Nota de los editores.

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11 de febrero de 2024

Tomo 1 - Carta a Horen



En el capítulo «Maestro de la Ley», del cuarto volumen del Sutra del loto, se indica: «Si una mala persona, con el corazón vacío de bondad, apareciera durante el término de un kalpa en presencia del Buda y lo vilipendiara y lo maldijera sin cesar, la falta cometida por dicha persona sería relativamente leve. Pero si una persona dijese una única palabra malvada para difamar o maldecir a la persona laica, o al monje o monja que lee y recita el Sutra del loto, en tal caso su falta sería muy grave».

El gran maestro Miao-lo escribió este comentario: «Los beneficios conferidos por este sutra son elevados, y sus principios son supremos. Por lo tanto, la citada declaración se aplica a esta enseñanza, y no se afirma nada semejante acerca de ningún otro sutra».1

Con respecto al significado de este pasaje del sutra, un kalpa se define de la siguiente manera. Supongamos que la duración de la vida humana fuera de ochenta mil años, y que esta fuese decreciendo un año por siglo, o diez años cada milenio. Supongamos que la duración de la vida humana disminuyera a este ritmo, hasta llegar a diez años.

Cuando esto ocurriera, una persona de diez años sería el equivalente a un octogenario de la época actual. Supongamos que, entonces, el proceso se revirtiera y el término de vida de los hombres volviera a aumentar a once años, y un siglo después, a doce años. Un milenio más tarde, ya sería de veinte años, y así sucesivamente, hasta que, una vez más, volvería a ser de ochenta mil años. El tiempo necesario para cumplir este doble proceso de disminución e incremento se denomina «kalpa». Hay muchas definiciones de kalpa, pero, en este momento, utilizaré el término en el sentido que acabo de detallar.

Hay personas que, a lo largo de un kalpa, manifiestan su odio al Buda a través de diversas actividades, que corresponden a las tres categorías de actos físicos, verbales y mentales. Devadatta fue una persona así.

El Buda fue hijo y heredero del rey ShuddhodanaDevadatta fue hijo del rey Dronodana. Como ambos monarcas eran hermanos, Devadatta y el Buda eran primos.

En esta época, al igual que en el pasado, tanto entre venerables como entre el vulgo, una de las principales causas de enemistad ha sido la disputa en torno a una mujer. Cuando Shakyamuni El Que Así Llega aún era el príncipe Siddhartha, y Devadatta había sido designado príncipe heredero y sucesor de su padre, ambos conocieron a una joven llamada Yashodhara, hija del alto ministro Yasha. Era la mujer más hermosa de las cinco regiones indias, una verdadera p.530diosa cuya belleza era comentada allende los cuatro maresSiddhartha y Devadatta pugnaron por conquistar el amor de la joven y desposarla, y esto creó discordia entre ambos.

Tiempo después, Siddharta abandonó a su familia y llegó a ser el Buda; Devadatta escogió al monje Sudaya como maestro y también se alejó de su hogar para ingresar en la vida monástica.

El Buda observó los doscientos cincuenta preceptos y acató las tres mil reglas de conducta. Y fue admirado por todos los seres celestiales y humanos, y honrado y venerado por las cuatro clases de creyentes. Pero Devadatta no cosechó el mismo respeto de sus congéneres. Esto lo llevó a preguntarse qué vías podría adoptar para adquirir una reputación mundana superior a la del Buda. Estableció, entonces, cinco criterios que le permitirían eclipsar al Buda y ser admirado por la sociedad. Como leemos en Las cuatro reglas de disciplina, estas eran: 1) andar vestido con andrajos; 2) alimentarse sólo de limosnas; 3) comer una sola vez al día; 4) sentarse siempre a la intemperie; 5) no salar los alimentos ni degustar los cinco sabores.2 El Buda solía aceptar las túnicas que le obsequiaban, pero Devadatta sólo usaba mantos hechos jirones. El Buda aceptaba los alimentos que le servían, pero Devadatta sólo ingería lo que le daban en calidad de limosna. El Buda comía una, dos o tres veces por día, pero Devadatta lo hacía sólo una vez. Aquel se refugiaba en cementerios o bajo los árboles, pero Devadatta siempre permanecía a cielo abierto, el día entero. En ocasiones, el Buda empleaba sal o comía alimentos que tenían alguno de los cinco sabores, pero Devadatta prescindía de todos ellos. Y como él observaba tantas reglas, la gente empezó a creer que era superior al Buda, y que ambos se diferenciaban entre sí tanto como las nubes y el fango.

Lo que Devadatta se proponía era que el Buda perdiera su lugar. Este último contaba con el apoyo del rey Bimbisara, quien era su seguidor laico. Cada jornada, el monarca les hacía llegar al Buda y a sus discípulos quinientas carretadas de ofrendas; lo hizo durante muchos años sin faltar un solo día. Devadatta, envidioso de esta devoción y empeñado en arrebatársela, consiguió poner bajo su influencia al príncipe Enemigo Antes de Nacer3 y lo persuadió de que matara a su padre, el rey Bimbisara.

Él mismo atentó contra el Buda arrojándole, desde lo alto, un peñasco que lo hirió; tal fue la acción que llevó a cabo con sus propias manos. Además, difamó y maldijo al Buda; lo llamó mentiroso y farsante; tales fueron las acciones que perpetró con la palabra. Y, en su fuero interno, consideró al Buda un enemigo de existencias anteriores; tal fue la acción que cometió con el pensamiento. Y nada superó jamás el gran mal de estas tres acciones concertadas.

Supongamos que un hombre terriblemente depravado, como Devadatta, generase estas tres clases de acciones y, durante la totalidad de un kalpa mediano, maldijera y denigrara al buda Shakyamuni, lo aporreara con palos y lo hiciera blanco de sus celos y su envidia. ¡Qué gravosa e inmensa sería su culpa...!

Esta gran tierra en que vivimos mide ciento sesenta y ocho mil yojanas de espesor y es capaz de contener, sin desplomarse, ladearse o resquebrajarse, el agua de los cuatro mares, la tierra y las piedras de las nueve montañas, todas las plantas y árboles que existen, y todas las especies de seres vivos. Y sin embargo, cuando Devadatta —⁠un ser humano de un metro y medio de altura⁠—4 cometió apenas tres faltas capitales, la gran tierra se abrió y él se hundió en el infierno; la grieta por la cual cayó todavía se encuentra en la India. En el texto conocido como Crónica p.531de las regiones occidentales, el maestro del Tripitaka Hsüan-tsang dice haberla visto cuando viajó desde la China hasta la India para perfeccionar su práctica.

Sin embargo, se dice que si uno, en su fuero interno, nunca piensa mal del devoto del Sutra del loto en el Último Día, ni revela envidia en sus actitudes hacia él, pero de todas formas lo denigra en son de broma, las consecuencias serán incluso peores que las sufridas por Devadatta cuando, con las tres clases de acciones, maldijo y vilipendió al Buda durante todo un kalpa mediano. ¡Cuánto peores serían las consecuencias, entonces, si la población de la época actual decidiera adoptar la misma conducta que Devadatta y perpetrara estas tres clases de acciones con intención realmente malvada, durante muchos años; si maldijera y denigrara al devoto del Sutra del loto, lo sometiera a insultos y calumnias, lo hiciera objeto de celos y de envidia, lo azotara y golpeara, lo condenara a muerte valiéndose de acusaciones falsas y lo asesinara!

Pregunta: ¿En qué infierno caerá la persona que trate con enemistad al devoto del Sutra del loto en esta última época?

Respuesta: En el segundo volumen del Sutra del loto se señala: «Si esta persona [actuara contra un sutra como este, o si] al ver a los que leen, recitan, copian y proclaman este sutra, los despreciara, odiara, envidiara o tratara con rencor [...] Cuando su vida concluya, entrará en el infierno Avichi [donde permanecerá confinado durante un kalpa entero, y cuando ese kalpa termine, volverá a nacer en ese lugar]. Seguirá repitiendo este ciclo durante incontable número de kalpas».5 Quinientos yojanas bajo la superficie de la tierra se erige el palacio del rey Yama. Y mil quinientos yojanas bajo este palacio yacen los ocho grandes infiernos y los restantes con los cuales se forman los ciento treinta y seis infiernos. Ciento veintiocho de ellos existen para confinar a las personas que han cometido faltas menores; los ocho grandes infiernos son para los que han perpetrado las faltas más graves. De esos ocho infiernos grandes, siete están destinados a los seres que cometieron las diez malas acciones. El octavo infierno —⁠el del sufrimiento incesante⁠— es para confinar a tres clases de personas: las que perpetraron las cinco faltas capitales; las que faltaron a sus deberes filiales;6 y las que actuaron contra la Ley. El pasaje que acabo de citar deja claro que los que maldicen, difaman o calumnian al devoto del Sutra del loto en esta última época, aunque lo hagan tan sólo a título de broma, caerán en este infierno.

El capítulo «Maestro de la Ley», que aparece en el cuarto volumen del Sutra del loto, afirma: «Si alguien busca el Camino del Buda y por el término de un kalpa [une las palmas de las manos en mi presencia y recita incontables versos de alabanza, esas loas al Buda le valdrán beneficios incalculables]. Y si uno alaba y ensalza al que practica este sutra, su buena fortuna será mayor aún».

El gran maestro Miao-lo observa: «A los que molesten y acosen [a los practicantes del Sutra del loto] la cabeza se les partirá en siete pedazos, pero aquellos que les den ofrendas gozarán de una buena fortuna superior a los diez títulos honoríficos».7

De todos los seres humanos, el más destacado es un tipo de monarca a quien se conoce como «rey que hace girar la rueda». Cuando está por aparecer en el mundo un rey que hace girar la rueda, siempre ocurre un presagio: da flor y fruto un árbol gigantesco llamado udumbara que crece en medio del océano.

Cuando está por aparecer un rey que hace girar la rueda de oro, las montañas y los mares de los cuatro continentes equiparan su nivel, la gran tierra se torna suave como el algodón, los mares se vuelven p.532dulces como el amrita, los montes se convierten en oro, y las plantas y árboles pasan a ser las siete clases de tesoros.

Un rey que hace girar la rueda puede recorrer en un instante la superficie entera de los cuatro continentes; por tal razón, las deidades celestiales lo custodian y protegen; las entidades espirituales se congregan en torno a él y le prestan servicio, y los reyes dragones hacen que la lluvia caiga en las temporadas correctas. Si las personas comunes, de capacidad inferior, siguen a un gobernante así, ellas también podrán viajar en un instante a través de los cuatro continentes. Todas estas cosas ocurren porque los reyes que hacen girar la rueda acatan los diez buenos preceptos; son recompensas que derivan de esta observancia.

Infinitamente superiores a los reyes que hacen girar la rueda son Vaishravana y los otros tres reyes celestiales. Ellos son los grandes reyes que presiden a sus anchas los cuatro continentes.

Shakra es el señor del cielo de las treinta y tres deidades. El Rey Demonio del Sexto Cielo vive en la cumbre del mundo del deseo y gobierna los tres mundos. Estos seres pudieron adquirir tal posición porque observaron los diez buenos preceptos en su expresión más elevada, y realizaron el acto de suprema virtud que es la ofrenda imparcial.

El gran rey celestial Brahma es el más elevado de todos los seres celestiales que habitan los tres mundos. Vive en la cumbre del mundo de la forma; el Rey Demonio del Sexto Cielo y Shakra le prestan servicio, y en su mano sostiene un gran sistema planetario. Además de haber practicado la clase de meditación que todavía está sujeta a ilusiones, ha cultivado las cuatro virtudes infinitas: piedad, amor compasivo, júbilo e imparcialidad.

El practicante que escucha la voz es alguien como Shariputra o Mahakashyapa, que, además de observar los doscientos cincuenta preceptos y de practicar la meditación sin ilusiones, ha centrado su atención en conceptos como el sufrimiento, el vacío, la transitoriedad y el no yo. Ha erradicado las ilusiones del pensamiento y del deseo, que se originan en los tres mundos, y puede desplazarse por el agua y el fuego a su libre voluntad. Por tales razones, cuenta con la asistencia de Brahma y de Shakra.

El que toma conciencia de la causa es una persona incomparablemente superior a los que escuchan la voz, alguien cuyo advenimiento al mundo rivaliza con el de un buda. Hace mucho tiempo, en una época de hambruna, vivió un cazador que ofrendó a un pratyekabuddha llamado Rida una escudilla de mijo cocido. A raíz de esta acción, el cazador pudo renacer como un hombre rico en los mundos humano y celestial durante noventa y un kalpas. En nuestro mundo actual, se lo conoció con el nombre de Aniruddha, y de todos los discípulos del Buda, fue el que más se destacó en introspección divina.8

El gran maestro Miao-lo expresó el siguiente comentario: «Una comida a base de mijo es un artículo trivial. Pero como el que hizo la ofrenda dio todo lo que poseía, y como el destinatario era un ser superior, el dador pudo obtener una recompensa maravillosa».9

El significado de este pasaje es que, aunque ese plato a base de mijo era insignificante, como fue dado en calidad de ofrenda a un pratyekabuddha, una persona de gran valía, el que lo obsequió pudo renacer una y otra vez con recompensas extraordinarias.

Luego, están los llamados bodhisattvas, representados por Manjushri y Maitreya. Estos grandes bodhisattvas son seres notables, incomparablemente superiores a los pratyekabuddhas. Los budas son seres que han disipado por completo la oscuridad relacionada con los cuarenta y dos niveles de ignorancia y han llegado al grado p.533de la perfecta iluminación; son como la luna llena el decimoquinto día del octavo mes. Ahora bien, estos bodhisattvas disiparon la oscuridad de cuarenta y un niveles de ignorancia, y llegaron a la cumbre de la iluminación casi perfecta, tras la cual se llega al nivel final. Son como la luna en la decimocuarta noche.

El Buda es cien, mil, diez mil, un millón de veces superior a los diversos seres antes mencionados. Un buda se distingue, sin excepción, por sus treinta y dos rasgos característicos. Entre ellos, la voz pura y potente, una coronilla imposible de ver, una protuberancia en la cabeza que se asemeja a un rodete, un mechón de pelo blanco en el entrecejo, y la marca de una rueda de mil radios en la planta de cada pie. Cada uno de estos treinta y dos rasgos característicos fue adquirido a raíz de un centenar de beneficios.

¿Qué se entiende por «un centenar de beneficios»? Supongamos que fuese ciega toda la población del Japón, la China y los dieciséis grandes estados, de los quinientos estados medianos y los diez mil estados pequeños que forman las cinco regiones de la India; o, mejor dicho, que quedasen ciegos todos los seres vivos del continente de Jambudvipa, de los cuatro continentes, de los seis cielos del mundo del deseo y de todo el gran sistema planetario. Y supongamos que hubiese un médico excelso, capaz de restituirles la vista a todos en apenas un instante. Este acto se computaría como el otorgamiento de un solo beneficio. Y cuando se acumulan cien beneficios como este, es propicia la aparición de uno de los treinta y dos rasgos.

A juzgar por esto, los beneficios representados por cada uno de estos rasgos son más numerosos que las plantas y los árboles que hay en un gran sistema planetario, o que las gotas de lluvia que caen sobre los cuatro continentes.

Cuando sobreviene el kalpa de declinación, se desata un viento terrible, conocido como samghata, que arranca de raíz el monte Sumeru y lo lleva volando hasta el cielo más alto del mundo de la forma,10 para luego desintegrarlo en partículas de polvo. Pese a ello, al Buda no se le estremece ni un solo pelo del cuerpo.

En el pecho del Buda arde un fuego inmenso, compuesto por la gran sabiduría de la igualdad, por la lumbre refulgente del gran conocimiento y por la fogata de la meditación.11 Cuando el Buda entra en el nirvana, este gran fuego avanza desde su pecho y consume su cuerpo. Aunque las deidades celestiales y los dragones, y otros seres de los seis cielos del mundo del deseo y de los cuatro mares, se angustien de sólo pensar que perderán al Buda, aunque se congreguen en torno a él y provoquen lluvias torrenciales capaces de anegar la tierra del gran sistema planetario y de arrastrar al monte Sumeru en la corriente, ni siquiera así podrían extinguir ese fuego devorador.

Esto indica que el Buda es una persona de gran virtud. Pero el rey Ajatashatru convocó a los hombres más villanos de los dieciséis grandes estados indios, conspiró con personas no budistas de todas las regiones y reconoció a Devadatta como maestro personal; así, soltó a una horda interminable de malas personas y las instó a que maldijeran, atacaran y asesinaran a los discípulos del Buda. No conforme con ello, se volvió contra su padre, un digno soberano inocente de todo crimen, y le clavó picas de treinta centímetros12 en siete partes del cuerpo para sujetarlo al suelo. También fue al encuentro de la Reina consorte —⁠la madre que lo había traído al mundo⁠—, le arrebató sus horquillas adornadas de joyas y descargó un golpe de espada sobre su cabeza. A causa de estos crímenes atroces, siete partes de su cuerpo quedaron cubiertas de pústulas virulentas.

Era su destino que, cuando hubiesen transcurrido veintiún días, el séptimo día p.534del tercer mes, la tierra se abriría y caería en el infierno del sufrimiento incesante, donde habría de permanecer un kalpa entero. Pero como salió en busca del Buda, no sólo curaron sus llagas, sino que, además, pudo eludir los tormentos del infierno del sufrimiento incesante y vivir cuarenta años más.

El alto ministro Jivaka era emisario del Buda; como tal, pudo internarse en las llamas y rescatar al hijo de un hombre acaudalado llamado Champa.13 A juzgar por ello, parecería ser que cuando uno ha hecho ofrendas y ha rendido tributo al Buda puede, sin falta, lograr la Budeidad y entrar en el Camino, aun siendo una mala persona o una mujer.

Devadatta poseía treinta de los rasgos distintivos, pero le faltaban las marcas en forma de rueda de mil radios y el mechón de pelo blanco. Como carecía de estos dos rasgos que distinguían al Buda, temía ser menospreciado por sus discípulos. Así que juntó luciérnagas y las adhirió a su entrecejo para que simularan el mechón de pelo blanco. Además, pidió a un herrero que forjase piezas de hierro en forma de crisantemo, e intentó grabarlas a fuego en las plantas de sus pies, pero sólo consiguió quemarse la piel. Estas lesiones se fueron agravando al caminar, y empeoraron tanto que lo llevaron al borde de la muerte, cuando por fin confesó al Buda lo que había hecho. Entonces, el Buda le acarició las quemaduras con la mano, y el dolor desapareció.

Uno diría que, después de esto, Devadatta se arrepintió y cambió su forma de actuar. Y sin embargo, fue a decirle a la gente que Gautama practicaba trucos de curación y que recurría a la magia.

Con todo, el Buda no albergó resentimiento hacia estos enemigos. ¿Cómo, entonces, podría rechazar a alguien que depositara su fe en él, aunque no fuese más que una sola vez?

Así de inmensa fue la grandeza del Buda. Y por eso, cuando se lo representaba en estatuas de madera o en pinturas, su imagen echaba a andar, como la estatua de madera que talló el rey Udayana, o predicaba los distintos sutras, como la imagen que pintó Matanga.

Así de venerable fue esta personalidad conocida como el buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas. Y sin embargo, los beneficios que uno obtiene al rendirle honor, no sólo una hora o dos, un día o dos, sino durante un kalpa entero —⁠es decir, al unir las palmas de las manos, elevar los ojos para contemplar su rostro, inclinar la cabeza, abandonar cualquier otra preocupación, entregarse a ello como si uno intentara apagar el fuego de su propia cabeza, como si uno buscase agua apremiado por la sed o buscase comida urgido por el hambre⁠—, los beneficios que es posible recibir por entregar ofrendas incesantes y por honrar al Buda de este modo, jamás pueden igualar los que se adquieren elogiando y dando ofrendas al devoto del Sutra del loto en esta última época, aunque sólo se trate de una única palabra dicha a modo de broma, o de la alabanza poco entusiasta que una madrastra daría a su hijastro.

Los beneficios que depara este último acto, leemos, son cien, mil, diez mil, un millón de veces mayores que los que alguien obtiene desplegando el corazón de la fe mediante la palabra, el pensamiento y el acto físico —⁠es decir, con las tres clases de acción⁠— y haciendo ofrendas al cuerpo viviente del Buda durante un kalpa entero. A esto se refirió el gran maestro Miao-lo cuando escribió que uno gozará «de una buena fortuna superior a los diez títulos honoríficos».

Los diez títulos honoríficos son epítetos que se aplican al Buda. Miao-lo afirma que los beneficios que se obtienen haciendo ofrendas al devoto del Sutra del loto en la última época son p.535superiores a los adquiridos ofrendando al Buda de los diez títulos honoríficos. Es uno de los veinte aspectos14 citados por el gran maestro Miao-lo en los cuales el Sutra del loto supera a todos los demás.

Las dos doctrinas antes mencionadas15 fueron predicadas por el Buda en persona. No obstante, pueden resultar difíciles de creer. ¿Cómo es posible —⁠cabe preguntarse⁠— que uno obtenga mayores beneficios ofrendando a una persona común que dando ofrendas a un buda?

Sin embargo, decir que estas doctrinas son embustes equivale a poner en duda las palabras de oro pronunciadas por Shakyamuni El Que Así Llega con su propia boca, o a desmerecer el testimonio de veracidad que dio el buda Muchos Tesoros, o a ignorar el gesto de aprobación que hicieron los budas de las diez direcciones cuando extendieron la lengua.16 Quien actuara de este modo caería vivo en el infierno Avichi, y se sentiría inquieto y nervioso por dentro, como si galopara al borde de un precipicio sobre un potro salvaje.

Por otro lado, el que crea en tales doctrinas llegará a ser un buda de la perfecta iluminación. Así las cosas, ¿cómo piensa usted nutrir su fe en el Sutra del loto? Pues si intenta practicar las enseñanzas del sutra sin fe, será como tratar de entrar en una montaña llena de piedras preciosas sin manos [con que recoger los tesoros] o como querer iniciar un trayecto de mil millas sin pies. La respuesta es, sencillamente, examinar las pruebas cercanas para poder abrazar la fe distante.

El primer día del primer mes del octogésimo año del Buda, cuando este acabó de predicar el Sutra del loto, anunció lo siguiente: «AnandaMaitreyaMahakashyapa, yo vine a este mundo para predicar el Sutra del loto. He cumplido mi propósito primordial, y ahora ya no tengo motivos para seguir estando en el mundo. Dentro de tres meses, el decimoquinto día del segundo mes, entraré en el nirvana».17

Todos dudaron de este anuncio; no sólo los seguidores del Buda, sino también las personas ajenas. Pero como el Buda jamás habla en vano, cuando por fin llegó el decimoquinto día del segundo mes, de verdad entró en el nirvana. A raíz de esto, la gente reconoció que las palabras de oro del Buda eran genuinas, y comenzó a albergar cierta cuota de fe en ellas.

El Buda formuló otra predicción: «Cien años después de mi muerte, aparecerá un monarca conocido como Ashoka el Grande. Gobernará la tercera parte del continente de Jambudvipa; erigirá ochenta y cuatro mil stupas y honrará mis reliquias». La gente también puso en duda esta declaración, pero, tal como él había predicho, el monarca realmente advino al mundo. Y a partir de entonces, la población tuvo fe.

El Buda también predijo: «Cuatrocientos años después de mi muerte, vivirá un gran gobernante, el rey Kanishka. Congregará a un grupo de quinientos arhats y estos compilarán una obra que se conocerá como el Gran comentario sobre el Abhidharma». Esta predicción también se cumplió con exactitud, tal como el Buda había señalado.

Y basada en tales pruebas, la población llegó a creer en las predicciones del Buda. Por lo tanto, si las dos doctrinas que antes he mencionado fueran falsas, en tal caso, todo lo que dice el Sutra del loto habría de ser falso también.

En el capítulo «Duración de la vida», afirma que llegó a ser buda en el pasado, hace kalpas numerosos como las partículas de polvo de incontables grandes sistemas planetarios. Somos simples seres humanos; si apenas conseguimos recordar lo que nos ha sucedido desde que nacimos en esta existencia, mucho menos recordaremos lo que nos sucedió una p.536o dos existencias atrás. ¿Cómo esperar, entonces, que tengamos fe en lo que ocurrió hace kalpas numerosos como las partículas de polvo de incontables grandes sistemas planetarios?

Por otro lado, el Buda formuló un vaticinio a Shariputra, a quien le dijo: «En las épocas futuras, cuando hayan transcurrido kalpas incontables, ilimitados, inconcebibles [...], podrás llegar a ser un buda llamado Fulgor de Flor El Que Así Llega».18 También formuló una predicción referida a Mahakashyapa: «En futuras existencias [...] y en su última reencarnación, llegará a ser un buda llamado Brillo de Luz El Que Así Llega».19

Pero estos pasajes del sutra se refieren a hechos de un futuro distante, así que es difícil esperar que la gente común como nosotros crea en ellos. A las personas corrientes, que desconocemos el pasado remoto y el futuro lejano, nos cuesta tener fe en este sutra. En tal caso, ¿qué sentido tendría para nosotros practicar, aunque decidiéramos hacerlo?

En vista de todo esto, parecería que cuando la persona capaz de dar pruebas visibles en esta existencia predica el Sutra del loto, también surgen personas capaces de creer.

En la declaración referida a las lecturas del sutra que usted me envió, honorable Horen, me dice: «Para señalar el decimotercer aniversario de la muerte de mi amado padre, he recitado cinco veces el sutra del vehículo único, el Sutra del loto de la Ley prodigiosa».

Al buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas, se lo conoce como el Gran Iluminado Honrado por el Mundo. El ideograma que denota «honrado» puede también interpretarse como «elevado», y el ideograma con que se escribe «elevado» también puede interpretarse como sinónimo de «amor filial». Al buda Shakyamuni se le rinde tributo con el título de Honrado por el Mundo porque, de las muchas personas célebres por su amor filial, él es quien más se destaca.

El cuerpo de Shakyamuni El Que Así Llega era dorado y poseía treinta y dos rasgos distintivos. Entre ellos, una coronilla imposible de ver; esto significa que, aunque el Buda medía casi cinco metros,20 el brahmán de la escuela Bastón de Bambú fue incapaz de medir su altura,21 y la deidad Brahma no pudo verle la parte superior de la cabeza. Por eso se dice que su coronilla era invisible. Y obtuvo este rasgo característico porque fue un gran hombre, descollante en su devoción filial.

Hay dos obras clásicas sobre el amor filial. Una es un escrito no budista titulado Clásico sobre la devoción filial, del venerable conocido como Confucio. La otra es un texto budista que hoy se conoce como Sutra del loto. Aunque una obra es budista y la otra no, con respecto a este punto ambas expresan lo mismo.

¿Qué inspiró a Shakyamuni a consagrarse a la práctica religiosa durante kalpas numerosos como las partículas de polvo, en su afán de lograr la Budeidad? Nada menos que el ideal de la devoción filial. Todos los seres vivos de los seis caminos y de las cuatro formas de nacer son nuestros padres y madres. Por ende, Shakyamuni se abstuvo de lograr la Budeidad hasta que pudo tratarlos a todos con amor filial.

El Sutra del loto brinda un medio secreto para guiar a todos los seres vivos a la Budeidad. Conduce a la iluminación a una persona en el estado de infierno; a una persona en el estado de las entidades hambrientas; a una persona en cada uno de los nueve estados de la existencia; y así abre el Camino para que todos los seres vivos lleguen a lograr la Budeidad. La situación es como las junturas entre los segmentos del bambú; cuando se rompe una unión, se parten todas las demás. O como la movida conocida como p.537shicho22 en el juego del go; cuando a una ficha se la declara «muerta», mueren muchas otras. El Sutra del loto también es así.

El metal tiene la facultad de cortar árboles y plantas; el agua tiene el poder de extinguir el fuego en todas sus expresiones. Del mismo modo, el Sutra del loto tiene el poder de conducir al estado de Budeidad a todos los seres vivos.

Entre los seres de los seis caminos y de las cuatro formas de nacer, hay mujeres y hombres. Y estos hombres y mujeres fueron nuestros padres en alguna de nuestras existencias pasadas. Por lo tanto, mientras uno sólo de ellos no pueda lograr la Budeidad, tampoco nosotros podemos hacerlo.

Se dice que las personas de los dos vehículos son los que no saben cómo saldar su deuda de gratitud, y se afirma que jamás podrán lograr el estado de Buda, porque no manifiestan universalmente su sentido de la devoción filial.

El Buda se iluminó con respecto al Sutra del loto; como resultado de ese amor filial que demostró a las madres y padres de los seis caminos y de las cuatro formas de nacer, se vio dotado de beneficios.

Y esos beneficios de los que gozó el Buda pueden ser transferidos por él a las personas que abrazan la fe en el Sutra del loto. Es como el alimento que ingiere una madre afectuosa, que se convierte en leche con la cual ella amamanta a su bebé. Pues el Buda ha dicho: «Estos tres mundos son mis dominios, y los seres vivos que habitan allí son, todos, mis hijos».23

Shakyamuni, señor de las enseñanzas, toma dichos beneficios y, valiéndose de las palabras que forman el Sutra del loto, los lleva a la boca de todos los seres vivos para que se deleiten con su sabor. Un bebé no sabe en qué se diferencian el agua y el fuego, ni puede distinguir un veneno de un remedio. Pero cuando el pequeño succiona la leche, su vida se nutre y se desarrolla. Aunque uno no tenga conocimientos sobre los Sutras agama como los tuvo Shariputra; aunque uno no comprenda el Sutra de la guirnalda de flores como lo hizo el bodhisattva Luna de Liberación; aunque uno no haya memorizado todas las enseñanzas sagradas expuestas por el Buda en el transcurso de su existencia como lo hizo el bodhisattva Manjushri, si uno escucha un solo ideograma o frase del Sutra del loto, no dejará de lograr la Budeidad.

Las cinco mil personas24 petulantes y orgullosas no tenían fe; escucharon el Sutra del loto y no lo comprendieron. Pero como no lo denigraron, al cabo de tres meses pudieron lograr la Budeidad. Son las personas a las cuales se refiere el Sutra del nirvana cuando dice: «Ya sea que tengan fe o que carezcan de ella, todos renacerán en las tierras inamovibles de la Budeidad».

Por extraño que parezca, en el caso del Sutra del loto, una vez que las personas lo escuchan, lograrán la Budeidad sin falta, aunque no crean en él, siempre y cuando no actúen en contra de su enseñanza. Es como la persona mordida por la llamada «serpiente de los siete pasos». La víctima podrá dar un paso o siete, pero antes de completar el octavo habrá caído bajo el misterioso efecto del veneno.25 O es como el embrión de siete días en el vientre materno. A los siete días, el embrión invariablemente cambia de forma; en ningún caso llega al octavo día con la misma forma de antes.

Y usted, honorable Horen, en este momento se encuentra en la misma situación. Los beneficios del buda Shakyamuni ya han sido transferidos a su persona. Y su persona, en forma y rostro, es la continuación de su difunto padre.

Es como una semilla que germina o una flor que da fruto. Aunque la flor caiga, el fruto permanece; aunque la semilla no sea visible, los brotes se muestran ante nuestros ojos.

p.538Los beneficios que usted posee son, en realidad, tesoros pertenecientes a su padre fallecido. Cuando el pino florece, el ciprés se regocija; cuando la hierba se marchita, las orquídeas se lamentan. Y si se comportan así seres insensibles como las plantas y los árboles, ¡cuánto más lo harán aquellos que poseen sentimientos y, en especial, las personas unidas por el vínculo de padre e hijo!

En su declaración con respecto a las lecturas del sutra, usted señala: «Desde la mañana en que mi padre benevolente cerró los ojos hasta el decimotercer aniversario de su muerte, he recitado la parte en verso del capítulo “Duración de la vida” ante Shakyamuni El Que Así Llega, transfiriendo así sus méritos al fallecido».

En la época actual, parecería que el pueblo del Japón cree en las enseñanzas del Buda. Pero tiempo atrás, antes de que las enseñanzas budistas llegasen al país, la gente no sabía nada sobre el Buda ni sobre sus enseñanzas. Sólo después de la batalla entre Moriya y el príncipe Jogu, algunos depositaron su fe en el budismo, aunque muchos otros no creyeron en él.

Una situación semejante se produjo en la China. Cuando Matanga difundió el budismo en ese país, mantuvo un debate con los taoístas. Los venció en la confrontación y, por primera vez, hubo personas que creyeron en el budismo, aunque fueron muchos más los que optaron por no creer.

En la China, vivió un hombre llamado Wu-lung, quien por sus extraordinarias dotes de calígrafo era requerido a menudo para escribir por encargo de terceros. Con todo, sin mirar de quién provenía la solicitud, se negaba rotundamente a transcribir pasajes de los sutras budistas. Yacía en su lecho de muerte cuando mandó llamar a su hijo, I-lung, y le dijo:

—⁠Eres parte de nuestra familia, y has heredado mi talento caligráfico. En atención a tu deber filial, jamás debes transcribir sutras budistas. ¡En especial, no copies el Sutra del loto! Lao Tzu, a quien respeto como mentor, porta el título de Honorable de los Cielos. En el cielo no puede haber dos soles; y sin embargo, en el Sutra del loto, el Buda proclama «Soy la única persona [que puede rescatar y proteger a los demás]».26 Esta aseveración me resulta impertinente en extremo. Si en lugar de acatar mi última voluntad, transcribes cualquiera de los textos budistas, me convertiré al instante en un espíritu maléfico y pondré fin a tu vida.

No bien dijo estas palabras, falleció mientras la lengua se le partía en ocho trozos, la cabeza se le abría en siete pedazos, y la sangre le brotaba de los cinco órganos sensoriales. Pero el hijo, incapaz de discernir el bien del mal, no supo detectar estos signos del mal que el padre había manifestado, ni comprendió que este había caído en el infierno Avichi por haber actuado contra la enseñanza correcta. Por tal razón, el hijo se atuvo a la última voluntad de su padre y jamás transcribió sutras budistas, ni mucho menos recitó textos de esta índole.

Eso hizo durante un tiempo. Un buen día, el monarca del reino, llamado Ssu-ma, quiso encargar la transcripción de ciertos sutras con motivo de una ceremonia budista que debía realizar. Por eso preguntó quién era el mejor calígrafo de la China, y le aseguraron que el más sobresaliente era I-lung. Decidió entonces llamarlo ante su presencia y explicarle sus deseos, mas I-lung se empecinó en rechazar el trabajo. El soberano, incapaz de convencerlo, aceptó requerir los servicios de otra persona para copiar el texto del sutra, pero el resultado estuvo lejos de satisfacerlo. Volvió a llamar a I-lung y le expresó:

—⁠Me informan que rehúsas transcribir el sutra como te solicité, por respeto al mandato de tu padre moribundo. p.539Aunque dudo en considerarlo un pretexto válido, por el momento habré de aceptarlo. Con todo, sólo te pido que transcribas el título del sutra.

El gobernante reiteró su orden tres veces, pero I-lung declinó sin transigir. Finalmente, con el rostro morado de furia, el monarca espetó:

—⁠¡Todo lo que existe en el cielo y en la tierra queda bajo jurisdicción del soberano! Por lo tanto, tu difunto padre también es mi súbdito, ¿o acaso lo niegas? No tienes derecho a rehusar un deber oficial tan sólo por razones personales. Debes transcribir al menos el título del sutra. ¡Si te niegas, te mandaré decapitar sin demora, aunque sea en medio de una celebración budista!

Fue así como I-lung transcribió sólo el título del sutra. Escribió: «Myoho-renge-kyo, volumen 1», y así en cada uno de los volúmenes, hasta llegar al octavo y último.

Cuando llegó la noche, regresó a su hogar y se dijo, entre suspiros:

—⁠He violado la voluntad testamentaria de mi padre; como la orden de mi soberano no me ha dejado opción, tuve que transcribir un sutra budista faltando a mi deber filial. Es seguro que las deidades del cielo y de la tierra estarán mirándome con disgusto y pensando que soy un mal hijo.

Con este pensamiento, se retiró a descansar. Esa noche, mientras soñaba, apareció una luz intensa, radiante como el sol de la alborada, y un ser celestial se presentó en el patio de su casa, acompañado de incontables seguidores. En el aire, sobre la cabeza de este ser celestial, había sesenta y cuatro budas suspendidos. I-lung unió las palmas de sus manos y expresó:

—⁠¿Quién puede ser esta criatura celestial?

—⁠Soy Wu-lung, tu padre —⁠expresó la aparición⁠—. Como denigré las enseñanzas del Buda, la lengua se me partió en ocho fragmentos, brotó sangre de mis cinco órganos sensoriales, la cabeza se me abrió en siete pedazos y caí en el infierno del sufrimiento incesante. Los tormentos espantosos que soporté en el momento de morir fueron casi intolerables, pero los que siguieron mientras estuve en el infierno del sufrimiento incesante fueron cien, mil, un millón de veces peores. La agonía que sentiría alguien en el mundo humano si le arrancaran las uñas con un cuchillo mellado o si le cortaran la cabeza con un serrucho, si lo obligasen a caminar sobre brasas al rojo o lo encerraran en una jaula con espinos no serían nada comparados con lo que he tenido que sufrir. Cuánto ansié contarte mi agonía, pero no pude lograrlo. ¡Y qué indescriptible fue mi arrepentimiento por haberte dicho, antes de morir, como última voluntad, que jamás transcribieras palabras de los sutras budistas! Pero ya era demasiado tarde para repararlo, y ni siquiera servía de nada maldecir mi lengua o despreciarme por lo que había sido capaz de hacer.

»Fue así como ayer por la noche, el ideograma myo con que empieza el título del Sutra del loto vino volando por el aire, sobre esa fragua que es el infierno del sufrimiento incesante, y allí se convirtió en un buda Shakyamuni de color dorado. Este buda tenía los treinta y dos rasgos, y su rostro era como la luna llena. Hablaba con voz de trueno, y decía: “Aun los que han destruido buenas causas suficientes para colmar todo el mundo de los fenómenos jamás dejarán de lograr la iluminación, si escuchan el Sutra del loto tan sólo una vez”. Al cabo, de ese ideograma myo comenzó a caer una densa lluvia que extinguió las llamas del infierno del sufrimiento incesante. El rey Yama inclinó su corona en señal de respeto, los guardianes del infierno hicieron a un lado sus palos y se quedaron tiesos, en posición firme, y todos los p.540transgresores del infierno miraron atónitos sin comprender lo que ocurría.

»Entonces, el ideograma ho apareció en el aire y sufrió la misma clase de transformación, seguido por el ideograma ren, por el ideograma ge y por kyo. De esa forma, aparecieron sesenta y cuatro caracteres27 y se convirtieron en sesenta y cuatro budas. Que aparecieran sesenta y cuatro budas en el infierno del sufrimiento incesante fue como si en el cielo asomaran sesenta y cuatro soles y lunas. Entonces, del cielo cayó amrita, el dulce rocío que bañó a los perpetradores del mal.

»Y los transgresores preguntaron a los budas por qué ocurrían tales prodigios. Y estos respondieron: “Nuestros cuerpos dorados no provienen del sándalo ni de las montañas cuajadas de joyas. Provienen de ocho ideogramas escritos ocho veces: los sesenta y cuatro caracteres que forman los títulos de los ocho volúmenes del Sutra del loto, transcritos por I-lung, hijo de Wu-lung, quien se encuentra aquí, en el infierno del sufrimiento incesante. La mano de I-lung es parte del cuerpo engendrado por su padre, y es como si los ideogramas escritos por esa mano hubiesen sido trazados por Wu-lung en persona”. Cuando los budas manifestaron tales cosas, los transgresores que se hallaban en el infierno del sufrimiento incesante dijeron: “Cuando estábamos en el mundo saha, también nosotros teníamos esposas, hijos y allegados. Nos preguntamos por qué razón ninguno de ellos llevaba a cabo actos religiosos por nuestro descanso, y creímos que, tal vez, aunque estaban realizando buenas acciones, el efecto era demasiado débil para llegar a este lugar. Suspirábamos y suspirábamos, pero de nada valía... Y así pasó un día, dos días, un año, dos años, medio kalpa, un kalpa entero, hasta que al fin conocimos a un buen amigo que pudo salvarnos”. De ese modo, todos nosotros nos convertimos en seguidores y estamos por ascender al cielo de las treinta y tres deidades. He venido a presentarte mis respetos antes de marcharme.

Esto fue lo que dijo el ser celestial.

En su sueño, I-lung se sintió embargado de dicha. Cuando la muerte lo había separado de su padre, se preguntó muchas veces en qué mundo volvería a verlo. Pero ahora podía contemplar la figura de Wu-lung y encontrarse al mismo tiempo con los budas... Entonces, los sesenta y cuatro budas dijeron:

—⁠No prestamos servicio a ningún maestro en particular. Tú serás nuestro amo. A partir de hoy, te custodiaremos y protegeremos como si fueras nuestro padre. Debes seguir siendo diligente. Cuando concluya tu existencia, sin falta vendremos y te guiaremos hacia la corte interior del cielo de Tushita.

Esta fue la promesa que le hicieron.

I-lung, pasmado de respeto y de admiración, juró:

—⁠Desde este día en adelante, jamás transcribiré un solo ideograma de enseñanzas no budistas.

Fue un juramento semejante al del bodhisattva Vasubandhu cuando decidió que jamás volvería a recitar sutras del Hinayana, o al de Nichiren cuando resolvió que nunca más entonaría el nombre del buda Amida.

Cuando I-lung despertó de su sueño, le informó al monarca lo acaecido. Entonces, este emitió un decreto que decía: «La ceremonia budista que inicié ha concluido. Escribirás una oración que describa los acontecimientos que tuvieron lugar». I-lung hizo como se le ordenó. Y gracias a ello, los pueblos de la China y del Japón pudieron abrazar la fe en el Sutra del loto. Estos hechos se describen en una obra china titulada El «Sutra del loto» y sus tradiciones.

Lo que manifesté aquí corresponde a los beneficios derivados de transcribir el sutra. Para los que llevan a cabo alguna p.541de las cinco prácticas, el acto de transcribir el sutra produce el grado más bajo de beneficios. ¡Cuánto más inconcebibles serán, entonces, los beneficios que obtiene quien lee o recita el sutra!

En lo que respecta a los beneficios generados por usted, quien, como persona a cargo de la ceremonia fúnebre, ha recitado la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» cada mañana durante trece años, ellos «sólo pueden ser comprendidos y compartidos por budas».28

El Sutra del loto representa la médula de todas las enseñanzas sagradas expuestas por el Buda en su existencia, y la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» constituye el alma de los veintiocho capítulos del sutra. Los diversos budas de las tres existencias —⁠pasado, presente y futuro⁠— consideran el capítulo «Duración de la vida» como su vida misma, y los bodhisattvas de las diez direcciones, del mismo modo, atesoran la parte en verso de dicho capítulo como si fuese sus propios ojos.

Pero no me corresponde a mí describir los beneficios derivados de la parte en verso del capítulo «Duración de la vida». Prefiero remitirme al capítulo siguiente, «Distinciones de beneficios», que se ocupa de hacerlo. Allí leemos que las personas que llegaron a ser budas después de escuchar las estrofas antedichas eran numerosas como las partículas de polvo de un pequeño sistema planetario o de un gran sistema planetario. Además, los que lograron la iluminación escuchando los seis capítulos que van desde «Rey de la Medicina» en adelante son sólo aquellos que no habían podido iluminarse después de obtener beneficios de la parte en verso del capítulo «Duración de la vida». Y en los cuarenta volúmenes del Sutra del nirvana, el Buda explicó una vez más, a las cincuenta y dos clases de seres allí reunidos, los beneficios que derivaban de aquella parte en verso.

Así queda claro que los grandes bodhisattvas, seres celestiales y otras entidades, numerosos como las partículas de polvo de las tierras de las diez direcciones —⁠que se congregaron como nubes cuando el Buda predicó [el Sutra de la guirnalda de flores] en el sitio de su iluminación⁠—; los cuantiosos venerables que participaron cuando predicó el Sutra de la gran compilación y el Sutra de la sabiduría mayor; y los más de mil doscientos honorables que escucharon el Sutra Mahavairochana y el Sutra de la corona de diamantes; todas estas personas, en algún momento del pasado, escucharon la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» del Sutra del loto. Pero como su fe era débil, no pudieron lograr la iluminación, ni aun al cabo de un tiempo inconcebiblemente largo —⁠kalpas numerosos como las partículas de polvo de un gran sistema planetario o como las partículas de incontables grandes sistemas planetarios⁠—. Sin embargo, cuando conocieron al buda Shakyamuni, los beneficios del Sutra del loto comenzaron a obrar en favor de ellos, y pudieron obtener la iluminación mediante los sutras predicados antes que el Sutra del loto, sin tener que esperar hasta la asamblea en el Pico del Águila.

En consecuencia, los budas de las diez direcciones consideraron que la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» era su maestro, y lograron la Budeidad. Esta parte en verso es como el padre y la madre de todos los habitantes del mundo.

La persona que abraza el capítulo «Duración de la vida» del Sutra del loto está manteniendo la vida de los budas. En tal caso, ¿algún buda abandonaría a la persona que cree en el mismo sutra mediante el cual él ha obtenido la iluminación? Si algún buda se desentendiese de alguien así, estaría abandonándose a sí mismo.

Supongamos que una mujer diera a luz tres mil guerreros extraordinarios, p.542del calibre de Tamura o de Toshihito.29 ¿Quién elegiría enemistarse con una mujer como ella? ¿No es verdad que semejante imprudencia sería como sumar tres mil generales al bando del adversario? Del mismo modo, cualquiera que tratase como enemigo al que cree en la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» estaría enemistándose con todos los budas de las tres existencias.

Todos los ideogramas con que está escrito el Sutra del loto representan budas vivientes. Pero como poseemos los ojos de simples mortales, los vemos como caracteres escritos. Es como el ejemplo del río Ganges. Las entidades hambrientas perciben las aguas del río como fuego; los seres humanos las ven como agua, y los seres celestiales, como amrita. Las aguas son las mismas, en todos los casos, pero cada tipo de ser las ve de manera distinta, según los efectos de su karma.

En lo que concierne a los ideogramas del Sutra del loto, alguien ciego no los ve en absoluto. La persona que posee los ojos de un mortal común los ve de color negro. La gente de los dos vehículos los percibe como vacío. Los bodhisattvas los ven de diversos colores, mientras que la persona que ha hecho madurar plenamente las semillas de su Budeidad los ve como budas. Por eso, el sutra dice: «Si uno puede mantener este sutra, estará manteniendo el cuerpo del Buda».30 Y T’ien-t’ai expresó: «El Sutra del loto de la Ley prodigiosa, ante el cual inclino mi cabeza, en su único estuche, con sus ocho rollos, sus veintiocho capítulos y sus 69.384 caracteres, es en todos y en cada uno de sus ideogramas el Buda verdadero que predica la Ley en beneficio de los seres vivos».31

En vista de todo esto, podemos decir que cada mañana [cuando recita la sección en verso del capítulo «Duración de la vida»], el sacerdote Horen está emitiendo caracteres dorados de su boca. Estos suman quinientos diez, y cada uno de ellos se convierte en un sol, y cada sol se transforma en Shakyamuni El Que Así Llega. Ellos emiten grandes haces de luz que atraviesan la tierra y resplandecen sobre los tres malos caminos y sobre la gran fortaleza del infierno del sufrimiento incesante. También iluminan el Este, el Oeste, el Norte y el Sur, y más arriba, hasta el reino donde no hay pensamiento ni no pensamiento.32 Visitan el lugar donde vive su padre fallecido, dondequiera que esté, y allí discurren con él.

«¿Quién cree que somos? —⁠le preguntan⁠—. Somos los ideogramas de la parte en verso del capítulo “Duración de la vida” del Sutra del loto, que su hijo Horen recita cada mañana. ¡Estos caracteres serán sus ojos, sus oídos, sus pies, sus manos!». Y así conversan con él en forma sincera.

En ese momento, su difunto padre dirá: «Horen no es mi hijo, sino mi buen amigo». Y volviéndose se inclinará en dirección al mundo saha. Pues lo que usted está haciendo es un acto de verdadero amor filial.

Hablamos de la práctica del Sutra del loto. Aunque haya un solo sutra, la forma de practicarlo puede variar de una época a la otra. Hay ocasiones en las cuales una persona, literalmente, se despoja de la carne y la ofrenda a su maestro, y de ese modo logra la Budeidad. En otros momentos, la persona puede ofrecer su cuerpo a su mentor como lecho o como leña. Y hay veces en las que alguien debe soportar los golpes de palos y espadas en bien del sutra, o practicar austeridades religiosas u observar preceptos varios. Y también hay épocas en las que ni siquiera haciendo todas estas cosas se puede lograr la Budeidad. Es algo variable, que depende de la época.

Por lo tanto, el gran maestro T’ien-t’ai declaró: «El método escogido deberá ser p.543el que concuerde con los tiempos».33 Y el gran maestro Chang-an expresó: «Las elecciones de uno deben ser las adecuadas [a la época] y nunca ceñirse a una u otra».34

Pregunta: ¿En qué momentos uno debe ofrendar su cuerpo, y en qué épocas hay que acatar los preceptos?

Respuesta: La persona de sabiduría es aquella que comprende la época y, teniéndola en cuenta, propaga las enseñanzas del Sutra del loto; esta es su labor más importante. Si alguien tiene la garganta seca, lo que necesita es agua; de nada le sirven arcos y flechas, armas y palos. Si un hombre está desnudo, necesita vestimenta, pero no agua. A partir de uno o dos ejemplos, usted puede inferir el principio que se aplica en sentido general.

Supongamos que hubiera un gran demonio que trabajara para propagar las enseñanzas del Sutra del loto. En tal caso, uno debería ofrendarle su propio cuerpo; no hay necesidad de darle otros alimentos ni ropa.

O supongamos que un gobernante perverso decidiera destruir las enseñanzas del Sutra del loto. En un caso así, no se le debería obedecer ni aun a costa de la vida. Y si hubiera sacerdotes eminentes que observaran los preceptos y practicasen austeridades religiosas, y dieran la impresión de estar propagando las enseñanzas del Sutra del loto pero, en realidad, las estuvieran distorsionando, se debería percibir la verdad de la cuestión y refutarlos.

El Sutra del loto afirma: «No nos preocupan el cuerpo o la existencia; sólo vivimos pendientes del Camino insuperable».35 Y el Sutra del nirvana expresa: «[Es como] un enviado real [que] finalmente no calla ninguna de las palabras de su soberano, aunque ello le cueste la vida». El gran maestro Chang-an lo comenta del modo siguiente: «La expresión “[Un enviado real] finalmente no calla ninguna de las palabras de su soberano, aunque ello le cueste la vida” significa que nuestro cuerpo es insignificante, pero la Ley es suprema. Uno debería dar la vida con tal de propagar la Ley».36

A juzgar por las apariencias externas, en esta época yo, Nichiren, soy el hombre más perverso de todo el Japón. Soy detestado por toda la población, noble o plebeya, en cien, mil, diez mil o un millón de personas pertenecientes a las cuatro categorías de creyentes, y a las sesenta y seis provincias y dos islas costeras37 de nuestro país. En los setecientos años o más transcurridos desde que las enseñanzas del Buda fueron introducidas en el Japón, nunca hubo nadie tan odiado a causa del Sutra del loto. Nunca supe que hubiera personas así en la India o la China, ni creo que hayan existido. Así pues, soy el hombre más perverso de toda la tierra de Jambudvipa.

Por tal razón, si la gente allegada a mí no se atreve a visitarme, mucho menos vendrán los que no guardan parentesco conmigo. Temen a las autoridades del gobierno, y los inquieta el menosprecio de la población. Hay personas a quienes he ayudado —⁠no sólo en cuestiones religiosas, sino también en asuntos seculares⁠— que, temerosas de la mirada ajena, me condenan en público para acallar cualquier posible comentario. Sin embargo, no creo que realmente sientan ese repudio en su corazón.

Varias veces me he visto en dificultades; dos veces recibí el castigo del gobierno. Y las sanciones no fueron sólo para mí; también hubo medidas oficiales contra algunos de los que tenían relación conmigo, a quienes les confiscaron sus tierras, los expulsaron de sus puestos de servicio, o sus propios padres y hermanos los expusieron al abandono. A la sazón, aquellos que antes me seguían hoy ya no están a mi lado, y en este momento no tengo seguidores.

p.544En lo que respecta al castigo más reciente que me ha infligido el gobierno, todo parecía indicar que me ejecutarían. Sin embargo, por alguna razón desconocida las autoridades me desterraron a la lejana provincia de Sado. Casi todos los que son enviados a Sado acaban muriendo; son muy pocos los que sobreviven. Cuando, por fin, pude llegar al lugar de mi exilio, fui tratado como si hubiese cometido un crimen peor aún que el homicidio o la traición.

Desde que emprendí mi partida de Kamakura rumbo a Sado, cada día me vi enfrentado a un número creciente de enemigos poderosos. Las personas con quienes me cruzaba eran todas defensoras del Nembutsu; mientras caminaba por los campos y montañas, me parecía que el rumor de la hierba y los árboles agitados por el viento eran algún ataque de mis enemigos.

Por fin, llegué a la provincia de Sado. Allí, como cabe esperar en tierras septentrionales, descubrí que, en invierno, el viento era implacable; las nieves, profundas; la ropa, ligera, y la comida, escasa. Entendí muy bien por qué el árbol de naranjas mandarinas, cuando es removido y trasplantado a un lugar distinto, en forma natural se convierte en un naranjo de hoja triple.38

Mi morada era una choza en ruinas con techo de paja, situada en medio de un campo espesamente poblado de eulalias y cortaderas, donde se enterraban cadáveres. La lluvia se colaba en el interior y las paredes no lograban frenar los ventarrones. Día y noche, el único sonido que llegaba a mis oídos era el silbido del viento sobre mi almohada; cada mañana, lo único que veían mis ojos era el manto de nieve que sepultaba los caminos en la cercanía y a la distancia. Sentía como si, habiendo pasado por el reino de las entidades hambrientas, hubiese caído vivo en uno de los infiernos helados.39 Experimenté lo mismo que Su Wu, quien pasó diecinueve años confinado en la tierra de los bárbaros del norte comiendo nieve para sobrevivir, o que Li Ling, quien vivió seis años en una caverna rocosa, envuelto en un abrigo de paja.

Por fin, me levantaron la pena de exilio. Pero vi que no había seguridad para mí en Kamakura, y que no debía permanecer allí mucho tiempo. Fue así como oculté mi cuerpo bajo estos pinos y entre las rocas de estas montañas, y pude dar a mis pensamientos algo de paz. Pero aquí no recibo ningún tipo de provisiones o de ropa, más allá de la tierra con la cual me alimento o de los árboles y plantas con los cuales me procuro abrigo. ¿Qué sentimiento, quisiera saber, lo habrá impulsado a internarse en la espesura para venir a visitarme a un sitio como este?

¿Será que mis padres fallecidos tomaron posesión de usted? ¿O es un beneficio otorgado por el Gran Iluminado Honrado por el Mundo? Me es difícil contener las lágrimas...

Pregunta: Usted mencionó el gran terremoto de la era Shoka y el gran cometa de la era Bun’ei,40 y dijo que nuestro país corría peligro de rebelión interior y de invasión extranjera, porque no tenía en cuenta el Sutra del loto. ¿Puedo preguntarle sus razones?

Respuesta: En ningún lugar de los tres mil o más volúmenes de escritos no budistas se encuentran calamidades celestiales y extraños sucesos terrestres como esos desastres. Los grandes cometas o terremotos descritos en los Tres registros, en los Cinco cánones y en las Crónicas del historiador, son cometas con colas de treinta o de sesenta centímetros de longitud, de tres metros o de seis, o quizá de ciento cincuenta o de ciento ochenta metros, pero no cuerpos celestes con una estela capaz de atravesar el firmamento. Lo mismo se aplica a la magnitud de los terremotos allí descritos. Y si p.545examinamos las escrituras budistas, vemos que en todo el período transcurrido desde que el Buda falleció, nunca se habían producido portentos importantes como estos.

Incluso en la India, no aparecieron portentos así, ni siquiera cuando el rey Pushyamitra eliminó las enseñanzas del budismo en las cinco regiones de la India, quemó los templos y stupas de los dieciséis grandes estados y decapitó a monjes y monjas. Tampoco hubo manifestaciones de esta índole en la China, cuando el Emperador de la era Hui-ch’ang41 clausuró más de cuatro mil seiscientos templos y monasterios y obligó a doscientos sesenta mil quinientos monjes y monjas a retornar a la vida secular. Cuando en nuestro propio país ingresaron las enseñanzas budistas durante el reinado del emperador KimmeiMoriya se declaró enemigo del budismo; luego, el sacerdote Kiyomori mandó incendiar los siete templos principales de Nara, y los sacerdotes del monte Hiei quemaron y destruyeron el templo Onjo-ji, pero ni siquiera entonces se presentaron cometas de semejante envergadura.

Consideré esencial que las personas supieran que un acontecimiento mucho más portentoso aún habría de ocurrir en este mundo de Jambudvipa. Por lo tanto, redacté una obra titulada Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra y la envié a Su Reverencia, el sacerdote laico del Saimyo-ji. En ese documento, señalé (y aquí resumo): «Este gran portento [o sea, el gran terremoto] es señal de que nuestro país está a punto de ser arrasado por alguna otra nación. Esto sucederá porque los sacerdotes del Zen, del Nembutsu y de las otras escuelas intentan destruir el Sutra del loto. El país será devastado, con seguridad, a menos que decapiten a estos sacerdotes y arrojen sus cabezas a la playa de Yui, en Kamakura».42

Más tarde, al aparecer el gran cometa de la era Bun’ei, tuve en las manos la prueba del desastre, y me convencí más que nunca de lo que estaba por suceder.

El duodécimo día del noveno mes, octavo año de la era Bun’ei (1271), cuando la ira de las autoridades recayó sobre mí, volví a formular la misma advertencia. Dije: «Soy el pilar del Japón. Si me pierden, ¡perderán el país!». Sabía que mi consejo difícilmente sería escuchado en ese momento, pero quise hacerlo constar en bien de cualquier referencia futura.

A su vez, el octavo día del cuarto mes, el año pasado (1274), cuando mantuve una audiencia con Hei no Saemon-no-jo, este me preguntó si las fuerzas mongolas invadirían el Japón. Le dije que los sutras no indicaban con claridad el mes y el día, pero como los ojos del firmamento estaban tan llenos de ofuscación en ese momento, sin duda alguna la invasión se produciría en el término del año en curso.

La gente tal vez se pregunte cómo hago yo para saber tales cosas. Soy una persona de escaso valor, pero me esfuerzo por propagar las enseñanzas del Sutra del loto. Cuando el gobernante, los ministros y la población de un país muestran animosidad hacia el devoto que propaga el Sutra del loto, las deidades de la tierra y del cielo, que estuvieron presentes cuando se predicó el Sutra del loto y juraron proteger a su devoto, comienzan a temblar de ira y a emitir rayos de luz como amenaza a la nación. Si, pese a esta demostración, el gobernante y sus ministros no tienen en cuenta la advertencia, finalmente las deidades se apoderan de los seres humanos para causar rebeliones en el seno de la nación y ataques provenientes del exterior.

Pregunta: ¿En qué pruebas se apoya para hacer tales afirmaciones?

Respuesta: Un sutra dice: «Como las malas personas son respetadas y p.546favorecidas, y a las personas de bien se las somete a castigo, las estrellas y constelaciones, así como los vientos y las lluvias, dejan de acaecer en las estaciones apropiadas».43

En efecto, el cielo y la tierra son los espejos de una nación. En la época actual, en nuestro Estado se están produciendo calamidades celestes y desórdenes extraños en la tierra. Es menester advertir que el gobernante del país ha de estar cometiendo algún error. La situación se refleja como en un espejo, así que no hay razón para cuestionarla. Si el gobernante es culpable de faltas pequeñas, en el espejo celestial sólo se reflejarán calamidades de poca monta. Pero el hecho de que ahora estemos presenciando grandes catástrofes debe significar que el gobernante está cometiendo errores graves.

El Sutra de los reyes benevolentes habla de innumerables clases de desastres menores, veintinueve tipos de desastres intermedios y siete clases de desastres graves. A este Sutra de los reyes benevolentes también se lo conoce como Sutra del espejo celestial y terrenal. Y este sutra puede emplearse como un «espejo celestial y terrenal», que permite observar claramente los actos del gobernante. Además, el sutra dice: «Cuando los venerables se marchan, los siete desastres se abaten sin falta».

A partir de esto, uno debe comprender que en este, nuestro país, hay un gran venerable. Y también, entender que el regente de esta nación no cree en ese venerable.

Pregunta: En el pasado, cuando se destruyeron templos budistas, ¿por qué no hubo presagios como los que vemos en la actualidad?

Respuesta: Los presagios son grandes o pequeños, según sean graves o leves los errores que los provocan. Los que se manifestaron en esta época son dignos de profunda consideración. Y no han ocurrido tan sólo una o dos veces, o en un par de ocasiones; por el contrario, se han vuelto más frecuentes con el paso del tiempo. A partir de ello, debe comprender que las faltas cometidas por el gobernante de la nación son más graves que los desatinos de las autoridades en épocas anteriores. Y que, para un regente, es mucho más grave perseguir a un venerable que matar a muchos súbditos comunes, a muchos de sus ministros o a sus propios padres.

En el Japón actual, el gobernante, sus ministros y los pobladores están cometiendo gravísimas faltas, como nunca se habían visto en la India, la China o cualquier parte de Jambudvipa, en los dos mil doscientos veinte años o más transcurridos desde la muerte del Buda. Es como si alguien hubiese reunido en un solo lugar a todos los seres de los mundos de las diez direcciones culpables de cometer cualquiera de las cinco faltas capitales.

Los sacerdotes de este país se han dejado poseer por las funciones de Devadatta o de Kokalika; el gobernante de la nación actúa como una reencarnación del rey Ajatashatru o del rey Virudhaka. Y en el caso de los ministros y de la gente común, es como si alguien hubiese reunido a todas las malas personas como los ministros Varshakara y Chandrakirti, como Sunakshatra y Girika, y con todos ellos hubiese poblado el Japón.

En otros tiempos, cuando surgían dos o tres personas culpables de haber cometido alguna de las cinco faltas capitales o de haber faltado a su deber filial, la tierra se abría y se las tragaba allí mismo donde se encontraban. Pero ahora, el país entero está colmado de personas así. Por lo tanto, toda la tierra del Japón tendría que abrirse en un instante y caer en el infierno del sufrimiento incesante. No tendría sentido que se abriera una fisura para tragar tan sólo a una o dos personas.

Es como el caso de alguien que va envejeciendo y se arranca una cana, aquí y allá. Cuando el hombre ya es francamente p.547anciano, las canas le cubren toda la cabeza, y no tiene sentido que pretenda arrancarlas una a una. Lo único que le resta es rasurarse el cabello en su totalidad.

Pregunta: Lo que usted dice es que, a pesar de ser el devoto del Sutra del loto, nadie escucha sus advertencias; por eso, ocurren estas calamidades celestiales y estos acontecimientos extraños sobre la tierra. Pero el octavo volumen del Sutra del loto señala: «La cabeza se les partirá en siete pedazos».44 Y el quinto volumen afirma: «A los que hablen mal de él y lo calumnien, la boca se les cerrará enmudeciendo sus palabras».45 ¿Por qué estas cosas no han ocurrido, cuando usted lleva muchos años siendo objeto de animosidad y de insultos?

Respuesta: A modo de contestación, permítame preguntarle si a las personas que maldijeron y golpearon al bodhisattva Jamás Despreciar se les partió la cabeza en siete pedazos o se les cerró la boca.

Pregunta: [No, nada de eso les sucedió.] Pero, en todo caso, eso revela la incongruencia del texto del sutra, ¿no es así?

Respuesta: Hay dos clases de personas que actúan con animosidad hacia el Sutra del loto. En la primera clase figuran las que han cultivado raíces de bien en existencias anteriores, y en esta existencia buscan algún vínculo con el budismo, albergan el deseo de iluminarse y son capaces de lograr la Budeidad. A estas personas se les cierra la boca o se les parte la cabeza.

La otra clase está formada por las que han denigrado la enseñanza correcta en existencias anteriores, siguen haciéndolo en esta vida, y en existencia tras existencia, continúan creando un karma [negativo] que las condenará al infierno del sufrimiento incesante. A estas personas no se les cerrará la boca, ni aunque maldigan. Son como los condenados a muerte que esperan su ejecución en la cárcel. Mientras estén recluidos, sean cuales fueren las maldades cometidas, no recibirán más castigo que la condena a muerte ya sentenciada. En cambio, las personas encarceladas que esperan salir en libertad, sí, pueden ser castigadas por cualquier mala acción que cometan estando en prisión.

Pregunta: Como este es un punto muy importante, ¿podría pedirle que lo explicara en detalle?

Respuesta: Está explicado en el Sutra del nirvana y en el Sutra del loto.


Nichiren


Antecedentes


Soya Kyoshin, el destinatario de esta carta, vivió en la aldea de Soya, distrito Katsushika, provincia de Shimosa. Se convirtió a las enseñanzas del Daishonin alrededor de 1260. Luego, en 1271, optó por la vida de sacerdote laico; entonces, el Daishonin le otorgó el nombre budista «Horen» (‘Loto de la Ley’). Cuando Kyoshin recibió esta carta, ya llevaba quince años practicando el budismo del Daishonin y era uno de los creyentes más destacados del lugar.

Esta carta, bastante extensa, fue redactada en Minobu el cuarto mes del primer año de Kenji (1275). El Daishonin tenía entonces cincuenta y cuatro años. Es uno de los nueve textos que se conservan dirigidos a Kyoshin, dos de ellos en chino clásico, lo cual indica claramente que el destinatario era un hombre muy instruido.

Este acababa de enviarle al Daishonin una declaración escrita de las que se solían leer en voz alta en los funerales; en ella, explicaba que había recitado el Sutra del loto para conmemorar el decimotercer aniversario de la muerte de su padre. Además, Kyoshin mencionaba que, desde el fallecimiento, venía recitando cada día la parte en verso del capítulo «Duración de la vida». En p.548respuesta, el Daishonin le dice que su devoción al sutra es la forma más sincera de amor filial, ya que sólo el Sutra del loto puede guiar a nuestros padres y a todos los demás seres vivos a la Budeidad.

Aquí, el Daishonin da a conocer la antigua historia china del calígrafo Wu-lung y su hijo I-lung, para explicar cuán infinito es el beneficio que Kyoshin ha estado transmitiendo a su difunto padre mediante la recitación asidua de la parte en verso del capítulo «Duración de la vida».

En el relato, el calígrafo I-lung transcribe el título de cada volumen del Sutra del loto. A raíz de ello, puede salvar a su padre de un terrible padecimiento en el infierno del sufrimiento incesante. Pero, le asegura el Daishonin a Kyoshin, ni siquiera esta clase de recompensas pueden compararse con los beneficios que prodiga la recitación del sutra. Le explica que la parte en verso del capítulo «Duración de la vida» representa el corazón de los veintiocho capítulos del Sutra del loto, y que los beneficios derivados de su recitación sólo pueden ser calculados y expresados por un buda.

Además, instruye a su discípulo sobre diversas otras enseñanzas. Analiza las maravillosas recompensas que obtiene el que elogia y ofrenda al devoto del Sutra del loto del Último Día de la Ley. También le explica la gravísima falta que comete quien actúa contra él.

Con respecto a los detalles específicos sobre la práctica del Sutra del loto, el Daishonin señala que la forma de practicar sus enseñanzas necesariamente varía con la época, y que la persona sabia es la que percibe de manera correcta la naturaleza de los tiempos, y propaga la enseñanza teniendo esto en cuenta. Declara que la práctica en el Último Día de la Ley significa difundir el Sutra del loto sin escatimar la vida. Como él mismo ha sostenido esta clase de práctica —⁠afirma el Daishonin⁠—, ha tenido que sufrir la persecución de las autoridades y el odio de todos los habitantes del Japón. Así como, antes, había estado obligado a vivir en condiciones extremas, en lo más desolado y lúgubre de la isla de Sado, ahora debía morar en un lugar totalmente expuesto a privaciones, en un solitario valle montañoso de Minobu. Y dice cuánto lo conmueve que Kyoshin haya ido a visitarlo a un lugar tan inhóspito y lejano.

Puesto a comentar sus tres confrontaciones con el gobierno de Kamakura, el Daishonin proclama que lo que había desencadenado una serie de graves catástrofes en el país fue la postura de las autoridades, que además de ignorar sus advertencias, lo hicieron blanco de su hostigamiento.

En la parte final de la carta, explica porqué algunas personas que actúan contra el Sutra del loto no parecen recibir ninguna retribución negativa. Enseña que los que persisten en contradecir la enseñanza correcta en existencia tras existencia se condenan al infierno del sufrimiento incesante y no enfrentan en esa misma existencia las consecuencias de sus actos perniciosos.

El Daishonin sugiere a Horen que lea el Sutra del loto y el Sutra del nirvana para profundizar más en estos temas, que, por otro lado, también aparecen explicados en La apertura de los ojos (pág. 296).


Notas


1. Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”».

2. Agrio, amargo, dulce, picante y salado.

3. La expresión «príncipe Enemigo Antes de Nacer» se refiere a Ajatashatru, rey del estado de Magadha, en la antigua India. Según el Sutra del nirvana, el rey Bimbisara, impaciente por tener un heredero, ordenó que asesinaran a un ermitaño destinado a renacer como hijo suyo. A raíz de esta acción, se predijo que el niño llegaría a ser enemigo de su padre, y por eso lo llamaron Enemigo Antes de Nacer.

p.5494. En el original se lee «cinco shakus de altura». Las antiguas medidas japonesas han sido convertidas al sistema métrico decimal para facilitar la lectura.

5. Sutra del loto, cap. 3. En esta cita, el Daishonin parafrasea un pasaje del sutra que dice «volverán a nacer allí» como «volverán a morir allí».

6. Según el Sutra de la meditación sobre el Buda y el Sutra de la causalidad entre el pasado y el presente, las personas que no cumplen sus deberes filiales caerán, al morir, en el infierno del sufrimiento incesante.

7. Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”». Los diez títulos honoríficos son epítetos que se aplican al Buda y expresan su virtud, sabiduría y amor compasivo.

8. Esta historia, que aparece en el Sutra del cofre de los muchos tesoros, se narra con más detalles en Respuesta a Tokimitsu (pág. 969).

9. Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”».

10. La expresión «el cielo más alto del mundo de la forma» se refiere al cielo Akanishtha, o cielo de la Cumbre del Ser, cuyos habitantes —⁠según se dice⁠— poseen cuerpos puros, libres de sufrimiento y de enfermedad.

11. Estas virtudes representan el estado y la naturaleza de la Budeidad: la gran sabiduría igualitaria indica la sabiduría de Buda, que beneficia a todos los seres en forma imparcial; la lumbre refulgente del gran conocimiento es la sabiduría de Buda que brilla en forma universal y elimina la oscuridad de las ilusiones; la fogata de la meditación describe un estado concentrado, libre de engaños.

12. En el original, «un shaku». Véase, en este mismo escrito, la nota 4.

13. La historia aparece en el Sutra del nirvana. La esposa del hombre rico murió encinta; pese a ello, Shakyamuni le aseguró al señor que tendría un hijo varón. Cuando la mujer fue cremada, de su cuerpo salió un niño que se sentó entre las llamas. Por orden del Buda, Jivaka se internó en el fuego y rescató al bebé.

14. Veinte aspectos sobresalientes enumerados en Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”». Uno de ellos, por ejemplo, es cuando, en el capítulo «Duración de la vida», se revela que Shakyamuni, en realidad, había logrado la iluminación en el pasado remoto.

15. El término «dos doctrinas» se refiere a las que explican las faltas cometidas por los que se oponen a los devotos del Sutra del loto y los beneficios adquiridos por aquellos que les brindan apoyo.

16. En el capítulo «La Torre de los Tesoros», del Sutra del loto, el buda Muchos Tesoros se presenta a testimoniar la veracidad del sutra. En el capítulo «Poderes sobrenaturales», los budas de las diez direcciones, para corroborar la verdad del sutra, extienden sus anchas y largas lenguas hasta tocar con ellas el cielo de Brahma.

17. En el Sutra Sabio Universal, epílogo del Sutra del loto, el buda Shakyamuni afirma: «En tres meses, ingresaré en el nirvana». Hace el mismo anuncio en una escritura en pali llamada Mahaparinibbana-suttanta (Sutra del gran nirvana). El Daishonin tal vez haya agregado la información sobre la fecha de la muerte del Buda, ya que la tradición budista sostiene que este falleció en esa fecha específica.

18. Sutra del loto, cap. 3.

19. Ib., cap. 6. En este pasaje, la expresión «última reencarnación» indica la existencia en la cual uno se libera de las ilusiones y pone fin a los sufrimientos del nacimiento y la muerte.

20. «Dieciséis shakus», en el original. Véase la nota 4.

21. Cuando un brahmán intentó medir la altura de Shakyamuni con un bastón de bambú, descubrió que el báculo no tenía la longitud suficiente.

22. Movida en el juego de go. Se produce cuando una ficha particular, y todas las fichas que han sido dispuestas sobre el tablero para protegerla, quedan inmovilizadas por la jugada del oponente. En ese momento, se dice que las fichas quedan «muertas».

23. Sutra del loto, cap. 3.

24. Tal como describe el capítulo «Medios hábiles» del Sutra del loto, alusión a los que se marcharon de la asamblea, creyendo que habían comprendido lo que en realidad nunca llegaron a entender.

25. El relato de la serpiente de los siete pasos aparece en Gran comentario sobre el Abhidharma.

26. Sutra del loto, cap. 3.

27. La cifra «sesenta y cuatro» representa el número total de ideogramas que transcribió I-lung, ocho por cada uno de los ocho volúmenes del sutra. «Myoho-renge-kyo» abarca cinco ideogramas, y el número de volumen, otros tres.

28. Sutra del loto, cap. 2. La cita original es en singular, pero se ha adecuado a la redacción del contexto.

29. Tamura es Sakanoue no Tamuramaro (758-811), líder militar conocido como el «Gran general que sojuzga a los bárbaros», por p.550sus campañas triunfales contra los ezo, pueblo nativo del norte del Japón. Esta victoria militar le permitió establecer la autoridad de la Corte Imperial en dicha región del país. Toshihito es Fujiwara no Toshihito (s. f.), distinguido guerrero del clan Fujiwara que vivió durante el período Heian (794-1185). En 915, fue nombrado jefe del cuartel militar del Japón septentrional.

30. Sutra del loto, cap. 11.

31. Se desconoce la fuente.

32. El mundo de lo informe se divide en cuatro reinos; el texto se refiere al más alto de todos ellos. Véase, además, en el Glosario, el término «tres mundos».

33. Palabras y frases del «Sutra del loto».

34. Comentario sobre el «Sutra del nirvana».

35. Sutra del loto, cap. 13.

36. Comentario sobre el «Sutra del nirvana».

37. «Dos islas costeras» se refiere a Iki y a Tsushima, islas situadas frente a la costa de Kyushu.

38. Este dicho figura en varios clásicos chinos, como las Crónicas de Yen Tzu. De acuerdo con ellas, al sur del río Yangtze crecen unos naranjos mandarinos que, si se trasplantan al norte del río Huai, se convierten en naranjos de hojas triples. El relato simboliza el cambio que puede experimentar un ser humano cuando cambia de ambiente.

39. Los infiernos helados se refieren a los ocho infiernos helados que, según se dice, yacen bajo el continente de Jambudvipa.

40. Referencias al grave terremoto que devastó la región de Kamakura en el octavo mes de 1257 y al gran cometa que cruzó el cielo en el séptimo mes de 1264.

41. «Emperador de la era Hui-ch’ang» se refiere a Wu-tsung (814-846), decimoquinto emperador de la dinastía T’ang, adepto al taoísmo. En 845, lanzó una campaña nacional para poner fin al budismo.

42. En la obra Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra se mencionan declaraciones similares del Sutra del nirvana, donde se sugiere que hay que matar a los que actúan contra la Ley. En ese tratado, el Daishonin deja bien claro que tales palabras no deben ser tomadas literalmente; lo que hay que erradicar es la acción contra la Ley, más que a la persona que la comete.

43. Sutra de los reyes soberanos.

44. Sutra del loto, cap. 26.

45. Ib., cap. 14.