Nota de los editores.

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6 de febrero de 2024

Tomo 1 - Conversación entre un venerable y un hombre no iluminado 1ra. Parte


Parte Uno


No es posible eludir la muerte, una vez que se inicia la vida. Todos, desde el Emperador, que es el más noble, hasta el más bajo de los plebeyos, reconocen este hecho innegable, y, sin embargo, ni siquiera una persona en mil o en diez mil toma el asunto con verdadera seriedad o se aflige por ello. Cuando, de pronto, algo nos muestra la fugacidad de la vida, quizá nos atemoriza pensar cuán lejos hemos estado del budismo o lamentamos haber puesto tanto afán en cuestiones seculares.1 Con todo, suponemos que aquellos que nos preceden en la muerte son seres desgraciados, y nos creemos superiores por el hecho de continuar con vida. Vivimos tironeados por los cinco deseos de nuestra naturaleza mundana, entre aquel asunto de ayer y este de hoy. E, incautos, caemos en las trampas de la fama y el provecho material, sin advertir que el tiempo vuela como un corcel blanco que pasa al galope y al que apenas alcanzamos a ver por la rendija de un muro,2 ignorantes como ovejas que marchan al matadero, rehenes sin remedio de nuestra codicia, ávidos de manjares y de atuendos. Finalmente, terminamos hallando la senda de regreso a esa aldea familiar en los tres malos caminos, donde renacemos una y otra vez en los seis estados. ¡Qué persona sensible podría no lamentarse ante esta situación o sustraerse a la congoja!

¡Pero cuidado! Ni jóvenes ni ancianos saben qué suerte les aguarda... Así es la vida en nuestro mundo saha. Los que se encuentran están destinados a decirse adiós; así es la regla en este mundo donde se vive a la deriva...

Aunque no era la primera vez que me asaltaban tales pensamientos, veía [con asombro] a todos los que habían abandonado este mundo en forma intempestiva a comienzos de la era Shoka,3 algunos de ellos dejando hijos pequeños; otros, forzados a abandonar a sus padres ancianos. ¡Cuánta zozobra habrá embargado el corazón de todos ellos al ver que, en la flor de la vida, debían marchar hacia el Manantial Amarillo! Habrá sido doloroso para los que partieron y doloroso para los que quedaron.

La pasión que sintió el Rey de Ch’u por una diosa perduró convertida en tenue nube matinal;4 la tristeza con que Liu recordaba su encuentro con la visitante inmortal hallaba consuelo cuando contemplaba a su séptima generación de descendientes.5 Pero ¿cómo podría alguien como yo librarse de la aflicción? Me veo evocando al poeta de antaño, que confiaba en verse libre de tal pesadumbre por el hecho de ser un rústico 
montañés.6 Hago acopio de mis pensamientos, como los hombres de Naniwa que recogen algas para extraer sal, y tomo el pincel para asentarlos por escrito, como recordatorio para los hombres de las épocas venideras. ¡Cuán triste es, y cuán lamentable! Desde el pasado sin comienzo hemos vivido embriagados por el vino de la ignorancia, renaciendo una y otra vez en los seis caminos de la existencia y experimentando alguna de las cuatro formas de nacer. A veces, jadeamos asfixiados entre las llamas, en el infierno del calor abrasador o en el infierno del gran calor abrasador;7 otras, nos helamos en el infierno del loto carmesí o en el infierno del gran loto carmesí.8 En ocasiones, soportamos el hambre y la sed que atormentan a los que viven en el estado de las entidades hambrientas, sin siquiera oír las palabras «alimento» o «bebida» en quinientas existencias. A veces, recibimos la muerte o sufrimos heridas en el estado de animalidad, como se hieren o se matan las bestias cuando las criaturas pequeñas son devoradas por las más grandes, o las más cortas son engullidas por las de mayor longitud. Por momentos, nos vemos envueltos en la lucha y el conflicto, tan propios del estado de los asuras; a veces, nacemos como seres humanos y experimentamos los ocho sufrimientos: nacer, envejecer, enfermar, morir, separarse de los seres queridos, tener que estar con los que odiamos, no conseguir lo que queremos y sufrir por los cinco componentes del cuerpo y de la mente.9 Y en ocasiones nacemos en el estado de los cielos, y padecemos las cinco señales de decadencia.

Así damos vueltas y vueltas como una noria en estos tres mundos. Aun aquellos que, otrora, compartieron los lazos de padres e hijos, cuando renacen olvidan que fueron padres o que fueron hijos. Aun aquellos que fueron marido y mujer, cuando vuelven a encontrarse no saben que ya se han conocido. Nos dejamos arrastrar como si tuviésemos ojos de carnero; vivimos en la ignorancia como si tuviésemos ojos de lobo. No reconocemos nuestro vínculo anterior con la madre que nos trajo al mundo, ni sabemos en qué momento sucumbiremos a la muerte.

Y, sin embargo, hemos podido nacer en el mundo humano, algo difícil de lograr, y hemos conocido las enseñanzas sagradas de El Que Así Llega, con las que tanto cuesta encontrarse. Somos como la tortuga tuerta que halla un tronco de sándalo flotando a la deriva, con un hueco del tamaño justo para caber en él. ¡Qué lamentable sería, entonces, no aprovechar la oportunidad para cortar los lazos del nacimiento y la muerte, y no intentar liberarnos de la jaula que nos mantiene prisioneros en estos tres mundos!10

En ese momento, se presentó un erudito que dijo así al hombre no iluminado:

—⁠Tiene usted razón en lamentarse así. Pero los que comprenden de tal modo la transitoriedad de este mundo e inclinan su corazón al bien son más extraordinarios que los cuernos del ch’i-lin, mientras que aquellos que no entienden y, en cambio, se entregan a los malos pensamientos son más numerosos que los pelos de una vaca. Si desea que surja en usted la aspiración a la Budeidad y ansía liberarse rápidamente de las aflicciones del nacimiento y la muerte, conozco la doctrina más excelsa que existe a fin de cumplir ese propósito. Si quiere, se la explicaré para que pueda conocerla.

El hombre no iluminado se puso de pie, unió las palmas de sus manos y dijo:

—⁠Llevo tiempo estudiando los clásicos de la literatura secular y dedicando toda mi atención a la poesía, y por eso no tengo un conocimiento detallado de las enseñanzas budistas. Espero que tenga la gentileza de explicármelas, señor.

Entonces, el estudioso repuso:

—⁠Escuche con los oídos de Ling Lun,11 pida prestados los ojos de Li Chu,12 y aquiete su mente; entonces, le expondré esta cuestión. Las enseñanzas sagradas del budismo son nada menos que ochenta mil, pero las más importantes, padre y madre de todas las escuelas, son las referidas a los preceptos y reglas de conducta. En la India, los bodhisattvas Vasubandhu y Ashvaghosha, y en la China, los sacerdotes Hui-k’uang y Tao-hsüan hicieron gran hincapié en ellas. Y en nuestro país, durante el reinado del cuadragésimo quinto soberano —⁠el emperador Shomu⁠—, el reverendo Chien-chen [Ganjin] trajo al Japón las enseñanzas de la escuela Preceptos, junto con las de la escuela T’ien-t’ai, y estableció en el templo Todai-ji una plataforma de ordenación para administrar los preceptos. Desde ese entonces hasta la época actual, dichas reglas han venido respetándose durante años y años, y el honor que se les tributa aumenta día a día.

»En particular, menciono al honorable Ryokan del templo Gokuraku-ji. Desde el supremo gobernante hasta el pueblo raso, todos lo respetan como si fuera El Que Así Llega viviente, y con sólo observar su conducta se ve que ella no va a la zaga de su reputación. Ha dirigido actividades de beneficencia en el puerto de Iijima; en la barrera de Mutsura13 ha gravado el paso con tributos de arroz y ha usado los fondos para construir caminos en varias provincias. Ha levantado barreras en las siete avenidas,14 cobrado peaje a todos los transeúntes y destinado el dinero a edificar puentes en numerosos ríos. Por tales actos de bondad, se lo equipara a El Que Así Llega, y su conducta virtuosa supera la de los venerables de la Antigüedad. Si desea liberarse rápidamente de las aflicciones del nacimiento y la muerte, debe observar los cinco preceptos y los doscientos cincuenta preceptos, ahondar en su amor compasivo por los demás, abstenerse de matar cualquier criatura viviente y, como el honorable Ryokan, dedicarse a construir caminos y puentes. Esta es la mejor enseñanza. ¿Está dispuesto a abrazarla?

El hombre no iluminado unió las palmas de las manos con redoblado fervor y manifestó:

—⁠A decir verdad, siento muchos deseos de adoptarla. Por favor, explíquemela de manera comprensible. Usted habla de cinco preceptos y de doscientos cincuenta preceptos, pero no sé de qué se trata. Por favor, descríbamelos en forma detallada.

—⁠¡Su ignorancia es abismal! —⁠dijo el erudito⁠—. Hasta un niño sabe cuáles son los cinco preceptos y los doscientos cincuenta preceptos. Así y todo, me pondré a explicárselos. Los cinco preceptos prohíben, en primer lugar, matar vidas; en segundo término, robar; en tercer orden, mentir; cuarto, tener relaciones sexuales ilícitas; quinto, beber sustancias que produzcan embriaguez. Los doscientos cincuenta preceptos son numerosos, y por eso no los expondré en esta oportunidad.

Al oír esto, el hombre no iluminado se inclinó en profunda reverencia y, con el mayor respeto, dijo:

—⁠A partir de hoy, me consagraré a esta doctrina de todo corazón.

Este hombre tenía un viejo conocido, un creyente budista laico que hacía vida de retiro, quien vino un día a visitarlo para darle ánimo. Al principio, el visitante habló de cuestiones pasadas comparándolas con un sueño confuso e interminable; luego, habló del futuro señalando cuán inmenso y oscuro era el porvenir, y cuán difícil resultaba predecirlo. Cuando hubo discurrido de este modo para entretener a su interlocutor, una vez expuestas sus propias ideas, agregó:

—⁠La mayoría de los que vivimos en este mundo no podemos dejar de pensar en la próxima existencia. ¿Puedo preguntarle qué clase de doctrina budista ha adoptado para liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte, o para orar por el bienestar de los que ya han partido hacia la otra vida?

—⁠Días atrás, recibí la visita de un sacerdote eminente que me instruyó sobre los cinco preceptos y los doscientos cincuenta preceptos —⁠respondió el hombre no iluminado⁠—. A decir verdad, sus enseñanzas me dejaron hondamente impresionado y me parecieron admirables. Aunque sé que nunca podré igualar al honorable Ryokan, he determinado hacer cuanto esté a mi alcance para reparar caminos en mal estado y construir puentes en ríos demasiado profundos para ser cruzados a pie.

Entonces, el creyente laico le ofreció este consejo:

—⁠Su preocupación por el Camino es encomiable, pero su enfoque es necio. La doctrina que acaba de describirme es la enseñanza inferior del Hinayana. Por eso, el Buda estableció ocho analogías,15 y el bodhisattva Manjushri describió diecisiete diferencias16 entre el Hinayana y el Mahayana. El Buda ha dicho, por ejemplo, que el Hinayana es como la luz de una luciérnaga comparada con el brillo del sol, o como un simple cristal ante una esmeralda. Por otro lado, los maestros de la India, la China y el Japón han escrito no pocos tratados refutando las enseñanzas del Hinayana.

»A continuación, con respecto a la veneración que usted siente por aquellos que observan dichas prácticas, una enseñanza no necesariamente es digna de honor tan sólo porque sus practicantes sean venerados. Por tal motivo, el Buda estableció la admonición: “Seguid la Ley y no a las personas”.17

»He oído decir que los venerables de la Antigüedad que observaban los preceptos no se permitían siquiera pronunciar las palabras “matar” o “acumular”, y que las reemplazaban por algún circunloquio de sonido más puro; y que cuando una mujer hermosa pasaba ante sus ojos, meditaban pensando en un cadáver.18 Pero si examinamos la conducta de los sacerdotes actuales, que supuestamente observan los preceptos, vemos que acumulan sedas, riquezas y joyas, y que su ocupación es prestar dinero a interés. Ya que las doctrinas difieren tanto de las prácticas, ¿quién se atrevería a creer en ellas?

»Y con respecto a este asunto de construir caminos y puentes, sólo ocasiona problemas a la población. Las actividades caritativas del puerto de Iijima y la recaudación tributaria de arroz en la barrera de Mutsura han hecho infelices a muchas personas, y el trazado de barreras a lo largo de las siete rutas ha impuesto penurias a los viajeros en diversas provincias. Son cosas que ocurren frente a sus propios ojos. ¿Acaso no ve lo que sucede?

El hombre no iluminado, al escuchar estas palabras, enrojeció de ira y dijo:

—⁠¡Usted, con su escaso saber, no tiene motivos para hablar mal de un sacerdote eminente y difamar sus enseñanzas! ¿Lo hace a sabiendas o por pura necedad? Su comportamiento es, en verdad, temible...

Pero el creyente laico echó a reír y dijo:

—⁠¡Por todos los cielos, si el necio es usted...! Déjeme explicarle en pocas palabras las ideas distorsionadas de esa escuela. Sepa que, en lo concerniente a la enseñanza budista, existe la división entre el Mahayana y el Hinayana, y que, en lo referente a las escuelas, están las que se basan en enseñanzas provisionales y las que se basan en la enseñanza verdadera. Hace mucho tiempo, cuando el Buda se hallaba exponiendo las doctrinas del Hinayana en el Parque de los Ciervos, este abrió las puertas que conducían a una ciudad fantasma.19 Pero luego, cuando hubo tendido las esterillas para exponer el Sutra del loto sobre el Pico del Águila, aquellas doctrinas tempranas dejaron de prestar utilidad.

El hombre no iluminado miró al creyente laico con perplejidad y comentó:

—⁠Las pruebas documentales y la evidencia de los hechos parecen sustentar lo que usted dice. Pero, entonces, ¿qué clase de enseñanza budista debería uno abrazar para liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte, y obtener rápidamente la Budeidad?

—⁠Aunque apenas soy un laico —⁠replicó el otro⁠—, me he dedicado con seriedad a la práctica del budismo y, desde la época de mi juventud, pude escuchar las palabras de muchos maestros, como así también leer numerosas escrituras sagradas. Para los que vivimos en esta última época, perpetradores del mal en todas sus expresiones, nada puede compararse con las enseñanzas del Nembutsu que conducen a renacer en la Tierra Pura. Así pues, el supervisor sacerdotal Eshin ha dicho: «Las enseñanzas y prácticas que conducen a renacer en la Tierra de la Perfecta Felicidad son los ojos y los pies de los que vivimos en esta época impura».20 El honorable Honen reunió los pasajes esenciales de los diversos sutras y propagó la doctrina de la devoción exclusiva a la práctica del Nembutsu. En particular, los votos originales21 del buda Amida superan los de todos los demás budas en valor e importancia. Desde el primer juramento —⁠que los tres malos caminos dejarán de existir en su tierra⁠— hasta el último —⁠que a los bodhisattvas se les permitirá alcanzar las tres clases de percepción⁠—22 todos los votos misericordiosos de Amida han sido muy bienvenidos. Pero el decimoctavo es particularmente eficaz para nosotros. Además, aun cuando no se excluya a los que han cometido las diez malas acciones o las cinco faltas capitales, tampoco se hace distinción alguna entre los que han recitado el Nembutsu sólo una vez y quienes lo han hecho muchas veces. Por tal razón, todos, desde el gobernante hasta el pueblo, favorecen esta escuela mucho más que cualquier otra. Y ¡qué infinidad de personas han logrado renacer en la Tierra Pura gracias a ello!

El hombre no iluminado expresó:

—⁠Es verdad que uno debería avergonzarse de lo pequeño y aspirar a lo grande; abandonar lo superficial y abrazar lo profundo. Esto no sólo es un principio budista, sino también una regla del mundo secular. Por lo tanto, me gustaría adoptar, sin demora, la fe en esta escuela que usted describe. Por favor, explíqueme sus principios en detalle. Dice que ni siquiera los que han cometido las cinco faltas capitales o las diez malas acciones quedan excluidos del juramento misericordioso del Buda. ¿Cuáles son —⁠si se me permite preguntar⁠— las cinco faltas capitales y las diez malas acciones?

—⁠Las cinco faltas capitales —⁠respondió el docto creyente laico⁠— son matar al padre, matar a la madre, matar a un arhat, derramar la sangre de un buda y romper la armonía de la Orden budista. Y con respecto a las diez malas acciones, hay tres actos que corresponden a la acción física; cuatro, a los actos verbales, y tres, al pensamiento. Los tres primeros son matar, robar y mantener relaciones sexuales ilícitas. Los cuatro siguientes son mentir, adular, difamar y ser hipócrita. Y los tres últimos son la codicia, el odio y la estupidez.

—⁠Ya entiendo —⁠dijo el hombre no iluminado⁠—. A partir de hoy, depositaré toda mi confianza en el poder del buda Amida, para que este me haga renacer en la Tierra Pura.

No mucho tiempo después, otro creyente de la escuela esotérica, muy diligente en la práctica de sus enseñanzas, acudió también a visitar al hombre no iluminado para reconfortarlo. Al principio, habló sólo de «palabras insensatas» y de «frases ornamentadas»,23 pero, al final, discurrió sobre las diferencias entre las escuelas budistas exotéricas y las escuelas budistas esotéricas. Preguntó al hombre no iluminado:

—⁠¿Qué clase de doctrina budista practica usted, y qué sutras y tratados lee y recita?

—⁠En tiempos recientes, a partir de la enseñanza de un creyente laico que conozco —⁠replicó el hombre no iluminado⁠— me dediqué a leer los tres sutras de la Tierra Pura, y llegué a confiar profundamente en Amida, señor del Paraíso Occidental.

—⁠Hay dos clases de enseñanzas budistas —⁠dijo el practicante⁠—: exotéricas y esotéricas. Las doctrinas más profundas dentro de las enseñanzas exotéricas no pueden compararse siquiera con los niveles más elementales de las enseñanzas esotéricas. A juzgar por sus palabras, deduzco que está practicando la enseñanza exotérica establecida por Shakyamuni. Pero la doctrina que yo sigo es la enseñanza secreta de Mahavairochana, Rey de la Iluminación. Si realmente teme a la casa en llamas que son los tres mundos en que vivimos, y ansía la espléndida Tierra de la Luz Tranquila, debería hacer a un lado de inmediato las enseñanzas exotéricas y tener fe en las esotéricas.

El hombre no iluminado dijo, con profundo asombro:

—⁠Nunca había oído hablar de esta distinción entre doctrinas exotéricas y esotéricas. ¿Cuáles son las primeras? ¿Y cuáles, las segundas?

—⁠Soy una persona necia y de escasa capacidad, y no tengo saber alguno —⁠respondió el practicante⁠—. Así y todo, quisiera citar uno o dos pasajes para ver si ellos disipan su ignorancia. Las enseñanzas exotéricas son las doctrinas que, en respuesta al pedido de Shariputra y de otros discípulos, predicó El Que Así Llega del cuerpo manifiesto. Pero las enseñanzas esotéricas son las que en forma espontánea predicó MahavairochanaEl Que Así Llega del cuerpo del Dharma, a partir de la alegría sin límites que le produjo la Ley, ante su interlocutor Vajrasattva. Estas enseñanzas constituyen el Sutra Mahavairochana y otros que forman, en conjunto, los tres sutras esotéricos.24

—⁠Lo que usted dice parece razonable —⁠comentó el hombre no iluminado⁠—. Creo que debería corregir mi equivocación anterior y abrazar sin demora estas enseñanzas más meritorias.

Pero luego, casi sin que nadie lo advirtiera, llegó al lugar un sacerdote mendicante, que deambulaba de provincia en provincia como hierba flotante, y vagaba de un distrito al otro como maleza que rueda. Se detuvo en el portón, inclinado sobre el pilar, sonriendo pero sin decir palabra.

El hombre no iluminado, azorado ante esta aparición, le preguntó que deseaba. Al principio, el sacerdote no respondió, pero al oír que el otro repetía la pregunta, dijo:

—⁠La luna es difusa y lejana; el viento, vigoroso y ululante.

Su aspecto se apartaba de lo corriente, y sus palabras no tenían sentido. No obstante, el hombre no iluminado le preguntó por el principio supremo que ellas contenían, y supo que representaban las enseñanzas del Zen, tal como se las exponía en el mundo en esa época.

Observó el aspecto físico del monje, escuchó sus palabras y le preguntó qué consideraba una buena causa para ingresar en el Camino del Buda. El sacerdote mendicante replicó:

—⁠Las enseñanzas de los sutras son un dedo que apunta a la luna. Sus redes doctrinales son disparates capturados en palabras. Pero hay una enseñanza que le permitirá hallar reposo en la naturaleza esencial de su propia mente; se la llama Zen.

—⁠Me gustaría saber algo acerca de ella —⁠dijo el hombre no iluminado.

—⁠Si, en verdad, su intención es seria y sincera —⁠repuso el monje⁠—, debe situarse frente a una pared, realizar la meditación en posición sentada del Zen y despejar la luna de su mente primordial. Hay algo evidente a la vista de todos, y es que el linaje de los veintiocho patriarcas del Zen fue transmitido sin interrupción en la India, y que la línea de sucesión se perpetuó a través de los seis patriarcas25 de la China. Sería muy lamentable que usted no comprendiera lo que ellos enseñaron y permaneciera capturado en las redes de la doctrina. Ya que la mente es el Buda, y el Buda no es más que la mente, ¿qué buda podría haber fuera de usted mismo?

Cuando el hombre no iluminado escuchó estas palabras, comenzó a ponderar varios puntos y a considerar en silencio los principios que le habían transmitido.

—⁠Hay muchas doctrinas budistas diferentes —⁠dijo entonces⁠—, y es muy difícil determinar cuáles de ellas son sólidas, y cuáles no lo son. Es natural que el bodhisattva Lamento Perpetuo haya partido hacia el este para indagar la verdad, que el niño Buenos Tesoros haya marchado al sur en pos de ella, que el bodhisattva Rey de la Medicina se haya quemado los brazos como ofrenda y que el asceta Aspiración a la Ley se haya arrancado la piel. Un buen maestro es, realmente, difícil de hallar. Algunos dicen que uno debería basarse en las enseñanzas de los sutras, mientras que, para otros, la verdad yace fuera de las escrituras. A la hora de ponderar los aciertos y errores de tales doctrinas, quien aún no ha escrutado las profundidades del budismo y permanece contemplando las aguas de la Ley se encuentra preguntándose cuán hondas serán; el que evalúa a un maestro lo hace con la inquietud del que camina sobre hielo delgado. Por eso, el Buda nos dejó estas palabras de oro: «Seguid la Ley y no a las personas», y por eso se dice que los que encuentran la enseñanza correcta son tan pocos como los granos de tierra que caben sobre una uña. Si hubiera alguien que supiese cuáles enseñanzas budistas son verdaderas y cuáles, falsas, debería ir en busca de esa persona, adoptarla como maestro y tratarla con el debido respeto.

Dicen que nacer en el mundo de los seres humanos es tan difícil como enhebrar una aguja haciendo descender un hilo desde los cielos, y que ver y escuchar las enseñanzas del Buda entraña la misma dificultad que tiene una tortuga tuerta para hallar un tronco a flote con un agujero del tamaño exacto para caber en él. Consciente de todo ello y a sabiendas de que uno debe considerar el cuerpo como algo insignificante y la Ley como algo supremo, el hombre no iluminado escaló numerosas montañas, y fue de un templo a otro hasta donde lo llevaron sus pies. Entonces, arribó a una caverna de roca, situada justo delante de unas verdes montañas. El viento soplaba entre los pinos desgranando una melodía de eternidad, felicidad, verdadera identidad y pureza. Frente a la gruta corría un arroyo de aguas burbujeantes, del color de la esmeralda, cuyo oleaje lamía la ribera y evocaba con sus ecos la perfección de esas cuatro virtudes. Un manto de flores recubría el valle profundo con el matiz del verdadero aspecto del Camino Medio, y los ciruelos, que comenzaban a dar flor en la amplia pradera, parecían exudar la fragancia de los tres mil aspectos. Era un cuadro sublime, que las palabras no alcanzarían a describir ni el pensamiento a imaginar. Uno habría creído estar en el sitio donde moraron los cuatro ancianos eremitas del monte Shang, o donde algún buda de tiempos antiguos hubiera paseado después de meditar. Allí los amaneceres se adornaban de nubes venturosas, y los ocasos se teñían de una mística luz, ¡ah!, como la mente no lograría concebir, ni las palabras, expresar.

El hombre no iluminado merodeó por el lugar apreciando lo que sus ojos veían, ora deteniéndose a cavilar, ora retomando el paso. De pronto, dio con un venerable. Prestó atención a sus actos y comprendió que recitaba el Sutra del loto. Halló que su voz lo conmovía hondamente y se puso a observarlo por la ventana de la gruta silenciosa. Lo halló meditando sobre el profundo significado del sutra, con los codos posados sobre el escritorio.

El venerable, advirtiendo que el hombre no iluminado iba en busca de la Ley, preguntó con actitud cordial:

—⁠¿Qué lo ha traído a esta caverna en lo profundo de la montaña?

—⁠Es que doy poca importancia a la vida, y gran estima a la Ley —⁠replicó el otro.

—⁠¿Qué práctica lleva usted a cabo? —⁠lo interrogó el venerable.

El hombre no iluminado respondió:

—⁠He vivido toda mi existencia en el polvo del mundo secular, sin haber aprendido aún a liberarme de los sufrimientos del nacimiento y la muerte. Sin embargo, di con varios buenos maestros, quienes me enseñaron, primero, las reglas de la disciplina y, luego, las doctrinas del Nembutsu, la escuela Palabra Verdadera y el Zen. Con todo, habiendo aprendido tales enseñanzas, no he podido determinar si eran verdaderas o falsas.

—⁠Cuando escucho sus palabras —⁠manifestó el venerable⁠—, siento la razón de lo que expresan. En efecto, valorar escasamente la vida y en gran medida la Ley es la enseñanza de los venerables de antaño, de la cual tengo cabal conocimiento.

»Desde el reino donde no existen el pensamiento ni el no pensamiento,26 situado más allá de las nubes, hasta el fondo más profundo del infierno, ¿hay algún ser que asome a la vida y logre escapar de la muerte? Así pues, incluso en los escritos seculares, no iluminados, leemos: «Aunque uno emprenda el viaje de la vida al amanecer, orgulloso del bello rubor de sus mejillas, cuando caiga el sol será una pila de blancos huesos pudriéndose en algún páramo».27 Aunque uno se codee con lo más granado de la aristocracia cortesana y luzca elegantes peinados, altos como nubes, o haga aletear sus mangas al caminar como etéreos copos de nieve, si se detiene a pensarlo verá que tales deleites son sólo un sueño dentro de un sueño. En definitiva, uno termina descansando bajo un manto de hierba, al pie de las colinas, y comprendiendo que, en la senda hacia la otra vida, de nada sirven todos esos estrados y recintos enjoyados, y colgantes de brocado. Con el tiempo, la célebre belleza de Ono no Komachi28 y de Soto’ori Hime,29 espléndida como las flores, acabó desintegrándose bajo el viento de la transitoriedad. Fan K’uai y Chang Liang, diestros en las artes marciales, en última instancia terminaron padeciendo bajo los azotes de los guardianes infernales. Por eso, los hombres sensibles de otros tiempos escribieron poemas como estos:


»¡Qué triste, el humo de los atardeceres

desde el monte Toribe!

Los que despiden a sus muertos

¿cuánto más durarán?30

 

»El rocío en el borde de las ramas,

las gotas en el tronco,

tarde o temprano

de este mundo se irán.31


»Esta regla de la existencia, por la cual quien no muere antes habrá de hacerlo después, no debería sorprenderlo a esta altura de su vida. Pero lo que debería ansiar, más que ninguna otra cosa, es el Camino del Buda. Y lo que debería buscar sin descanso son las enseñanzas de los sutras. A juzgar por lo que usted me cuenta sobre las doctrinas budistas que ha llegado a conocer, veo que algunas de ellas pertenecen a la división del Hinayana, y otras, al Mahayana. Pero, sin considerar de momento cuáles son superiores o inferiores, puedo decir que la práctica de tales enseñanzas, lejos de liberarlo, lo conducirá a renacer en los malos caminos.

Al escuchar esto, el hombre no iluminado exclamó sorprendido:

—⁠¿Pero acaso las enseñanzas sagradas que el Buda expuso durante toda su existencia no fueron concebidas para beneficiar a los seres vivos? Desde la época en que se predicó el Sutra de la guirnalda de flores en los siete lugares y las ocho asambleas, hasta la ceremonia en que se expuso el Sutra del nirvana a orillas del río Ajitavati, todas las doctrinas salieron de boca del mismísimo buda Shakyamuni. Aun cuando sólo sea posible distinguir entre ellas pequeñas diferencias comparativas de mérito, ¿cómo decir que alguna nos hará renacer en los malos caminos?

—⁠Las enseñanzas sagradas que proclamó El Que Así Llega en el transcurso de su vida —⁠replicó el venerable⁠— pueden dividirse en provisionales o verdaderas, y en doctrinas del Hinayana o del Mahayana. Además, otra clasificación las identifica como exotéricas y esotéricas. Como vemos, no todas pertenecen a la misma clase. Por el momento, permítame que le explique la naturaleza general de las enseñanzas para, así, aclarar su confusión.

»A sus diecinueve años, Shakyamuni —⁠señor de las enseñanzas en los tres mundos⁠— se marchó de la ciudad de Gaya y se retiró al monte Dandaka,32 donde llevó a cabo diversas austeridades, tan difíciles como penosas. A los treinta años logró la iluminación y, en ese momento, instantáneamente erradicó las tres categorías de ilusiones, y puso fin a la larga noche de la ignorancia. Uno pensaría que, en ese momento, debió haber predicado el vehículo único del Sutra del loto de la Ley prodigiosa para cumplir su juramento primordial. Pero él sabía que la capacidad de todas las personas no era la misma, y que sus interlocutores no tenían la receptividad necesaria para entender el vehículo de la Budeidad. Por eso, dedicó más de cuarenta años, desde entonces, a desarrollar la capacidad innata de los seres humanos. Y cuando lo hubo hecho, en los últimos ocho años de su vida, cumplió el propósito de su advenimiento a este mundo predicando el Sutra del loto de la Ley prodigiosa.

»Fue así como a los setenta y dos años el Buda predicó el Sutra de los infinitos significados como introducción del Sutra del loto, y allí señaló: “En el pasado, me senté erguido en el lugar de la meditación durante seis años, bajo el árbol bodhi, y pude adquirir la suprema y perfecta iluminación. Con el ojo del Buda, observé todos los fenómenos y supe que esta iluminación no podía explicarse ni describirse. ¿Por qué? Porque supe que la naturaleza y los deseos de las personas no son los mismos. Y porque la naturaleza y los deseos de las personas no son los mismos, prediqué la Ley de muy diversas maneras. Para predicarla de muy diversas maneras, empleé el poder de medios hábiles. Pero en estos más de cuarenta años, todavía no he revelado la verdad”.

»El significado de este pasaje es que el Buda, a los treinta años, sentado bajo el árbol bodhi en el lugar de la iluminación, observó la capacidad espiritual de todos los seres vivos valiéndose de su ojo de Buda, y comprendió que no era el momento propicio para predicarles el Sutra del loto, que revela la vía directa hacia el logro de la Budeidad en todos los seres vivos. Por lo tanto, así como uno menea el puño vacío para entretener a un bebé, él recurrió a diversos medios hábiles y, durante los cuarenta años siguientes, se abstuvo de revelar la verdad. De tal manera, definió el período de las enseñanzas preparatorias tan claramente como el ascenso del sol sobre el firmamento azul o la aparición de la luna en la negra noche.

»En vista de esta cita, ¿por qué deberíamos aferrarnos a las enseñanzas provisionales anteriores al Sutra del loto —⁠doctrinas que el mismísimo Buda definió como vacías⁠— sabiendo que esto nos hará regresar a la vieja morada de siempre en los tres mundos, siendo que con tanta facilidad podríamos enfocar esa misma fe en el Sutra del loto?

»Así pues, en el capítulo “Medios hábiles”, en el primer volumen del Sutra del loto, el Buda dice: “Descartando honestamente los medios hábiles, predicaré sólo el Camino insuperable”. Este pasaje indica que uno debería desechar con actitud sincera las enseñanzas predicadas por el Buda en los cuarenta y dos años anteriores; es decir, las doctrinas presentes en los sutras de las escuelas Nembutsu, Palabra Verdadera, Zen y Preceptos.

»El significado de esas palabras es sobradamente claro. Y, además, está la advertencia del capítulo “Parábolas y semejanzas”, en el segundo volumen, que destaca “el único deseo de aceptar y abrazar el sutra del gran vehículo y no aceptar una sola estrofa de los demás sutras”. Esta frase nos exhorta a no aceptar ni una sola estrofa de ningún otro sutra, salvo el Sutra del loto, sea cual fuere el año en que hayan sido predicados.

»Las diversas doctrinas de las ocho escuelas son numerosas como las orquídeas o los crisantemos; a su vez, los sacerdotes y creyentes laicos difieren mucho en su aspecto; sin embargo, unas y otros coinciden en sostener que valoran el Sutra del loto. Pero ¿cómo interpretan, entonces, los pasajes del sutra que acabo de citar? En ellos se nos exhorta a “descartar honestamente” las enseñanzas anteriores y se nos prohíbe aceptar incluso una sola estrofa de los otros sutras. Pero ¿acaso las doctrinas de las escuelas Nembutsu, Palabra Verdadera, Zen y Preceptos no se basan en los “otros sutras”?

»Ahora bien, este Sutra del loto de la Ley prodigiosa del que he estado hablando representa la verdadera razón por la cual todos los budas hacen su aparición en el mundo, y enseña el camino directo hacia el logro de la Budeidad en todos los seres vivos. El buda Shakyamuni se lo encomendó a sus discípulos; el buda Muchos Tesoros dio testimonio de su veracidad, y los demás budas extendieron sus lenguas en dirección al cielo de Brahma, proclamando: “¡Todo lo que has expuesto [Shakyamuni] es la verdad!”.33 Cada ideograma de este sutra representa la verdadera intención de los budas, y cada uno de sus trazos presta ayuda a todos aquellos que repiten el ciclo de nacimiento y muerte. No hay en él una sola palabra que falte a la verdad.

»Los que no acatan las advertencias de este sutra ¿no estarían, en cierto modo, cortando la lengua a los budas y engañando a los sabios y venerables? Es una falta en verdad temible. Por eso, en el segundo volumen se dice: “El que no tiene fe en este sutra y, en cambio, actúa contra él, inmediatamente destruirá todas las semillas que le permitirán ser un buda en este mundo”.34 El significado de esta cita es que si uno se pone en contra de una sola estrofa o frase de este sutra, será culpable de un crimen equivalente al de matar a todos los budas de las diez direcciones y de las tres existencias: pasado, presente y futuro.

»Si usamos las enseñanzas de los sutras como espejo para observar nuestro mundo actual, veremos que es muy difícil hallar a alguien que no traicione el Sutra del loto. Y si entendemos el significado de tales asuntos, vemos que ni siquiera una persona incrédula puede evitar renacer en el infierno del sufrimiento incesante. ¡Cuánto peor será en el caso de alguien como el honorable Honen, fundador de la escuela Nembutsu, quien exhortó a la población a descartar el Sutra del loto en favor del Nembutsu! ¿Dónde, pregunto yo, en los cinco mil o siete mil volúmenes de los sutras aparece una sola frase que nos enseñe a descartar el Sutra del loto?

»El reverendo Shan-tao, respetado como practicante que logró iluminarse mediante la práctica de la meditación y atesorado como encarnación viviente del buda Amida, designó cinco clases de prácticas secundarias que había que abandonar, y dijo que “ni una sola persona en mil” podía ser salvada mediante el Sutra del loto; con eso quiso decir que si mil personas depositan la fe en ese sutra, ni una sola de ellas logrará la Budeidad. Y sin embargo, en el Sutra del loto leemos: “Si hay personas que escuchan la Ley, ni una sola dejará de lograr la iluminación”.35 Esto indica que si escuchan este sutra, todos los seres de los diez estados, cada uno con su ambiente, entrarán en el Camino del Buda. Por eso, el sutra predice que Devadatta, aun habiendo cometido las cinco faltas capitales, en el futuro llegará a ser un buda llamado El Que Así Llega Rey Celestial, y afirma que la hija del Rey Dragón, aun siendo mujer sujeta a los cinco impedimentos y presuntamente incapaz de lograr la Budeidad, pudo entrar al instante en el Camino del Buda en el reino meridional. De tal suerte, hasta el escarabajo estercolero puede escalar los seis niveles de la práctica sin quedar excluido, en modo alguno, de lograr la Budeidad.36

»De hecho, las palabras de Shan-tao y los pasajes del Sutra del loto son tan distintos entre sí como el cielo y la tierra, y tan diferentes como las nubes y el fango. ¿A cuáles deberíamos seguir? Si nos detenemos a ponderar la lógica de la cuestión, comprendemos que Shan-tao es el enemigo mortal de todos los budas y sutras, y el oponente de los sabios sacerdotes y de los humildes creyentes laicos. Si las palabras del Sutra del loto son veraces, ¿de qué modo podríamos escapar del infierno del sufrimiento incesante?

Al escuchar tales reflexiones, el hombre no iluminado enfureció y dijo:

—⁠¿Cómo se atreve usted, un hombre de la más humilde formación, a expresar acusaciones tan desagradables? Me cuesta mucho juzgar si sus palabras provienen del esclarecimiento o de la ilusión, y si lo que usted dice responde a criterios lógicos. Bien nos haría recordar que, según la creencia, el reverendo Shan-tao fue un cuerpo transmutado de Amida El del Buen Logro,37 o de su asistente, el bodhisattva Gran Poder. Y lo mismo se afirma del honorable Honen, a quien la creencia le atribuye ser una reencarnación de Shan-tao. Todos ellos fueron hombres descollantes de los tiempos pasados que gracias a su práctica religiosa pudieron adquirir méritos extraordinarios y alcanzar el más profundo nivel de entendimiento. ¿Cómo puede ser que estas personas hayan caído en los malos caminos?

—⁠Lo que dice es correcto —⁠respondió el venerable⁠—; también yo sentía un hondo respeto por estos hombres y creía en ellos como lo hace usted. Pero, en cuestiones de doctrina budista, uno no puede sacar conclusiones apresuradas tomando como único criterio la eminencia de la persona involucrada. Lo primero que hay que considerar es la palabra de los sutras. No desmerezca una enseñanza tan sólo porque aquel que la predica es de humilde posición. El zorro del reino de Bima que recitaba la estrofa de doce ideogramas «Hay quienes aman la vida y odian la muerte; hay quienes aman la muerte y odian la vida» fue proclamado maestro por la deidad Shakra;38 y el demonio que recitó la estrofa de dieciséis ideogramas que dice «Todo es mutable, nada es constante» fue tratado con suma deferencia por el niño Montañas Nevadas. Y esto ocurrió no porque el zorro o el demonio fuesen eminentes, sino por respeto a las doctrinas que ellos exponían.

»Por ende, nuestro padre benevolente, el buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas, afirmó en el sexto volumen del Sutra del nirvana, su última enseñanza predicada en el bosque de árboles sal: “Seguid la Ley, y no a las personas”. Aun cuando las enseñanzas budistas provengan de grandes bodhisattvas como Sabio Universal y Manjushri, hombres que regresaron39 al estadio de la iluminación casi perfecta, si estos no enseñan con el texto del sutra en la mano, uno no debería prestarles atención.

»El gran maestro T’ien-t’ai señala: “Deberá asentarse y darse a conocer aquello que […] concuerde con los sutras. Pero no deberá darse crédito a nada que no […] concuerde con los sutras, ya sea en su texto o en su contenido”.40 Aquí vemos que uno debería aceptar lo que está dicho con claridad en el texto de los sutras, y descartar todo lo que no pueda ser fundamentado en ellos. El gran maestro Dengyo expresó: “Depended de la prédica del Buda, y no de las doctrinas transmitidas posteriormente en forma oral”,41 en torno a la misma idea que T’ien-t’ai había expuesto en su comentario. Y el bodhisattva Nagarjuna dice que uno debería basarse en tratados fieles a los sutras, mas no en aquellos que distorsionan las escrituras.42 Y aun dentro de los mismos sutras, esta cita puede interpretarse como una indicación a descartar las enseñanzas provisionales predicadas antes que el Sutra del loto, y depositar la fe en este último sutra. Así pues, tanto los sutras como los tratados dejan perfectamente claro que uno debería descartar todas las demás escrituras, a excepción del Sutra del loto.

»En ninguna parte dentro de los cinco mil o siete mil volúmenes de sutras enunciados en el catálogo de la era K’ai-yüan,43 hallamos un solo pasaje de las escrituras que exprese desaprobación al Sutra del loto y que aconseje descartarlo o rechazarlo; tampoco hay una sola cita que diga que debe clasificárselo como parte de las prácticas secundarias y, por tal motivo, abandonárselo. Y si usted discrepara, le convendría hallar algún fragmento confiable en los sutras con el cual fundamentar su posición, para rescatar así a Shan-tao y a Honen de sus tormentos en el infierno del sufrimiento incesante.

»Los practicantes del Nembutsu en la época actual —⁠tanto sacerdotes como mujeres y hombres laicos⁠— no sólo transgreden las palabras de los sutras, sino que, además, contrarían las indicaciones de sus propios maestros. Shan-tao redactó un comentario donde describe cinco tipos de prácticas secundarias que los fieles del Nembutsu deberían descartar. Con respecto a tales prácticas secundarias, en Escoger el Nembutsu sobre todas las cosas leemos: “[Shan-tao declara lo siguiente:] ‘En relación con la primera de las prácticas secundarias, la de leer y recitar los sutras, se considerará práctica secundaria la adopción, lectura y recitación de todos los demás sutras, del Mahayana o del Hinayana, exotéricos o esotéricos, excepto la recitación del Sutra de la meditación sobre el buda Vida Infinita y de los demás sutras que predican el renacimiento en la Tierra Pura. […] Con respecto a la tercera de las prácticas secundarias, que es la de la veneración, se considerará práctica secundaria la veneración o culto a todo otro buda o bodhisattva, o deidad de este mundo, con excepción de la veneración al buda Amida. Con respecto a la cuarta de las prácticas secundarias, la de invocar el nombre, se considerará práctica secundaria la invocación del nombre de cualquier otro buda o bodhisattva, o deidad de este mundo, salvo la del buda Amida. Con respecto a la quinta práctica secundaria, la de alabar y dar ofrendas, se considerará práctica secundaria la alabanza y la donación de ofrendas a cualquier otro buda o bodhisattva, o deidad de este mundo, salvo la alabanza y la donación de ofrendas dirigidas al buda Amida’”.

»Este comentario explica que, con respecto a la primera práctica secundaria, la de leer y recitar sutras, hay reglas fijas para los sacerdotes y practicantes laicos del Nembutsu, hombres o mujeres, acerca de cuáles sutras deben leerse y cuáles, no. Entre las escrituras cuya lectura hay que evitar están el Sutra del loto, el Sutra de los reyes benevolentes, el Sutra Maestro de la Medicina, el Sutra de la gran compilación, el Sutra del corazón, el Sutra de la mujer que nació como hombre para llegar a ser un buda y el Sutra de la prolongación de la vida de la Osa Mayor. Y, en particular, de los ocho volúmenes del Sutra del loto, hay que evitar el Sutra Percibir los Sonidos del Mundo,44 ampliamente leído por muchas personas. Si uno llegase a leer una sola frase o estrofa de estas escrituras, aunque fuese un devoto practicante del Nembutsu, caería dentro del grupo de seguidores de enseñanzas secundarias, y no podría renacer en la Tierra Pura. Sin embargo, al observar el mundo con mis propios ojos, veo entre los que entonan el Nembutsu muchos que leen esos sutras diversos, y que, por tal motivo, contradicen la enseñanza de sus maestros y cometen alguna de las siete faltas capitales.45

»Por añadidura, en el pasaje referido a la tercera clase de práctica secundaria, la veneración, se dice que, con excepción del culto a Amida flanqueado por los dos bodhisattvas honorables,46 honrar o venerar a cualquiera de los budas, bodhisattvas, deidades celestiales o deidades benevolentes antes mencionados es una práctica secundaria, prohibida para los seguidores del Nembutsu. Pero el Japón es una tierra de deidades, creada por las augustas divinidades Izanagi e Izanami;47 además, la Diosa del Sol se digna escoger este país como morada y, desde hace muchísimos años, hasta el día de hoy, el río Mimosuso48 sigue fluyendo [a través de las tierras en donde está emplazado su santuario]. ¿Cómo podría alguien nacido en este país prestar oídos a una doctrina tan errónea? Por otro lado, como hemos nacido bajo el cielo que nos envuelve a todos y recibimos los beneficios de las tres clases de cuerpos luminosos —⁠el Sol, la Luna y las estrellas⁠—, sería algo temible faltar al respeto a las deidades de estos cuerpos celestes.

»Además, en el pasaje referido a la cuarta clase de práctica secundaria, la de invocar el nombre, dice que hay ciertos nombres de budas y bodhisattvas que los creyentes del Nembutsu deben invocar, y otros que deben abstenerse de mencionar. Los que hay que entonar son los del buda Amida y sus dos honorables asistentes. Los que no deben invocar son los de ShakyamuniMaestro de la MedicinaMahavairochana y otros budas; los de los bodhisattvas Acervo de la TierraSabio Universal y Manjushri; los de las deidades del Sol, la Luna y las estrellas, y los de aquellas otras deidades entronizadas en los santuarios de Izu y Hakone, Mishima, Kumano y Haguro; y tampoco los de la Diosa del Sol y el gran bodhisattva Hachiman. Si alguien llegase a recitar cualquiera de estos nombres, aunque entonase el Nembutsu cien mil veces o un millón de veces, por haber cometido el error de pronunciar el nombre de uno de tales budas, bodhisattvas, deidades del Sol y de la Luna y otras deidades, caerá en el infierno del sufrimiento incesante y no podrá renacer en la Tierra Pura. Pero cuando observo el mundo, veo creyentes del Nembutsu que entonan los nombres de todos esos budas, bodhisattvas, deidades celestiales y deidades benevolentes. También en este sentido contradicen las instrucciones de sus propios maestros.

»En el párrafo referido a la quinta práctica secundaria, la de elogiar y dar ofrendas, a los creyentes del Nembutsu se les indica hacer ofrendas al buda Amida y a sus dos bodhisattvas asistentes. Pero si llegasen a ofrendar un ápice de incienso o unas pocas flores a los budas, bodhisattvas o deidades celestiales y benevolentes antes nombrados, aunque hubieran acumulado méritos encomiables mediante la práctica del Nembutsu, a causa de ese error cometido quedarían calificados como personas que realizan prácticas secundarias. Y así y todo, cuando observo el mundo, veo que los creyentes del Nembutsu visitan varios santuarios y ofrendan banderolas de papel o de tela, y que entran en diversos santuarios budistas donde se inclinan en reverencia. En esto, también, contradicen las indicaciones de sus maestros. Si duda de lo que digo, examine el texto de Escoger el Nembutsu sobre todas las cosas. Es muy claro acerca de estas cuestiones.

»Además, en el Sutra de la enseñanza sobre la meditación,49 del reverendo Shan-tao, se afirma: «Con respecto a las bebidas espirituosas, la carne y los cinco alimentos de sabores intensos,50 uno debe jurar que jamás los tocará ni dejará que entren en su boca. Y prometer: “¡Si faltase a estas palabras, que el cuerpo y la boca se me cubran de pústulas!”». El significado de esta indicación es que los creyentes del Nembutsu, hombres y mujeres laicos, monjas y sacerdotes por igual, no deben beber vino ni comer pescado o carne de ave. Y, además, tampoco han de comer los cinco alimentos de sabores intensos, que son picantes o tienen fuerte aroma, como el puerro o el ajo. Si algún creyente del Nembutsu desobedeciera esta regla, en esta existencia vería su cuerpo cubrirse de llagas, y en la próxima existencia caería en el infierno del sufrimiento incesante. Sin embargo, pese a esta admonición, vemos que muchos practicantes del Nembutsu —⁠hombres y mujeres laicos, sacerdotes y monjas⁠— hacen caso omiso de esta prohibición y beben vino, y comen pescado y carne de ave como les viene en gana. Es como si se tragaran cuchillos para lastimarse por dentro, ¿verdad?

Al oír tales palabras, el hombre no iluminado dijo:

—⁠Por cierto, ahora que escucho su descripción de la doctrina, veo que aun cuando la enseñanza del Nembutsu pudiese llevarnos a renacer en la Tierra Pura, sus mandamientos y prácticas son muy difíciles de mantener. Y, desde luego, como los sutras y tratados en los que se basa pertenecen a la categoría de las enseñanzas provisionales, queda claro a todas luces que la escuela Nembutsu jamás puede conducir al renacimiento en la Tierra Pura. Pero no veo razón para repudiar las enseñanzas de la escuela Palabra Verdadera. El Sutra Mahavairochana constituye la enseñanza secreta de Mahavairochana, Rey de la Iluminación. Vino transmitiéndose en forma ininterrumpida desde Mahavairochana El Que Así Llega hasta Shan-wu-wei y Pu-k’ung. Y, en el Japón, el gran maestro Kobo propagó las enseñanzas referidas a los mandalas del Reino de Diamante y del Reino de la Matriz. Son enseñanzas secretas y arcanas que se refieren a los treinta y siete honorables.51 Por ende, ni siquiera las doctrinas más profundas pertenecientes a las enseñanzas exotéricas pueden compararse con los niveles elementales de las enseñanzas esotéricas. Por eso, el gran maestro Chisho del templo Goto-in52 señaló en su comentario: «Ni siquiera el Sutra del loto puede compararse [con el Sutra Mahavairochana], así que mucho menos pueden hacerlo otras doctrinas».53 ¿Cuál es su opinión sobre este particular?

—⁠Al principio —⁠respondió el venerable⁠—, yo también deposité mi fe en Mahavairochana El Que Así Llega, y quise llevar a cabo las enseñanzas de la escuela Palabra Verdadera. Pero cuando investigué las doctrinas básicas de esta corriente budista, hallé que se fundamentan en ideas que, en verdad, van en contra de la enseñanza correcta.

»El gran maestro Kobo del monte Koya, a quien usted mencionó, vivió en la época del emperador Saga. Recibió directamente del Emperador la orden de determinar y explicar la profundidad relativa de las diversas enseñanzas budistas. En respuesta, produjo una obra en diez volúmenes titulada Tratado sobre los diez niveles de la mente. Pero como era muy amplia y extensa, decidió condensarla en tres volúmenes, titulados La preciada llave del tesoro secreto.

En ella, se describen diez niveles de desarrollo de la mente, que van desde el primero —⁠la «mente del hombre inferior, de deseos viles y lascivos»⁠—54 hasta el último: la «mente gloriosa, la más secreta y sagrada».55 Sitúa el Sutra del loto en el octavo nivel, el Sutra de la guirnalda de flores en el noveno, y las enseñanzas de la escuela Palabra Verdadera [o sea, el Sutra Mahavairochana] en el décimo. De tal forma, clasifica el Sutra del loto incluso debajo del Sutra de la guirnalda de flores y lo sitúa dos niveles por debajo del Sutra Mahavairochana. En esa obra, escribe: «Cada vehículo expuesto alega ser el de la Budeidad, pero cuando los examinamos a todos desde un estadio posterior,56 vemos que son teorías pueriles». También caracteriza el Sutra del loto como una obra de «palabras insensatas» y «frases ornamentadas», y desprecia al buda Shakyamuni diciendo que se halla extraviado en la región de la oscuridad.

»Como resultado, Shogaku-bo, discípulo de Kobo en épocas posteriores y fundador del templo Dembo-in, fue inducido a escribir que el Sutra del loto ni siquiera merecía ser el paje calzador del Sutra Mahavairochana, y que el buda Shakyamuni ni siquiera merecía ser boyero de Mahavairochana El Que Así Llega.57

»Sosiegue sus pensamientos y escuche lo que le digo. En los cinco mil o siete mil volúmenes de sutras que el buda predicó durante su existencia, o en los más de tres mil volúmenes de literatura confuciana o taoísta, ¿dónde hay una sola cita que diga en forma clara que el Sutra del loto es una doctrina de «teorías pueriles» o que está dos niveles por debajo del Sutra Mahavairochana, además de ser inferior al Sutra de la guirnalda de flores, o que el buda Shakyamuni se encuentra perdido en la región de la oscuridad y no merece ser siquiera el boyero de Mahavairochana El Que Así Llega? Y aun cuando hubiese un pasaje así, habría que examinarlo con sumo cuidado.

»Cuando las enseñanzas y los sutras budistas entraron en la China procedentes de la India, la forma en que se los tradujo dependió mayormente de la inclinación de los distintos traductores; no había traducciones fijas de los sutras o tratados. Por eso, Kumarajivamaestro del Tripitaka que vivió en la dinastía Ch’in posterior, siempre solía decir: «Cuando examino las enseñanzas budistas que existen en la China, hallo que, en muchos casos, difieren de los originales en sánscrito. Si las traducciones de sutras que yo hice están libres de error, cuando muera y sea cremado, mi cuerpo —⁠que es impuro⁠— será consumido por las llamas, pero mi lengua será lo único que el fuego no podrá quemar». Y cuando, al final, lo cremaron, su cuerpo quedó reducido a un montículo de huesos, pero su lengua quedó intacta, posada sobre un capullo de loto azul, e irradió una luz brillante que eclipsó los rayos del sol. ¡Qué prodigio!

»De esa forma, sucedió que la traducción del Sutra del loto hecha por Kumarajivamaestro del Tripitaka, se diseminó enseguida por toda la China. Y por eso, cuando el gran maestro Kompon [Dengyo] del templo Enryaku-ji atacó las enseñanzas de las demás escuelas, las refutó diciendo: «Tenemos pruebas de que la lengua de Kumarajivamaestro del Tripitaka, traductor del Sutra del loto, no fue consumida por las llamas. Los sutras en los cuales ustedes se basan están completamente equivocados».

»En el Sutra del nirvana, el Buda dice que, cuando sus enseñanzas sean transmitidas a otros países, se introducirán en ellas muchos errores. Aun cuando encontrásemos citas de los sutras que afirmaran que el Sutra del loto no tiene sentido, o que el buda Shakyamuni mora extraviado en el reino de la oscuridad, deberíamos indagar con detenimiento si los textos que afirman tales cosas pertenecen a las enseñanzas provisionales o a la enseñanza verdadera, al Mahayana o al Hinayana; si fueron predicados en el primer período de la vida del Buda o en el último, y quién ha sido su traductor.

»Se dice que Lao Tzu y Confucio pensaban nueve veces antes de pronunciar cada palabra, o tres veces antes de decir un solo vocablo. Y que Tan, duque de Chou, estaba tan ansioso de recibir a sus huéspedes, que escupía tres veces el alimento que se llevaba a la boca durante la comida y se retorcía el cabello tres veces durante el lavado [para no hacerlos esperar]. Si hasta las personas que mencionan las superficiales obras no budistas se conducían con semejante cuidado y respeto, ¡cuánto más deberíamos hacerlo quienes estudiamos las profundas doctrinas de los escritos budistas!

»Pero en ninguna parte de los sutras y tratados hallamos una sola prueba que fundamente esa aseveración [de que el Sutra del loto es inferior al Sutra Mahavairochana]. El propio comentario del gran maestro Kobo dice que el que denigre a las personas y desprecie la enseñanza correcta caerá en los malos caminos.58 Invariablemente, entonces, alguien como Kobo caerá en el infierno. De esto no puede haber duda.

El hombre no iluminado pareció abstraerse en sus pensamientos. De pronto, suspiró, y al cabo de un tiempo, dijo:

—⁠El gran maestro Kobo fue un experto en asuntos budistas y no budistas, y líder de las multitudes. Superó a todos sus contemporáneos en prácticas virtuosas, y su reputación fue conocida por doquier. Se dice que cuando vivió en la China, arrojó un mazo diamantino de tres puntas59 a través de ochenta mil ris de océano y lo hizo caer en el Japón, y que cuando expuso el significado del Sutra del corazón, fueron tantos los enfermos de plaga que sanaron, que colmaron las calles. Por eso, no puede haber sido una persona común, sino la manifestación temporal y corpórea de un gran venerable. Es difícil no tenerlo en gran estima y no tener fe en sus enseñanzas.

—⁠Al principio —⁠respondió el venerable⁠—, yo también pensé como usted. Pero cuando ingresé en el camino de las enseñanzas budistas y comencé a distinguir entre aquello que concuerda con sus principios y aquello que difiere, comprendí que la capacidad de ejecutar actos milagrosos no necesariamente representa un criterio válido para determinar la verdad o falsedad de esas enseñanzas. Por tal motivo, el Buda estableció la regla de «seguir la Ley y no a las personas», que antes mencioné.

»El asceta Agastya vertió el río Ganges en uno de sus oídos y lo retuvo allí durante doce años; el asceta Jinu bebió en un solo día el agua de todo el océano; Chang Chieh exhaló niebla y Luan Pa expelió nubes de su boca.60 Pero esto no significa que hayan sabido qué era lo correcto y lo incorrecto en cuestiones budistas, ni que hayan comprendido el principio de causa y efecto. En la China, cuando el maestro del Dharma Fa-yün disertó sobre el Sutra del loto, en un instante llovieron del cielo todas las flores. Pero el gran maestro Miao-lo dijo: «Aunque fue capaz de provocar semejante respuesta, su comprensión no concuerda con la verdad [del Sutra del loto]».61 Así pues, Miao-lo lo acusó de no haber comprendido la verdad del budismo.

»El Sutra del loto rechaza las tres clases de prédica —⁠es decir, las que el Buda hizo en el pasado, hace en el presente y hará en el futuro⁠—.62 Refuta los sutras predicados antes que él, diciendo que, en ellos, el Buda «todavía no ha revelado la verdad”.63 Ataca las escrituras del mismo período declarándose superior a las que «predica» en ese momento y repudia los sutras expuestos después diciendo que supera todos «los que predicará». De hecho, el Sutra del loto es el más prominente de todos los sutras expuestos en los tres períodos: el pasado, el presente y el futuro.

»En el cuarto volumen del Sutra del loto, leemos: «¡Rey de la Medicina, ahora te digo que he predicado diversos sutras y que, de todos ellos, el Sutra del loto es el primero!».64 Este pasaje significa que, en el cónclave del Pico del Águila, el Buda se dirigió al bodhisattva Rey de la Medicina y le expresó que, desde el primer Sutra de la guirnalda de flores hasta el último Sutra del nirvana, él había predicado sutras incontables como los granos de arena del Ganges, pero que, de todos ellos, el Sutra del loto que estaba exponiendo en ese momento ocupaba el primer lugar. Pero, evidentemente, el gran maestro Kobo interpretó que «primero» significaba «tercero».

»En el mismo volumen del Sutra del loto, el Buda afirma: «En bien del Camino del Buda, en tierras innumerables desde el comienzo hasta ahora, he predicado ampliamente muchos sutras y, de todos ellos, este sutra ocupa el primer lugar».65 Este pasaje significa que el buda Shakyamuni ha aparecido en infinidad de tierras con distintos nombres y con vidas de diferente duración. Y establece que, de todas las enseñanzas que predicó, con la variedad de formas físicas que fue adoptando, el Sutra del loto ocupa el lugar número uno.

»En el quinto volumen del Sutra del loto, se dice que este «ocupa el sitio más elevado»,66 y se deja claro que supera todos los otros sutras innumerables, incluso el Sutra Mahavairochana y el Sutra de la corona de diamantes. Pero, evidentemente, el gran maestro Kobo creyó leer en esta cita que ocupaba «el sitio más bajo». Así pues, Shakyamuni y Kobo; el Sutra del loto y La preciada llave del tesoro secreto se contradicen por completo. ¿Piensa usted rechazar a Shakyamuni y seguir a Kobo? ¿O rechazará a Kobo para seguir a Shakyamuni? ¿Irá contra el texto del sutra y aceptará las palabras de un maestro corriente? ¿O descartará las palabras de un maestro común para rendir tributo a las palabras de oro del Buda? Piense con cuidado antes de elegir qué aceptar y qué impugnar.

»Por otro lado, en el capítulo «Rey de la Medicina», del volumen siete, se ofrecen diez analogías para alabar las enseñanzas del Sutra del loto. La primera se refiere al agua, y en ella se comparan todos los demás sutras con los arroyos y ríos, y al Sutra del loto con el gran océano. Si alguien dijese que el Sutra Mahavairochana es superior y el Sutra del loto, inferior, estaría afirmando que el gran océano tiene menos agua que un arroyuelo. Hoy en día, todo el mundo entiende que el caudal del océano supera el de los distintos ríos, y sin embargo, nadie entiende que el Sutra del loto es el más excelso de todos los sutras.

»La segunda analogía se refiere a las montañas; los montes comunes se comparan con los otros sutras, mientras que el Sutra del loto se equipara al monte Sumeru. Este mide ciento sesenta y ocho mil yojanas desde la base hasta la cumbre; ¿qué otra elevación se le podría igualar? Decir que el Sutra Mahavairochana es superior al Sutra del loto es como afirmar que el monte Fuji supera en altura al monte Sumeru.

»La tercera analogía se refiere a la luna y las estrellas. Los demás sutras se comparan con las estrellas, y el Sutra del loto, con la luna. Si cotejáramos la luna con las estrellas, ¿a alguien le cabría alguna duda de cuál es superior?

»Más adelante, en esta serie de analogías, leemos: «Del mismo modo, este sutra es el más elevado entre todas las enseñanzas predicadas por todos Los Que Así Llegan, predicadas por todos los bodhisattvas o predicadas por todos los discípulos que escuchan la voz».

»Este pasaje nos dice que el Sutra del loto no sólo es la mejor de todas las doctrinas predicadas por el buda Shakyamuni durante su existencia, sino también el más prominente de todos los sutras y enseñanzas expuestos por budas como MahavairochanaMaestro de la Medicina o Amida, y por bodhisattvas como Sabio Universal o Manjushri. Por lo tanto, si alguien afirma que existe un sutra superior al Sutra del loto, entiendan que esa persona está exponiendo ideas propias de los que siguen enseñanzas no budistas o del demonio celestial.

»Además, con respecto a la identidad de Mahavairochana El Que Así Llega, cuando el buda Shakyamuni —⁠señor de las enseñanzas cuya iluminación se remonta al pasado más remoto⁠— durante cuarenta y dos años opacó su luz y se mezcló con el polvo de este mundo, y se ciñó a la capacidad de las personas de su época, temporalmente adoptó la forma de Vairochana,67 aun siendo El Que Así Llega, capaz de unificar los tres cuerpos en uno. Por ende, cuando el buda Shakyamuni reveló el verdadero aspecto de todos los fenómenos,68 quedó claro que Vairochana era una forma temporal de Shakyamuni, quien se había manifestado así en respuesta a la capacidad de los seres humanos. Por tal motivo, el Sutra Sabio Universal dice que al buda Shakyamuni se le da el nombre de Vairochana Que Todo lo Impregna, y que a su morada se la conoce como la Tierra de la Luz Tranquila.

»Ahora bien, el Sutra del loto expone la doctrina de la posesión mutua de los diez estados, la doctrina de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital, la unificación de las tres verdades y la inseparabilidad de las cuatro clases de tierras. Asimismo, la esencia de todas las enseñanzas sagradas expuestas por el buda Shakyamuni en esta existencia —⁠la doctrina de que las personas de los dos vehículos pueden lograr la Budeidad, y la doctrina de que el Buda logró la iluminación en el pasado inconcebiblemente remoto⁠— se encuentra sólo en este Sutra del loto. ¿Hay alguna mención de estas importantísimas cuestiones en los tres sutras esotéricos de los que usted hablaba antes, como el Sutra Mahavairochana o el Sutra de la corona de diamantesShan-wu-wei y Pu-k’ung robaron estas doctrinas de extrema importancia contenidas en el Sutra del loto y se las ingeniaron para presentarlas como elementos esenciales de sus propios sutras. Pero esto en realidad es un fraude, pues sus propios sutras y tratados no contienen ni asomos de tales doctrinas. Apresúrese a corregir sus ideas sobre esta cuestión.

»Lo cierto es que el Sutra Mahavairochana incluye cada uno de estos cuatro tipos de enseñanzas69 y expone la clase de preceptos cuyo beneficio se agota cuando la forma corpórea llega a su fin.70 Es una enseñanza provisional, que según los maestros chinos71 pertenece a la categoría [de los sutras] Correctos e Iguales, el grupo de enseñanzas que, según la clasificación de T’ien-t’ai, se predicaron en el tercer período. ¡Qué vergüenza [ponerla por encima del Sutra del loto]! Si realmente su propósito es seguir el Camino, debe apresurarse a revertir sus errores pasados. En última instancia, este Sutra del loto de la Ley prodigiosa abarca en cada instante vital todas las enseñanzas y prácticas meditativas postuladas por el buda Shakyamuni a lo largo de su existencia, y contiene a todos los seres vivos de los diez estados y sus ambientes, en los tres mil aspectos.