que, al ser trasplantados al norte del río Huai,8 se convierten en naranjos de hoja triple. Hasta las plantas y los árboles, desprovistos de mente, cambian de acuerdo con el sitio en que viven. ¡Cuánto más cambiarán en función del lugar los seres humanos, que sí la poseen!

Una obra del maestro del Tripitaka Hsüan-tsang llamada Crónica de las regiones occidentales describe muchos países de la región índica. De acuerdo con las costumbres locales, hay estados cuya población no reconoce los dictados del deber filial, y otros, en cambio, donde son tenidos en cuenta por la gente. En algunos países, prevalecen el odio y el resentimiento, mientras que en otros son comunes la ignorancia y la estupidez. Hay tierras consagradas al Hinayana con exclusividad; otras dedicadas sólo al Mahayana, y algunas donde se practican ambos. Hay territorios dados por completo a la matanza de seres vivos; países donde prolifera el robo, otros donde abunda el arroz y algunos que producen mijo en grandes cantidades. La diversidad de naciones es enorme.

Entonces, ¿cuál enseñanza debe aprender el Japón para que su pueblo pueda liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte? Con respecto a esta pregunta, el Sutra del loto señala: «Cuando El Que Así Llega haya entrado en la extinción, yo haré que [el Sutra del loto] sea ampliamente propagado en todo Jambudvipa y me ocuparé de que nunca se extinga».9 Esta cita significa que el Sutra del loto es la enseñanza relacionada con el pueblo de Jambudvipa, el continente meridional. El bodhisattva Maitreya dijo: «Hay un pequeño país, en el cuadrante oriental, cuyo pueblo sólo guarda relación con el Mahayana».10 Según esta frase de su tratado, en Jambudvipa hay un pequeño estado en la zona oriental, donde la capacidad de la población es especialmente apropiada al sutra del Mahayana [verdadero]. Seng-chao escribió: «Este texto está destinado a un pequeño país situado al noreste».11 Esto indica que el Sutra del loto tiene vínculos con la gente de un país nororiental. El reverendo Annen señaló: «Todos, en mi tierra del Japón, creen en el Mahayana».12 Eshin dijo en su obra Fundamentos de la enseñanza del vehículo único: «En todo el Japón, todos los habitantes comparten la misma capacidad de lograr la Budeidad mediante la enseñanza perfecta».

Así pues, según las opiniones de Shakyamuni El Que Así Llega, el bodhisattva Maitreya, el maestro del Tripitaka Shuryasoma, el maestro del Tripitaka Kumarajiva, el maestro del Dharma Seng-chao, el reverendo Annen y el sabio de la Antigüedad Eshin, la capacidad de los pobladores del Japón sólo es apropiada para el Sutra del loto. Los que pongan en práctica una frase o estrofa de este sutra sin falta podrán entrar en el Camino, pues esta es la enseñanza que guarda relación con ellos. Es semejante a la atracción que se da entre un imán y las limaduras de hierro, o entre un espejo y las gotas de rocío.13 Otras buenas prácticas, como el Nembutsu, no tienen relación alguna con nuestro país. Son como un imán incapaz de atraer el hierro, o como un espejo que no puede recoger el rocío. Por tal razón, Annen expuso en su comentario: «Si no es el vehículo verdadero, uno se está engañando a sí mismo y está engañando a los demás».14 Esta cita significa que aquel que transmite al pueblo japonés una enseñanza distinta del Sutra del loto no sólo se miente a sí mismo, sino que induce a error a los demás. Por lo tanto, a la hora de propagar las enseñanzas budistas, siempre hay que tener en cuenta el país. No hay que suponer que una doctrina apropiada para una tierra inevitablemente haya de ser correcta para otra. (Esta es la cuarta guía.)

Además, en una nación donde el budismo ya se ha dado a conocer, también hay que considerar la secuencia de la propagación. Esta regla establece que para difundir el budismo es necesario averiguar la naturaleza de las enseñanzas que ya se han diseminado. Para dar un ejemplo, cuando hay que medicar a un enfermo, es importante saber qué otros remedios se le administraron con anterioridad. De otro modo, los diversos medicamentos pueden llegar a interferir unos con otros y matar al paciente. En forma análoga, las diferentes enseñanzas budistas pueden entrar en conflicto entre sí y destruir al practicante. En un país donde se practican enseñanzas no budistas, hay que usar las doctrinas del budismo para refutarlas. Por ejemplo, el Buda apareció en la India y derrotó a los maestros no budistas; Kashyapa Matanga y Chu Fa-lan fueron luego a la China y vencieron a los taoístas; el príncipe Jogu nació en la tierra del Japón y mató de una estocada a Moriya.15

El mismo principio se aplica al budismo en sí. En un país donde se ha difundido el Hinayana, debemos refutarlo por medio de los sutras del Mahayana; así hizo el bodhisattva Asanga, cuando refutó las enseñanzas del Hinayana proclamadas por Vasubandhu. En una nación donde se ha propagado el Mahayana provisional, se lo debe refutar con el Mahayana verdadero; así hizo el gran maestro T’ien-t’ai Chih-che, cuando venció a las tres escuelas del sur y a las siete escuelas del norte de la China. En lo concerniente al Japón, ya han transcurrido más de cuatrocientos años desde que se dieron a conocer las dos escuelas Tendai y Palabra Verdadera. Durante este período, se ha determinado que las cuatro categorías de practicantes budistas —⁠sacerdotes, monjas, laicos y laicas⁠— tienen capacidad apropiada para el Sutra del loto. Todos los habitantes, buenos o malos, sabios o ignorantes, poseen el beneficio del quincuagésimo oyente. Son como las montañas K’un-lun, donde no hay una sola piedra exenta de valor, o como la isla montañosa de P’eng-lai, donde no se conoce ni una sola pócima venenosa.

Sin embargo, en los últimos cincuenta y tantos años, vimos surgir a un hombre llamado Honen, perpetrador de flagrantes actos contra la Ley. Engañó a todas las personas mostrándoles una piedra parecida a una gema, y las indujo a descartar la joya que ya poseían a cambio de esta roca sin valor. A esto se refiere el quinto volumen de Gran concentración e introspección, cuando afirma: «Veneran trozos de piedra y escombros, y los contemplan como si fuesen gemas brillantes». Toda la población empuña piedras comunes convencida de que posee gemas preciosas. Dicho con otras palabras, la gente ha desechado el Sutra del loto para entonar el nombre del buda Amida. Pero cuando lo señalo, montan en cólera y vituperan al devoto del Sutra del loto, con lo cual aumentan más aún el karma que los llevará a caer en el infierno del sufrimiento incesante. (Esta es la quinta guía.)

Pero usted, dando crédito a mi aseveración abandonó el Nembutsu y abrazó el Sutra del loto. No obstante, es posible que haya vuelto a creer en el Nembutsu. Recuerde que descartar el Sutra del loto para ser practicante del Nembutsu es como un peñasco que rueda desde la cumbre hasta el valle, o como la lluvia que, desde lo alto del cielo, desciende hasta el nivel de la tierra. Quienes actúen así, con toda certeza caerán en el gran infierno Avichi. Los que tuvieron alguna relación con los hijos del buda Excelencia de la Gran Sabiduría Universal debieron pasar allí kalpas numerosos como las partículas de polvo de un gran sistema planetario, y los que recibieron las semillas de la Budeidad en un tiempo aun más remoto debieron pasar allí tantos kalpas como las partículas de polvo de incontables grandes sistemas planetarios. Y esto ocurrió porque se rodearon de influencias de extrema maldad y descartaron el Sutra del loto, y por eso retrocedieron a enseñanzas provisionales como las del Nembutsu. Dado que sus familiares parecen ser practicantes del Nembutsu, seguramente estarán tratando de imponérselo también a usted; es comprensible, puesto que creen en dicha práctica. Sin embargo, debe verlos como a personas engañadas por los seguidores del diabólico Honen. Haga surgir una fe poderosa y no preste atención a lo que le digan. Es propio del gran demonio adoptar la forma de un monje venerable o apoderarse de los padres o hermanos, para obstruir nuestra felicidad en la próxima existencia. Pero, digan lo que digan, aunque intenten engañarlo con astucia para que usted abandone el Sutra del loto, no permita que esto suceda.

Deténgase a considerarlo. En los últimos doce años vine proclamando que los creyentes del Nembutsu caerían en el infierno del sufrimiento incesante; lo expresé sin rodeos, en cada ámbito donde me fue posible; ¿cree usted que habrían callado sistemáticamente, sin refutarme, si de veras fuesen confiables las citas esgrimidas por ellos para demostrar que el Nembutsu conduce a renacer en la Tierra Pura? ¡Son tan endebles! Conozco este tipo de enseñanzas, como las que transmitieron Honen y Shan-tao, desde que tengo diecisiete o dieciocho años. Y los argumentos que exponen sus adeptos en la época actual no han mejorado.

En consecuencia, ya que sus enseñanzas no pueden compararse con la que yo expongo, recurren a la mera fuerza numérica en su afán de combatirme. Los creyentes del Nembutsu suman miles o decenas de miles, y sus adherentes son muchos. Yo, Nichiren, estoy solo y no tengo ni un aliado. Es sorprendente que haya podido sobrevivir hasta hoy. También este año, el undécimo día del undécimo mes, entre las horas del mono y del gallo (alrededor de las cinco de la tarde), sobre la carretera llamada Matsubara, en Tojo, provincia de Awa, caí en una emboscada que me tendieron cientos de creyentes del Nembutsu y otras personas.16 Yo estaba solo, sin más compañía que unos diez hombres que venían conmigo, de los cuales apenas tres o cuatro podían ofrecer algún tipo de resistencia. Las flechas llovían sobre nosotros, mientras los golpes de espada nos fulminaban como rayos. Uno de mis discípulos cayó muerto en cuestión de segundos, y otros dos recibieron heridas de gravedad. Yo mismo sufrí tajos y golpes; y, por un momento, pareció que no tendría escapatoria. Pero, por algún motivo, mis atacantes no pudieron matarme, y fue así como sobreviví hasta hoy.

Esto sólo ha fortalecido mi fe en el Sutra del loto. El cuarto volumen del sutra refiere: «Puesto que el odio y los celos hacia este sutra abundan incluso durante la vida de El Que Así Llega, ¡cuánto peor será después de su muerte!».17 El quinto volumen señala: «[El Sutra del loto] provocará mucha hostilidad en el mundo y será difícil creer en él».18 En el Japón hay muchos que leen y estudian el Sutra del loto. También hay muchos que son azotados por tratar de seducir a la mujer de otro o por robar, o por otra clase de delitos. Pero ninguna persona ha sufrido heridas por causa del Sutra del loto. Por lo tanto, quienes practican el Sutra del loto en el Japón todavía no pueden considerarse destinatarios de tales pasajes del sutra. Soy el único que he leído el sutra con todo mi ser. A esto se refiere la frase que declara: «No nos preocupan el cuerpo o la existencia; sólo vivimos pendientes del Camino insuperable».19 Por ende, soy el devoto del Sutra del loto más prominente del Japón.

Si usted llegase a partir de este mundo antes que yo, preséntese ante BrahmaShakra, los cuatro reyes celestiales y el rey Yama. Diga que es discípulo del sacerdote Nichiren, el devoto del Sutra del loto más prominente del Japón. Entonces, ya no lo podrán tratar de manera descortés. Pero si usted tiene dos inclinaciones distintas, si alterna la práctica del Nembutsu con la recitación del Sutra del loto, y teme lo que otros puedan decir, en tal caso, aunque se identifique como discípulo de Nichiren, su palabra no será aceptada. Cuando ello ocurra, entonces, no se enfade conmigo. No obstante, puesto que el Sutra del loto también responde a las oraciones referidas a los asuntos de esta existencia, aún es posible que sobreviva a su enfermedad. Así pues, trataré de encontrarme con usted lo antes posible, por todos los medios, para conversar personalmente. Nunca se puede decir todo en una carta, y las cartas tampoco logran transmitir en forma cabal lo que pensamos. Así que, por el momento, voy a terminar aquí.


Con mi profundo respeto,


Nichiren


En el decimotercer día del duodécimo mes, primer año de Bun’ei (1264).

 

A Nanjo Shichiro


Antecedentes


Nichiren Daishonin escribió esta carta en el duodécimo mes de 1264, a los cuarenta y tres años. Se la envió a Nanjo Hyoe Shichiro, administrador de la aldea de Ueno, distrito Fuji, provincia de Suruga. Este creyente, también conocido como Ueno, era el padre de Nanjo Tokimitsu. En algún momento no precisado entre 1260 y 1261, o entre 1263 y 1264, durante un viaje por asuntos oficiales que lo condujo a Kamakura, conoció al Daishonin y se convirtió a sus enseñanzas. Sin embargo, a juzgar por esta carta, todavía mantenía cierto apego al Nembutsu, que era la religión que había practicado hasta entonces, y vacilaba a la hora de consagrarse exclusivamente al Sutra del loto.

Un mes antes, Tojo Kagenobu, el administrador de la aldea de Tojo en la provincia de Awa, había intentado matar al Daishonin en Matsubara. El Daishonin había desatado la animosidad de este funcionario —⁠creyente confeso en el Nembutsu⁠— al proclamar públicamente su enseñanza en 1253. Furioso, Tojo lo mandó arrestar. El Daishonin logró escapar a duras penas, y desde ese momento tuvo que permanecer lejos de Awa, su provincia natal. Pero en 1264, un año después de ser indultado de su exilio a Izu y a poco de haber regresado a Kamakura, el Daishonin supo que su madre se encontraba gravemente enferma y marchó a Awa, pese al peligro que ello podía representar para su vida. Después de orar por la recuperación de su progenitora con excelentes resultados, permaneció allí y retomó sus actividades de propagación. Cuando se dirigía a la casa de un creyente llamado Kudo Yoshitaka, él y las personas que lo acompañaban fueron atacados por Tojo Kagenobu y sus hombres, en un paraje llamado Matsubara. Este hecho se conoce como la persecución de Komatsubara.

Poco después del atentado, el Daishonin supo que Nanjo Hyoe Shichiro sufría una grave dolencia, y le escribió esta carta para fortalecer su fe.

En el escrito, establece una serie de criterios conocidos como las cinco guías para la propagación: la enseñanza, la capacidad del pueblo, el tiempo, el país y la secuencia de la propagación. Son factores que uno debe comprender correctamente y considerar a la hora de transmitir el budismo. Es posible que el Daishonin haya formulado el concepto de las cinco guías durante su permanencia en Izu, pues ya aparecen detalladamente explicadas en Enseñanza, capacidad, tiempo y país, texto que escribió durante ese exilio. En esta carta a Nanjo Hyoe Shichiro, analiza estos cinco criterios recalcando la supremacía del Sutra del loto sobre las demás enseñanzas; alienta a su seguidor a descartar completamente su apego a la anterior creencia en el Nembutsu y a establecer una fe pura y sincera en la Ley Mística.

Luego, describe someramente la persecución de Komatsubara, perpetrada un mes antes; señala que sólo él ha sufrido persecuciones por causa del Sutra del loto exactamente como el sutra predice. Por lo tanto, declara que es el devoto del Sutra del loto más prominente de todo el Japón.


Notas


1. En su obra El escalpelo de diamante, Miao-lo define la esencia del Sutra de la gran compilación como «el vínculo de inclusión mutua entre el aspecto impuro y el aspecto puro», y la esencia de los Sutras de la sabiduría como «la identificación mutua y la no dualidad». Según cabe interpretar, ambas declaraciones significan que, como la verdadera naturaleza de todos los fenómenos es la vacuidad o la no sustancialidad, no poseen sustancia fija y, por ende, no existe una separación fundamental entre el engaño y la iluminación, o entre la persona común y el Buda.

2. En el Sutra de los infinitos significados, es el bodhisattva Gran Adorno quien dice estas palabras.

3. Sutra del loto, cap. 2.

4. Ib., cap. 5.

5. Norte, Sur, Este, Oeste, Noroeste, Noreste, Sudoeste y Sudeste. Significa que todos los budas reunidos en la ceremonia del Sutra del loto se encontraban en el mismo plano horizontal.

6. Sutra del loto, cap. 3. Este pasaje muestra las tres virtudes del Buda, que son la del soberano, el maestro y el padre. «Ahora, estos tres mundos son mis dominios» muestra la virtud del soberano; «los seres vivos que habitan allí son, todos, mis hijos», la virtud del padre; y «Este lugar está plagado de dolores y de pruebas. Soy la única persona que puede rescatar y proteger a los demás», la virtud del maestro.

7. La expresión «los sagrados» se refiere a los budas y bodhisattvas.

8. Fenómeno mencionado en clásicos chinos como Crónicas de Yen Tzu. Significa que la persona cambia de acuerdo con sus circunstancias. El río Huai fluye en dirección al este, desde la región meridional de la provincia de Honan, al norte del río Amarillo, y desemboca en el lago Hungtse.

9. Sutra del loto, cap. 28. Son palabras que expresa el bodhisattva Sabio Universal, en un juramento que hace ante el buda Shakyamuni.

10. Este pasaje se cita en Comentario extenso sobre los preceptos del bodhisattva Universalmente Otorgado, como cita del Tratado sobre los niveles de la práctica del yoga. En la versión que hoy se conserva del texto esta frase no aparece, pero en aquella época puede haber circulado una versión diferente, o bien es posible que haya sido omitido por alguna razón en el transcurso de las transcripciones.

11. Epílogo a la traducción del «Sutra del loto». La frase cita las palabras que dijo Shuryasoma cuando legó el Sutra del loto a Kumarajiva.

12. Comentario extenso sobre los preceptos del bodhisattva Universalmente Otorgado.

13. El vapor se condensa sobre la superficie de un espejo dejado toda la noche a la intemperie. Se creía que el espejo extraía la humedad de la luna.

14. Comentario extenso sobre los preceptos del bodhisattva Universalmente Otorgado.

15. Se sostiene que Mononobe no Moriya (m. 587), importante funcionario de la corte de Yamato, ordenó que todos los templos y monasterios construidos por el clan Soga fuesen quemados. Él y su familia fueron vencidos y asesinados por un ejército encabezado por Soga no Umako, no por el príncipe Jogu, más conocido como príncipe Shotoku. Pero Nichiren Daishonin menciona aquí el nombre de este último porque Jogu apoyó a Soga en su postura favorable al budismo.

16. Referencia a la persecución de Komatsubara, acaecida un mes antes de que se escribiera esta carta.

17. Sutra del loto, cap. 10.

18. Ib., cap. 14.

19. Ib., cap. 13.