Los hombres con quienes hizo votos matrimoniales durante todas sus existencias pasadas son más que los granos de arena del océano. Pero su verdadero esposo es este, con quien se ha unido en matrimonio en esta ocasión. Y lo digo porque, gracias al aliento de él, usted pudo llegar a ser una practicante del Sutra del loto. Así que debe venerarlo como a un buda. Fue un buda mientras vivió y lo es ahora que ha fallecido. Ha sido un buda en la vida y sigue siéndolo en la muerte. A eso se refiere la importantísima doctrina sobre el logro de la Budeidad con la forma que uno posee. El cuarto volumen del Sutra del loto señala: «Si uno puede mantener este sutra, estará manteniendo el cuerpo del Buda».1
Ni la tierra pura ni el infierno existen fuera de nosotros mismos; ambos se encuentran en nuestro corazón. Cuando uno toma conciencia de esto, pasa a llamarse buda; mientras lo ignora, sigue siendo una persona común. El Sutra del loto revela esta verdad, y quien abrace el Sutra del loto comprenderá que el infierno es, en sí mismo, la Tierra de la Luz Tranquila.
Aunque uno practicase las enseñanzas provisionales durante incontables millones de años, si diera las espaldas al Sutra del loto se sentiría sencillamente en el infierno, a cada instante. Y no es porque lo diga yo, sino porque así lo decidieron el buda Shakyamuni, Muchos Tesoros y todas las manifestaciones corpóreas del Buda en las diez direcciones. Practicar las enseñanzas provisionales es ser como la persona que, calcinada por las llamas, se interna más y más en el fuego o como aquel que, a punto de ahogarse, se hunde hasta el fondo de las aguas. Los que no abrazan el Sutra del loto son como aquellos que se internan en el fuego o en el agua. Los que confían en malos maestros —como Honen, Kobo y otros que denigran el Sutra del loto— y creen en el Sutra Amida o en el Sutra Mahavairochana, se internan en el fuego cada vez más y se hunden hasta lo más profundo de las aguas. ¿Cómo podrán huir de su agonía? Sin duda, caerán en los ardientes abismos del infierno del renacimiento constante para perpetuar la tortura, en el infierno de las cuerdas negras y en el infierno del p.479sufrimiento incesante, o bien se hundirán en las profundidades heladas del infierno del loto carmesí o del infierno del gran loto carmesí.2 El segundo volumen del Sutra del loto afirma: «Cuando su vida concluya, entrará en el infierno Avichi [donde permanecerá confinado durante un kalpa entero, y cuando ese kalpa termine, volverá a nacer en ese lugar]. Seguirá repitiendo este ciclo durante incontable número de kalpas».3
Su fallecido esposo escapó de tales agonías, pues fue un seguidor laico de Nichiren, el devoto del Sutra del loto. El sutra dice: «Si alguien [...] tuviese que internarse en un gran fuego, este no lo quemaría. [...] Si alguien se viera arrastrado por un gran torrente e invocara su nombre, de inmediato se hallaría a salvo en un sitio poco profundo».4 También dice: «La buena fortuna que se obtiene de esa manera [...] no puede ser quemada por el fuego ni arrastrada por las aguas». ¡Qué tranquilizador! ¡Qué alentador!
Después de todo, aunque uno busque el infierno en un lugar remoto, los garrotes de hierro de los carceleros infernales y los gritos acusadores de los demonios guardianes sólo existen dentro de uno mismo. Esta enseñanza es de importancia fundamental, pero yo se la transmitiré a usted, tal como el bodhisattva Manjushri explicó a la hija del Rey Dragón la doctrina secreta según la cual cada uno puede lograr la Budeidad con la forma que posee. Después de escucharla, esfuércese en la fe con actitud más seria y sincera que nunca. Quien se esfuerza mucho más en la fe tras escuchar las enseñanzas del Sutra del loto tiene verdadero espíritu de buscar el Camino. T’ien-t’ai afirma: «Del índigo se obtiene un azul mucho más intenso».5 Este pasaje significa que si uno impregna algo muchas veces en tintura de índigo, obtiene un azul más intenso que el de las hojas [con que se prepara la tinción]. El Sutra del loto es como el índigo, y la fortaleza de nuestra práctica es como el azul que se torna cada vez más intenso.
Los dos ideogramas con que se escribe la palabra «infierno» pueden interpretarse como la acción de cavar un pozo en la tierra. ¿Quién puede evitar que, a su muerte, le caven una fosa? A esto se denomina «infierno». Las llamas que queman el cuerpo son las del infierno del sufrimiento incesante. La viuda, los hijos y los parientes que pugnan por ubicarse al lado del cuerpo durante el cortejo fúnebre son los carceleros y los demonios guardianes del infierno. Los lamentos plañideros de la familia son las voces de estos guardianes y custodios. El bastón funerario de setenta centímetros es el garrote de hierro de los tormentos infernales. Los bueyes y caballos que arrastran el féretro son los demonios con cabeza de buey y de caballo, y la sepultura es la gran ciudadela del infierno del sufrimiento incesante. Los ochenta y cuatro mil deseos mundanos son los ochenta y cuatro mil calderos del infierno. El cuerpo de uno abandona la morada rumbo a la montaña de la muerte, mientras que la corriente ante la cual lloran sus piadosos hijos es el río de los tres cruces. Es completamente inútil buscar el infierno en cualquier otro lugar.
Sin embargo, los que abrazan el Sutra del loto pueden revertir todo esto. El infierno pasa a ser la Tierra de la Luz Tranquila; las llamas ardientes de la agonía son la antorcha de la sabiduría de El Que Así Llega del cuerpo de la recompensa; el fallecido se convierte en El Que Así Llega del cuerpo del Dharma, y el infierno atroz se revela como «el recinto [...] de su gran piedad y su amor compasivo»,6 donde habita El Que Así Llega del cuerpo manifiesto. Además, el bastón es el báculo del verdadero aspecto, o Ley Mística; el río de los tres cruces se convierte en el océano de «los sufrimientos del nacimiento y la muerte que son el nirvana», y la p.480montaña de la muerte pasa a ser la cumbre imponente de «los deseos mundanos que son la iluminación». Por favor, piénselo de esta manera. Tomar conciencia de esto y comprenderlo profundamente es lograr la Budeidad con la forma que uno posee y es «abrir el portal de la sabiduría de Buda».7 De esta manera, y no de otra, fue como Devadatta logró convertir el infierno Avichi en la feliz Tierra de la Luz Tranquila, y como la hija del Rey Dragón logró la Budeidad sin abandonar la forma que poseía. Esto se debe a que el Sutra del loto salva tanto a aquellos que lo aceptan como a aquellos que lo rechazan. Es el beneficio contenido en el solo ideograma myo o ‘místico’.
El bodhisattva Nagarjuna señaló: «[El Sutra del loto es como] un gran médico capaz de convertir el veneno en remedio».8 El gran maestro Miao-lo expuso: «¿Cómo puede uno buscar la Tierra de la Luz Tranquila fuera de Buddhagaya? Este mundo saha no existe en otro lugar más que en la Tierra de la Luz Tranquila».9 También dijo: «El verdadero aspecto se manifiesta invariablemente en todos los fenómenos, y todos los fenómenos se revelan invariablemente en los diez factores. Los diez factores se manifiestan invariablemente en los diez estados, y los diez estados se reflejan invariablemente en la vida y su ambiente».10
El Sutra del loto dice: «El verdadero aspecto de todos los fenómenos sólo puede ser comprendido y compartido por budas. Esta realidad consiste en apariencia, naturaleza, [...] y su coherencia del principio al fin».11 El capítulo «Duración de la vida» expone: «Han transcurrido inmensurables, ilimitados [cientos, miles, decenas de miles, millones, nayutas de kalpas] desde que yo, en verdad, logré la Budeidad». En este pasaje, «yo» se refiere a todos los seres de los diez estados. Como todos los seres de los diez estados son budas en forma inherente, habitan en la tierra pura. El capítulo «Medios hábiles» afirma: «Estos fenómenos son parte de una Ley siempre presente, [y] las características del mundo operan en forma continua». Ya que este mundo establece que el nacimiento y la muerte son características eternamente inalterables de la vida a través del pasado, presente y futuro, no hay necesidad de sorprenderse ni de acongojarse. La palabra «características», por sí sola, representa las ocho fases de la existencia del Buda. Pero ni siquiera estas ocho fases trascienden las dos palabras «vida» y «muerte». Cuando se dice que los devotos del Sutra del loto manifiestan la Budeidad con la forma que poseen, se está aludiendo a este tipo de iluminación.
Ya que su fallecido esposo fue un devoto de este sutra, sin duda pudo lograr el estado de Buda con su propia forma física; su muerte no tiene que provocarle tanta aflicción. Por otro lado, llorar a los fallecidos es algo natural en la gente. Sin embargo, hasta los venerables tienen sus momentos de tristeza. ¿Es posible que el lamento de todos los grandes discípulos iluminados del buda Shakyamuni, a la hora de su muerte, haya tenido el propósito de mostrarnos el comportamiento propio de las personas comunes?
Debe hacer el bien por todos los medios que le sean posibles, en beneficio de su difunto esposo. Las palabras de un sabio de la Antigüedad también nos enseñan a «basar la mente en la novena conciencia y sostener la práctica con las seis conciencias».12 ¡Y cuán razonable es esto, también! En esta carta, he volcado enseñanzas atesoradas durante muchísimo tiempo. Guárdelas en lo más hondo de su corazón.
Respetuosamente,
Nichiren
En el undécimo día del séptimo mes.
Respuesta a la viuda de Ueno
p.481Antecedentes
En el quinto mes del undécimo año de Bun’ei (1274), Nichiren Daishonin abandonó Kamakura y se marchó a vivir a una pequeña choza situada al pie del monte Minobu. En el séptimo mes, escribió esta carta a la viuda de Nanjo Hyoe Shichiro, también conocido como Ueno. La señora era la madre de Nanjo Tokimitsu, que había sucedido a su difunto padre como administrador de la aldea de Ueno, en la provincia de Suruga. Tras la muerte del esposo, acaecida en 1265, la mujer había criado sola a sus nueve hijos como madre ejemplar y sincera seguidora del Daishonin. En esta ocasión, había enviado a su maestro diversas ofrendas para conmemorar el décimo aniversario de la muerte de su esposo. La carta expresa el profundo agradecimiento del Daishonin por su devoción y gentileza.
Notas
1. Sutra del loto, cap. 11.
2. Existen ocho infiernos calientes, cada uno de los cuales posee dieciséis infiernos subsidiarios. El infierno del renacimiento constante para perpetuar la tortura es el primero de ellos. Allí las víctimas son azotadas y penetradas con espadas y bastones de hierro, tras lo cual el cuerpo vuelve a regenerarse de inmediato para repetir el mismo sufrimiento en forma interminable. El infierno de las cuerdas negras es el segundo de los ocho infiernos calientes. Sus ocupantes son aserrados por la mitad o cercenados con hachas al rojo vivo. Se dice que el padecimiento es diez veces mayor que el del infierno anterior. Los que cometen las cinco faltas capitales sufren tormentos indescriptibles en el infierno más severo y más hondo de todos: el infierno incesante. El infierno del loto carmesí y el del gran loto carmesí son dos de los ocho infiernos helados, que se llaman así porque el frío es tan extremo que el cuerpo se dobla hasta que la columna vertebral se desgarra y asoma la carne ensangrentada, como una flor de loto carmesí.
3. Sutra del loto, cap. 3.
4. Ib., cap. 25. «Su nombre» indica el nombre del bodhisattva Percibir los Sonidos del Mundo. La cita siguiente corresponde al capítulo vigésimo tercero.
5. Gran concentración e introspección. La cita figura en el prefacio escrito por Chang-an.
6. Paráfrasis de una frase del décimo capítulo del Sutra del loto que dice: «El recinto de El Que Así Llega es su gran piedad y su amor compasivo».
7. Sutra del loto, cap. 2.
8. Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría.
9. Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”».
10. El escalpelo de diamante.
11. Sutra del loto, cap. 2.
12. Se desconoce la fuente de esta cita. Con respecto a las nueve conciencias, las primeras cinco se relacionan con los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. La sexta integra la percepción de las cinco primeras y las convierte en imágenes coherentes. La novena, o conciencia amala, libre de cualquier impureza kármica, es la fuerza purificadora fundamental que constituye la naturaleza de Buda. Véase, también «nueve conciencias» en el Glosario.