Nota de los editores.

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11 de febrero de 2024

Tomo 1 - Carta al sacerdote laico Ichinosawa



El duodécimo día del quinto mes, primer año de la era Kocho (1261), signo cíclico kanoto-tori, las autoridades se encolerizaron conmigo y me desterraron a la aldea de Ito, en la provincia de Izu. Es el mismo sitio donde cumplió su destierro Hyoe-no-suke Yoritomo.1 Sin embargo, no tardé en ser indultado y así pude volver a Kamakura el vigésimo segundo día del segundo mes, tercer año de la era Kocho, signo cíclico mizunoto-i.

Tiempo después, el duodécimo día del noveno mes, octavo año de la era Bun’ei (1271), signo cíclico kanoto-hitsuji, volví a provocar la furia del gobierno y, en esta ocasión, estuve a punto de morir decapitado. Con todo, gracias a ciertas circunstancias, la ejecución fue postergada y, en lugar de eso, fui puesto en custodia del ex gobernador de Musashi,2 cuyos dominios feudales incluían, al norte, la provincia insular de Sado. Allí fue donde me enviaron, escoltado por sus vasallos.

Los pobladores de esta isla son gente salvaje e inculta, que no conoce la ley de causa y efecto. Pese a que me trataron de manera increíblemente ruda, no he guardado hacia ellos el menor resentimiento. He aquí la razón: ni siquiera el señor de Sagami, gobernante del Japón —⁠de quien cabría esperar al menos cierta comprensión de los principios⁠—, fue capaz de investigar las circunstancias de mi caso, siendo que yo, en verdad, intentaba ayudar a la nación. En lugar de eso, contra toda razón y justicia, hizo que me condenaran a muerte. Así las cosas, ¿qué sentido podía tener odiar a las malas personas, cuando ni siquiera podía contar con las buenas que había entre sus súbditos?

Desde que comencé a proclamar esta enseñanza, resolví dedicar mi vida al Sutra del loto y dar a conocer mi nombre en las tierras puras de los budas de las diez direccionesHung Yen extrajo el hígado del duque Yi de Wei, su amo fallecido, y, tras abrirse el vientre, lo colocó allí antes de morir. Yü Jang, a causa de la deshonra sufrida por su señor Chih Po, se dejó caer sobre su propia espada para vengar el escarnio. A tales extremos llegaron esos hombres para saldar lo que apenas eran deudas de gratitud mundanas. La razón por la cual los hombres siguen transmigrando por los seis caminos durante infinidad de kalpas sin poder lograr la Budeidad es que mezquinan el cuerpo y no entregan su vida en bien del Sutra del loto.

El bodhisattva Contemplado con Agrado quemó su propio cuerpo durante mil doscientos años como ofrenda al buda Virtud Brillante y Pura como el Sol y la Luna, y quemó sus brazos durante setenta y dos mil años como ofrenda al Sutra del p.552loto, tras lo cual renació como el bodhisattva Rey de la Medicina. El bodhisattva Jamás Despreciar soportó insultos y burlas, y durante muchos kalpas fue atacado con maderos, lajas y piedras; y todo ello, en bien del Sutra del loto. Pero ¿acaso no renació como el buda Shakyamuni? Vemos así que el Camino de la Budeidad requiere diferentes formas de práctica, de acuerdo con los tiempos.

Desde luego, en nuestra época —⁠al igual que en el pasado⁠— el Sutra del loto es supremo. Sin embargo, ya que la forma de practicar difiere de un período al otro, de nada serviría en esta era retirarse a los profundos bosques de las montañas para leer y recitar el Sutra del loto, o vivir en las aldeas exponiendo las doctrinas del sutra; tampoco, observar los diversos preceptos en su totalidad o incluso quemarse los brazos a modo de ofrenda; nadie podría lograr la Budeidad de esa manera.

Parecería que, en la época actual, las enseñanzas del budismo están floreciendo en el Japón. Y, sin embargo, hay algo extraño en tales enseñanzas, aunque las personas no sean conscientes de ello. Son como insectos que vuelan hacia una llama sin darse cuenta o como pájaros que se meten en la boca de una serpiente.

Los maestros de la escuela Palabra Verdadera y los adeptos de las escuelas Guirnalda de Flores, Características del Dharma, Tres TratadosZenTierra Pura y Preceptos creen haber comprendido la Ley y estar libres de las aflicciones del nacimiento y de la muerte. Pero los fundadores de dichas escuelas no han logrado discernir el verdadero significado de los sutras en que basaron sus enseñanzas. Obraron sólo de manera superficial, valiéndose de los sutras siempre y cuando se ajustaran a sus propias ideas. Y, al escoger este proceder, actuaron contra el Sutra del loto, lo cual significa que las enseñanzas que propagaron no coincidían con la verdadera intención del Buda. Sin embargo, no tuvieron conciencia de ello, y a medida que se dedicaron a exponer sus doctrinas, fueron ganando la adhesión tanto de los gobernantes nacionales como de la gente común, que creyeron en ellas. Con el transcurso del tiempo, sus doctrinas se difundieron también en otros países. Y a raíz de ello, los estudiosos de esta última época, sin saber que los fundadores de tales escuelas cometieron un error, respetan a quienes practican y difunden sus enseñanzas como si fueran eruditos.

Si la fuente es turbia, la corriente que fluye no es cristalina; si el cuerpo se inclina, la sombra no puede mantenerse erguida. Shan-wu-wei y los otros que fundaron la escuela Palabra Verdadera se condenaron a caer en el infierno. Tal vez algunos de ellos se hayan arrepentido a tiempo para escapar del infierno. Otros, quizás, sólo propagaron las enseñanzas de sus propios sutras y no alabaron [ni atacaron] el Sutra del loto; de modo que, aunque no lograron librarse de los sufrimientos del nacimiento y de la muerte, al menos pudieron eludir los malos senderos. Pero las personas de nuestra época desconocen tales cuestiones, y entregan su fe a dichas enseñanzas. Son como gente que se embarca en una nave averiada y se interna en alta mar, o como aquellos que, embriagados con sake, se echan a dormir en medio de un incendio.

Cuando advertí este estado de cosas, de inmediato surgió en mí el anhelo de lograr la iluminación [para salvarlos] y comencé a proclamar mi enseñanza. Desde el comienzo, supe que mis contemporáneos no me creerían, fuera cual fuese la forma en que me dirigiera a ellos, y que probablemente me sentenciaran al exilio o me ejecutasen.

Hoy, el pueblo del Japón ha vuelto las espaldas al Sutra del loto y ha desechado al buda Shakyamuni. Por tal razón, sus habitantes se han destinado no sólo a p.553caer en la gran ciudadela del infierno del sufrimiento incesante en su próxima existencia, sino también a enfrentar, con toda seguridad, enormes tribulaciones en la existencia actual. Esto significa que llegarán invasores de tierras extranjeras, y que todos, desde el gobernante hasta la gente común, se lamentarán al unísono.

Para aclarar la idea, si mil hermanos se unen para asesinar a sus padres, el peso de la culpa no se dividirá entre ellos en mil partes. Por el contrario, cada uno de los hermanos tendrá que [recibir el peso íntegro de la retribución kármica, y todos por igual deberán] caer en la gran ciudadela del infierno del sufrimiento incesante, para permanecer allí por el término de un kalpa. Lo mismo se aplica a la gente de este país.

Desde hace kalpas numerosos como las partículas de polvo de incontables grandes sistemas planetarios, este mundo saha ha sido territorio del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas. En ningún lugar de la vasta tierra, los cielos, las montañas y los mares, las plantas y los árboles, existe la menor partícula que pertenezca a otro buda. Y todas las criaturas vivientes que habitan en él son hijos del buda Shakyamuni por igual.

Por ejemplo, se dice que cuando comenzó el kalpa de formación, uno de los reyes de Brahma descendió de los cielos y dio a luz las diversas criaturas que habitan en los seis caminos.3 Así como Brahma es el padre de todas esas criaturas, el buda Shakyamuni es el padre de todos los seres vivos de este mundo. Además, Shakyamuni es el maestro iluminado de todos los seres vivientes de nuestro país. Gracias a nuestro maestro, podemos saber quiénes son nuestros progenitores; por obra de Shakyamuni, podemos distinguir el negro del blanco.

Así y todo, por seguir las enseñanzas de hombres como Shan-tao y Honen, poseídos por el demonio celestial, la gente se dedica a emplazar santuarios a Amida en todo el país. Construyen recintos dedicados a Amida en cada distrito, en cada aldea, en cada villorrio. Los habitantes erigen en sus hogares salas para venerar a dicho buda, y la gente pinta o talla en madera imágenes de él para instalar en sus moradas. El nombre de Amida está en boca de todos; algunos lo recitan en voz alta; hay quienes lo entonan diez mil veces por día, y otros que lo hacen sesenta mil veces. Los que poseen cierto grado de sabiduría se apresuran a alentar a los demás a realizar ese tipo de prácticas, pero es como si echaran pasto seco al fuego o desataran vientos para encrespar el oleaje.

En toda la población de este país, no hay un solo habitante que no sea discípulo y súbdito del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas. Nadie, ni siquiera una mala persona, demuestra su rechazo fehaciente al buda Shakyamuni mientras no pinte o talle una sola imagen de Amida o de cualquier otro buda que no sea Shakyamuni, y mientras no invoque el nombre de Amida. Sin embargo, todos aquellos que veneran con exclusividad al buda Amida han demostrado, de ese modo incuestionable, su claro repudio a Shakyamuni. Las personas auténticamente malvadas son las que entonan la inútil fórmula del Nembutsu.

A ese buda [Amida] que no es padre ni madre, que no es soberano ni maestro de nadie, los hombres le deparan la misma ternura que merecería una amada esposa. Mientras tanto, hacen a un lado al buda Shakyamuni, el verdadero soberano, padre y maestro iluminado de todos nosotros, y no son capaces de abrir la boca para recitar el Sutra del loto, que es como la nodriza de toda la población. ¿Cómo no hacer notar su gran falta de devoción filial?

Estos que actúan como hijos ingratos no son una o dos personas, no son cien p.554o mil, ni tampoco son la población de una o dos provincias. ¡Todos en la tierra del Japón, desde el soberano hasta el pueblo en general, sin la menor excepción, son culpables de cometer las tres faltas capitales!4

En consecuencia, el sol y la luna cambian de color y les lanzan su mirada furibunda; la tierra tiembla y cruje de ira; enormes cometas atraviesan el firmamento, y colosales incendios estallan por doquier. Y ni siquiera así se dan cuenta de su error; en lugar de eso, se alaban diciendo: «¡Recitamos sin cesar el Nembutsu y, además, erigimos santuarios para el buda Amida y lo honramos!».

Puede que tales acciones parezcan acertadas, pero en realidad, no tienen ningún valor. Imaginemos, por ejemplo, a una joven pareja. Tan enamorado está el esposo de su mujer, y tan tierno es el arrobamiento de ella por él, que ambos se olvidan por completo de sus padres. Estos últimos andan con insuficiente abrigo, mientras que el aposento de la joven pareja es cálido y confortable. Los padres no tienen nada que comer, en tanto que los jóvenes se llenan el estómago. Como hijos, están faltando a sus deberes filiales de la peor manera, y sin embargo no llegan a comprender su error. Pero si una mujer volviera las espaldas a su madre en forma deliberada, y si un esposo ignorara a su padre a sabiendas, ¿no estarían cometiendo una falta más grave aún?

El buda Amida mora en una tierra que se encuentra a cien mil millones de mundos de distancia, y no tiene la menor relación con este mundo saha. Por mucho que uno alegue [que tal conexión existe], semejante aseveración carece de todo fundamento. Es como tratar de aparear un caballo con un buey, o un mono con un perro.

Yo, Nichiren, soy la única persona que tiene conciencia de esto. Si por apego a mi vida prefiriera no decir lo que debo, no sólo estaría faltando a mi deuda de gratitud con la nación, sino, peor aún, actuando como enemigo del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas. Por otra parte, supe desde el comienzo que, si dejaba a un lado mis temores y declaraba las cosas tal como eran, sería sentenciado a muerte, o, en caso de que pudiera eludir la pena de muerte, condenado ciertamente al exilio. Sin embargo, es tan grande la deuda de gratitud que he contraído con el Buda, que he hablado siempre con la verdad, sin permitir que los demás me intimidaran.

Tal como había previsto, fui exiliado nada menos que dos veces. La segunda, en el verano del noveno año de la era Bun’ei (1272), fui enviado a un lugar llamado Ichinosawa, en la aldea de Ishida, provincia de Sado. Tanto el cabecilla de la región adonde fui destinado como sus hombres me trataron, en cuestiones oficiales y no oficiales, con más perfidia que si yo hubiese sido eterno enemigo de sus padres o un adversario de existencias anteriores. Pero, pese a su inicial actitud de temor, el sacerdote laico de los albergues5 adonde fui llevado, al igual que su mujer y sus criados, se acercaron en privado a observarme con lástima, tal vez por algún lazo creado entre nosotros en alguna existencia previa.

Las raciones de comida que me entregaba el cabecilla de la zona eran muy escasas. Y como había varios discípulos que estaban allí acompañándome, a menudo no teníamos más que dos o tres bocados de arroz por persona. A veces, dividíamos en porciones la comida sobre unas bandejas cuadradas hechas de corteza; otras, simplemente recibíamos el alimento en la palma de las manos y lo comíamos allí mismo. Cuando estábamos a solas, el dueño de casa era compasivo con nosotros. Por fuera, daba muestras de temer a las autoridades, pero en su p.555interior se apiadó de nosotros con actitud sincera, algo que jamás olvidaré en ninguna existencia futura. En ese momento, él representó para mí más que los padres que me dieron la vida. Quiero esforzarme, entonces, por retribuir lo mucho que él me ha brindado, aunque mi deuda sea inmensa. Es más, no dejaré de cumplir lo que le he prometido.

El sacerdote laico estaba muy preocupado por su existencia futura y hacía largo tiempo que practicaba el Nembutsu. Incluso había construido una sala consagrada a Amida, y le había dedicado sus tierras como ofrenda. Pero a la vez, como temía la posible reacción del administrador del área,6 no se animaba a abrazar públicamente la fe en el Sutra del loto. Desde su punto de vista, tal vez esa haya sido la actitud más razonable. Así y todo, caerá sin falta en la ciudadela del infierno del sufrimiento incesante. Pensé, por ejemplo, en enviarle un ejemplar del Sutra del loto, pero supuse que de todas formas él no aceptaría abandonar la práctica del Nembutsu, por miedo a la opinión de los demás; de modo que sería como juntar el agua y el fuego. El torrente de sus actos contra la Ley acabaría extinguiendo cualquier pequeña llama de fe que él pudiese albergar en el Sutra del loto. Pero, en tal caso, si él llegaba a caer en el infierno, también yo, Nichiren, tendría una cuota de culpa. Así pues, aunque una y otra vez me he preguntado con ansiedad qué hacer al respecto, lo cierto es que en todo este tiempo no llegué a enviarle esa copia del Sutra del loto.

En medio de dicha situación, supe que en un incendio producido en Kamakura se había destruido el ejemplar del Sutra del loto que tenía pensado obsequiarle. Más que nunca, entonces, sentí que el sacerdote laico no tenía ningún tipo de vínculo con el Sutra del loto. Hasta tal punto, que me sorprendí de haberle prometido en primer lugar que le enviaría una copia.

Por otro lado, cuando la monja de Kamakura7 tuvo que marcharse de Sado para regresar a su hogar, se vio en problemas para costearse el viaje. A regañadientes, le pedí al sacerdote laico que se hiciera cargo de los gastos; pero, en realidad, lamento haberlo hecho. Por supuesto, podría devolverle el dinero, más los intereses. Pero mis discípulos me señalan que ni aun así estaría cumpliendo mi promesa inicial. De modo que, haga lo que haga, termino viéndome en dificultades, y temo que la gente piense que soy proclive a actuar de manera irresponsable y engañosa. Por todo lo dicho, siento que no tengo más opción que enviarle una copia completa del Sutra del loto en diez volúmenes. Pero como, en el fondo, la abuela del sacerdote laico parece más inclinada al sutra que su nieto, le encomiendo que se lo haga llegar a ella.

Las cosas que digo suenan como las palabras de un necio, y por eso nadie les presta atención. Sin embargo, debo destacar que el décimo mes del undécimo año de la era de Bun’ei (1274), signo cíclico kinoe-inu, cuando el reino de los mongoles lanzó un ataque contra Tsukushi, los defensores de la isla de Tsushima resistieron, pero So Soma-no-jo,8 condestable interino de Tsushima, huyó. En consecuencia, los mongoles pudieron atacar a los campesinos, matar o tomar prisioneros a los hombres y arrear a las mujeres como si fueran ganado, tras perforarles las manos y ensartarlas con cuerdas para amarrarlas a los barcos o tomarlas prisioneras. Ni una sola persona se salvó.

Lo mismo ocurrió durante el ataque a la isla de Iki. Cuando las naves mongolas avanzaron [hacia Tsukushi], el sacerdote laico magistrado9 que estaba a cargo del área —⁠ex gobernador de Buzen⁠— huyó derrotado. Varios cientos de hombres de Matsurato10 fueron abatidos p.556o tomados prisioneros, y, una tras otra, las poblaciones de las villas costeras sufrieron el mismo destino que la gente de Iki y de Tsushima.

Cuando los mongoles ataquen nuevamente, ¿cómo será todo? ¿Qué sucederá cuando desembarquen miles y millones de guerreros y se abalancen sobre el Japón?

El primer lugar que atacarán las fuerzas mongolas del norte será la isla de Sado. En menos que canta un gallo matarán a los administradores y condestables de la región. Cuando los pobladores traten de huir a las montañas del norte, serán asesinados o tomados prisioneros, o bien perecerán en las montañas.

Detengámonos a considerar por qué habrían de suceder cosas tan terribles. La razón, como ya lo afirmé antes, es que todas y cada una de las personas de este país han cometido las tres faltas capitales. Por lo tanto, BrahmaShakra, las deidades del Sol y de la Luna, y los cuatro reyes celestiales se han valido del cuerpo del soberano mongol para hacer que él castigue nuestra nación.

Tal vez yo sea un necio; pero, dado que he declarado ser el enviado del buda Shakyamuni y el devoto del Sutra del loto, es en verdad increíble que nadie tenga en cuenta mis palabras. Justamente porque esto no ocurrió, hoy la nación debe enfrentar la ruina. Pero, no conformes con ignorar mis palabras, me han expulsado de una provincia tras otra, me han llevado a la rastra, y me han atacado, golpeado y desterrado; y a mis discípulos, por su parte, los han matado o les han quitado sus feudos.

Si alguien dispensara semejante trato a un legítimo mensajero de sus padres, ¿quién podría aprobarlo? Sin embargo ¡yo, Nichiren, soy el padre y la madre de todo el pueblo del Japón; soy su soberano, y su maestro iluminado! ¿Cómo podrían atacar a alguien así? Es absolutamente cierto que quienes entonan el Nembutsu están destinados a caer en el infierno del sufrimiento incesante. ¡Confíe en mis palabras!

Cuando los mongoles lleguen y ataquen, ¿qué hará usted? Aunque cargue sobre la cabeza este ejemplar del Sutra del loto, o se lo cuelgue del cuello y huya a las montañas del norte, no tendrá cómo negar que, durante muchos años, estuvo recitando el Nembutsu en forma personal y brindando respaldo a los sacerdotes de esa escuela, y que estos actos lo han convertido en enemigo del buda Shakyamuni y del Sutra del loto.

Si, en tales circunstancias, llegara usted a perder la vida, no albergue rencor alguno hacia el Sutra del loto. Cuando sea llevado ante el rey Yama en su palacio, ¿qué palabras le dirá? Aunque en ese momento se sienta como un tonto, lo más probable es que declare ser un seguidor laico de Nichiren.

Pero dejemos ya esta cuestión. En cuanto al ejemplar del Sutra del loto que ahora le envío, pídale a Gakujo-bo11 que se lo lea regularmente. Pero no permita que lo vean los sacerdotes del Nembutsu, ni los maestros de la escuela Palabra Verdadera o los que observan los preceptos, por mucho que lo insten. Puede que algunos declaren ser discípulos de Nichiren, pero si no tienen alguna prueba que lo confirme de mi puño y letra, no se fíe de ellos.


Con mi profundo respeto,


Nichiren


En el octavo día del quinto mes.

 

A la esposa del sacerdote laico Ichinosawa


Antecedentes


El Daishonin escribió esta carta en Minobu, el quinto mes del primer año de Ken-ji (1275), y la remitió a la esposa p.557del sacerdote laico Ichinosawa, que vivía en Ichinosawa, isla de Sado. Aunque el escrito tenía por destinataria a la esposa del mencionado sacerdote, en una época posterior se lo tituló Carta al sacerdote laico Ichinosawa pues contenía importantes recomendaciones para el marido. Tal vez Nichiren Daishonin haya escrito a la mujer con la esperanza de que el sacerdote laico leyera el contenido del escrito a instancias de ella, dado que el hombre temía ser criticado públicamente por su relación con el Daishonin.

Durante su exilio en Sado, el cuarto mes de 1272 el Daishonin fue trasladado a la residencia que el sacerdote laico tenía en Ichinosawa; entonces, dejó la derruida choza de Tsukahara donde había vivido cinco meses desde su llegada, ocurrida el primer día del undécimo mes del año anterior. La vida del Daishonin en Ichinosawa fue un poco menos rigurosa, y, gracias al apoyo del sacerdote laico y de su esposa, aquel tuvo la posibilidad de dar de comer a varios discípulos suyos.

Al parecer, el sacerdote laico respetaba al Daishonin, pero no se sentía capaz de abandonar su fe en la escuela Tierra Pura por temor a la censura de la población local. Así y todo, en esta carta el Daishonin alienta al matrimonio a profundizar la fe en el Sutra del loto y a cortar su apego a las enseñanzas de la Tierra Pura, en bien de su próxima existencia.


Notas


1. Hyoe-no-suke Yoritomo es otro de los nombres con que se conocía a Minamoto no Yoritomo (1147-1199), fundador del sogunato de Kamakura, primer gobierno militar del Japón.

2. Referencia a Hojo Nobutoki, quien fue gobernador de Musashi desde 1267 hasta 1273 y, además, condestable de la provincia de Sado.

3. Probablemente, esa tradición se haya originado en la antigua creencia india en Brahma, como deidad creadora.

4. Las tres faltas capitales indican las tres malas acciones de oponerse al soberano, a los padres y al maestro, o, dicho de otro modo, de traicionar al buda Shakyamuni, dotado de esas tres virtudes.

5. La expresión «sacerdote laico de los albergues» indica al sacerdote laico Ichinosawa, a cuya esposa fue dirigida la presente carta.

6. «Administrador del área» se refiere a Homma Rokuro Saemon, vasallo de Hojo Nobutoki y condestable interino de la provincia de Sado.

7. No se conoce a ciencia cierta la identidad de la «monja de Kamakura» aquí mencionada.

8. So Soma-no-jo es otro apelativo de So no Sukekuni (1207-1274), guerrero descendiente del clan Taira. Fue condestable interino de la provincia insular de Tsushima.

9. La expresión «sacerdote laico magistrado» aquí alude a Shoni Sukeyoshi (1198-1281), condestable de las provincias de IkiTsushima, Chikuzen, Buzen y Hizen. Tenía asimismo el cargo de magistrado y era, por lo tanto, responsable de supervisar el sistema jurídico, los templos y los santuarios, los proyectos de ingeniería civil y otros asuntos en el área de Kyushu. Después del ataque de los mongoles, en 1274, se hizo sacerdote laico y adoptó el nombre de Kakue.

10. Los hombres de Matsurato eran miembros de una liga de guerreros que controlaron la región de Matsura, en la provincia de Hizen (hoy, prefecturas de Nagasaki y de Saga) desde el siglo xii hasta el siglo xv.

11. Gakujo-bo (m. 1301) fue un discípulo del Daishonin quien, al parecer, vivió en Ichinosawa, en la isla de Sado. Primero creyente de la escuela Palabra Verdadera, se convirtió a las enseñanzas del Daishonin. Luego se dedicó a la propagación y fundó en la isla un templo denominado Jisso-ji.