Según leo en su carta, pese a que siempre la han inquietado las faltas e impedimentos que dificultan a las mujeres el logro de la iluminación, ella confía totalmente en este sutra en cada circunstancia, ya que según mi enseñanza, el Sutra del loto pone en primer plano el logro de la Budeidad en las mujeres.
Cabe preguntar: «¿Quién fue el buda que predicó la enseñanza conocida como Sutra del loto?». Al oeste de esta tierra del Japón, al oeste también de la China, y mucho más hacia el Poniente, allende los desiertos y el Pamir, en el país de la India, vivió un príncipe heredero, hijo de un gran rey llamado Shuddhodana. A los diecinueve años, el príncipe renunció a sus privilegios reales, se retiró al monte Dandaka y abrazó la vida religiosa. A los treinta años, llegó a ser un buda. Su cuerpo se cubrió de brillo dorado, y su espíritu reflejó las tres existencias. El Buda, que iluminó todos los hechos del pasado y los sucesos del futuro como si fuese un espejo, dedicó cincuenta años a exponer los sutras que constituirían su vida de prédica.
Aunque todos esos sutras se propagaron gradualmente en la India durante los primeros mil años posteriores a la muerte del Buda, en ese período no llegaron a la China ni al Japón. No obstante afirmarse que el budismo entró en la China mil quince años después del fallecimiento del Buda, en aquel entonces el Sutra del loto todavía era desconocido en ese lugar.
Cuando el budismo llevaba ya unos doscientos años o más en la China, vivió un hombre conocido como el maestro del Tripitaka Kumarayana, en un país llamado Kucha, situado entre la India y la China. Su hijo, Kumarajiva, viajó desde Kucha hasta la India, donde el maestro del Tripitaka Shuryasoma le enseñó el Sutra del loto. Al encomendarle el sutra, Shuryasoma dijo a su discípulo: «Este Sutra del loto tiene una profunda relación con un país situado al noreste».1
Con esas palabras en mente, Kumarajiva se dispuso a llevar el sutra a la región oriental de la India, a la tierra de la China. De modo que hubieron de pasar doscientos años o más desde que el budismo se difundió en la China, durante el reinado de un soberano de la dinastía Ch’in posterior, hasta que el Sutra del loto se dio a conocer por primera vez en dicho país.
p.973El budismo llegó al Japón durante el reinado del emperador Kimmei, trigésimo soberano, el decimotercer día —con el signo cíclico kanoto-tori—, el décimo mes del decimotercer año de su reinado, con el signo cíclico mizunoe-saru (552). Y fue introducido por el rey Syǒngmyǒng del reino de Paekche, situado al oeste del Japón. Esto tuvo lugar cuatrocientos años después de que el budismo se diseminara en la China, y más de mil cuatrocientos años después de la muerte del Buda.
Aunque el Sutra del loto se contaba entre los textos que llegaron en esa oportunidad, el príncipe Shotoku, hijo del emperador Yomei, trigésimo segundo soberano, mandó traer de la China una copia del Sutra del loto y lo dio a conocer en todo el Japón. Y desde entonces han transcurrido más de setecientos años.
La muerte del Buda se produjo hace más de dos mil doscientos treinta años. Por otro lado, las tierras de la India, la China y el Japón están separadas entre sí por un sinfín de montañas, ríos y mares. Cada una de esas tierras se diferencia por su población, idiosincrasia y características físicas, que se suman a las divergencias de idiomas y de costumbres. Dados estos factores, ¿cómo podríamos entender el verdadero significado de las enseñanzas budistas personas comunes como nosotros?
Esto sólo es posible examinando y comparando las palabras de los diversos sutras. Estos difieren entre sí, pero el que conocemos como Sutra del loto consta de ocho volúmenes. A este se suman el Sutra Sabio Universal, que exhorta a propagar el Sutra del loto, y el Sutra de los infinitos significados, que hace las veces de introducción al Sutra del loto; ambos constan de un volumen cada uno. Cuando abrimos el Sutra del loto y lo estudiamos, es como si contempláramos nuestro propio rostro en un espejo reluciente, o como si hubiese salido el sol y nos permitiera distinguir los colores de las plantas y de los árboles.
Al leer el Sutra de los infinitos significados, que sirve de introducción, encontramos un pasaje que dice: «En estos más de cuarenta años, [yo, el buda Shakyamuni] todavía no he revelado la verdad». En el primer volumen del Sutra del loto, al comienzo del capítulo «Medios hábiles», leemos: «El Honrado por el Mundo lleva largo tiempo exponiendo sus doctrinas, y ahora es momento de que revele la verdad». En el cuarto volumen, en el capítulo «La Torre de los Tesoros», hay una cita que establece claramente: «[Acerca de] el Sutra del loto de la Ley prodigiosa [...] ¡Todo lo que has expuesto [buda Shakyamuni,] es la verdad!». Y el séptimo volumen contiene un espléndido pasaje que expresa: «Sus lenguas llegan hasta el cielo de Brahma».2
Además de estas frases, cabe notar que los demás sutras expuestos antes o después que el Sutra del loto se comparan con estrellas, arroyos y ríos, con reyes de poca monta y con pequeñas montañas, mientras que el Sutra del loto se compara con la luna, con el sol, con grandes océanos, con altas montañas, con un gran rey.3
Y no es algo que yo diga: son las palabras de oro de El Que Así Llega y expresan el juicio de todos los budas de las diez direcciones. Todos los bodhisattvas y personas de los dos vehículos, Brahma, Shakra y las deidades del Sol y de la Luna, que penden ahora del cielo como espejos relucientes, observaron y escucharon esas declaraciones. En el sutra también quedaron consignadas las palabras de las deidades del Sol y de la Luna, y en su asamblea también se hicieron presentes todas las deidades antiguas de la India, la China y el Japón. Y las deidades del Japón —como la Diosa del Sol, el gran bodhisattva Hachiman y las deidades de Kumano y de Suzuka—4 fueron incapaces de cuestionar tales afirmaciones.
p.974Este sutra es superior a todos los demás. Es como el rey león, monarca de todas las bestias que pisan este suelo, y como el águila, rey de todas las criaturas que vuelan por el firmamento.
Las enseñanzas como el Sutra de la devoción al buda Amida5 son como faisanes o conejos, que lloran cuando caen en las garras del águila o se retuercen de pavor cuando el león los persigue. Y lo mismo se aplica a personas como los seguidores del Nembutsu, los sacerdotes de la escuela Preceptos, los monjes del Zen y los maestros de la escuela Palabra Verdadera. Cuando enfrentan cara a cara al devoto del Sutra del loto, empalidecen y su espíritu flaquea.
En cuanto a la clase de doctrinas que enseña este maravilloso Sutra del loto, para comenzar, el capítulo «Medios hábiles» del primer volumen expone que tanto los bodhisattvas como las personas de los dos vehículos y la gente común pueden lograr la Budeidad. Pero hasta ahora no hay ejemplos que demuestren esta aseveración. Es como un huésped a quien acabamos de conocer: tiene buena presencia, parece no faltarle valor y, al oírlo hablar, nada nos mueve a dudar de él. Sin embargo, tratándose de alguien desconocido y sin tener pruebas de lo que dice, sus palabras no nos bastan para creerle. Con todo, si pudiéramos corroborar en forma reiterada los puntos esenciales que ha manifestado, también podríamos dar crédito a lo que dijera en lo sucesivo.
Para todos aquellos que, deseando hacerlo, no pudieron creer en el Sutra del loto con certeza absoluta, el quinto volumen expone el corazón y la esencia de todo el sutra: la doctrina sobre el logro de la Budeidad con la forma que cada uno posee. Esto es, por ejemplo, como si un objeto negro se volviera blanco, como si la laca negra adquiriera el color de la nieve, como si algo sucio se tornara limpio y puro, como si pusieran una joya de los deseos en agua lodosa [para que esta se volviese transparente]. En dicho volumen, leemos que la hija del Rey Dragón se convirtió en un buda conservando su forma original de reptil. Y en ese momento, ya no hubo nadie que dudara de que todos los hombres podían alcanzar la Budeidad. Por eso digo que la iluminación de las mujeres ha sido expuesta como ejemplo.
En virtud de ello, el gran maestro Dengyo, fundador del templo Enryaku-ji en el monte Hiei, y primero en propagar las verdaderas enseñanzas del Sutra del loto en el Japón, comentó así este punto: «Ni el maestro ni los discípulos necesitan sobrellevar incontables kalpas de prácticas austeras para poder lograr la Budeidad. Mediante el poder del Sutra del loto de la Ley prodigiosaSutra del loto de la Ley prodigiosa, pueden hacerlo cada uno con la forma física que posee».6 Y el gran maestro T’ien-t’ai Chih-che de la China, primero en exponer el verdadero significado del Sutra del loto en ese país, sostuvo: «Los demás sutras sólo predicen la Budeidad [...] a los hombres, mas no a las mujeres. [...] Este sutra predice la Budeidad a todos».7
¿No establecen claramente estas interpretaciones que, de todas las enseñanzas expuestas por el Buda a lo largo de su vida, el Sutra del loto es supremo, y que, de todas las enseñanzas contenidas en el Sutra del loto, la primordial es la que establece el logro de la Budeidad en las mujeres? Así pues, aunque todos los demás sutras condenen a las mujeres del Japón a no lograr la Budeidad, mientras el Sutra del loto les asegure la iluminación, ¿por qué habrían de sentirse abatidas?
Yo, Nichiren, he nacido como ser humano —algo difícil de lograr— y he conocido las enseñanzas del Buda, tan difíciles de hallar. Pero además, de las muchas enseñanzas del Buda, pude dar con el Sutra del loto. Cuando me detengo a pensar en mi buena fortuna, veo que es p.975mucho lo que debo a mis padres, al soberano y a todos los seres vivos.
Con respecto a la deuda de gratitud que uno ha contraído con sus progenitores, el padre es como el cielo, y la madre, como la tierra; costaría decidir a cuál de los dos uno debe mayores favores. Pero, de ambas cosas, la más difícil de retribuir es la inmensa bondad de nuestra madre.
Si intentáramos saldar dicha deuda basándonos en los escritos no budistas, como los Tres registros, los Cinco cánones y el Clásico sobre la devoción filial, podríamos asegurar el bienestar de nuestra madre en esta existencia, pero nada podríamos hacer en bien de su próxima vida. Y aunque pudiéramos darle sustento físico, no podríamos salvarla espiritualmente.
En el caso de las escrituras budistas, dado que los más de cinco mil o siete mil volúmenes de sutras del Hinayana y del Mahayana enseñan que es imposible que las mujeres logren la iluminación, vemos que, según ellos, también es imposible saldar la deuda de gratitud con nuestra madre. Las enseñanzas del Hinayana niegan en forma categórica que una mujer pueda alcanzar la iluminación. Los sutras del Mahayana, en algunos casos, parecen sugerir que la mujer puede alcanzar la iluminación o renacer en una tierra pura, pero siempre como una posibilidad enunciada por el Buda, y sin mencionar ejemplos de que esto haya sucedido en realidad.
Desde que comprendí que sólo el Sutra del loto expone la iluminación de las mujeres, y que este es el único sutra de la verdadera retribución que nos permite saldar la deuda de gratitud con nuestras madres, he jurado hacer que todas las mujeres entonen el daimoku de este sutra para retribuir lo mucho que yo le debo a mi propia madre.
No obstante, las mujeres japonesas se han dejado engañar por sacerdotes como Shan-tao, de la China; o Eshin, Yokan y Honen, del Japón; de modo que ni una sola en todo el país entona Nam-myoho-renge-kyo, aun cuando esto debería ser su base fundamental. Sólo aciertan a invocar Namu-Amida-butsu una, diez, cien, mil, diez mil o un millón de veces por día, o treinta mil o cien mil veces.
No hacen otra cosa, a cada hora del día y de la noche, durante toda su vida. Tanto las que buscan seriamente la iluminación como las que se inclinan al mal toman como base la invocación del nombre de Amida. Y las escasas mujeres que parecen consagrarse al Sutra del loto lo hacen como alguien que se entretiene hasta que asome la luna o como la que acepta a regañadientes la presencia de un hombre que no le agrada, hasta poder encontrarse con su enamorado.
Así las cosas, de todas las mujeres del Japón ni una sola concuerda con el espíritu del Sutra del loto. No entonan el daimoku del Sutra del loto —algo esencial para sus madres amadas— y, en cambio, consagran su corazón a Amida. Pero, como no se basan en el Sutra del loto, Amida no les brinda la menor asistencia. Recitar el nombre de Amida no es el camino que conduce a la salvación de la mujer; por el contrario, la precipitará en el infierno.
Puesto a pensar con aflicción qué hacer para ayudar a nuestras madres, [he comprendido que] recitar el nombre del buda Amida crea un karma que conduce a las personas al infierno del sufrimiento incesante. Esta recitación no se cuenta entre las cinco faltas capitales, y, sin embargo, es peor que cualquiera de ellas. La persona que asesina a su padre y a su madre destruye el cuerpo físico de ambos, pero no los condena a caer en el infierno del sufrimiento incesante en su próxima existencia.
Las mujeres del Japón actual, que podrían lograr la Budeidad sin falta mediante el Sutra del loto, han caído en el p.976engaño de recitar únicamente la fórmula Namu-Amida-butsu. Y como hacerlo no parece algo malo, todas se han desviado del camino correcto. Pero como allí no existe la semilla de la Budeidad, jamás llegarán a ser budas. Aferradas al bien menor de invocar el nombre del buda Amida, se privan del gran bien del Sutra del loto. Así, este pequeño bien del Nembutsu surte un efecto mucho peor que el gran mal de las cinco faltas capitales.
Es como el caso de Masakado, quien durante la era Shohei (931-938) llegó a controlar ocho provincias en la región de Kanto; o como Sadato, quien en el transcurso de la era Tengi (1053-1058) se apoderó de la región de Oshu. Estos hombres crearon una ruptura entre la población de esas regiones y el soberano; por eso fueron declarados enemigos de la Corte Imperial y, por fin, acabaron destruidos. Sus intrigas y rebeliones resultaron peores que las cinco faltas capitales.
Así, exactamente, es el budismo en el Japón actual: todo conspirar y tramar rebeliones, aunque de manera distinta. El Sutra del loto representa al supremo soberano; en tanto que las escuelas Palabra Verdadera, Tierra Pura y Zen, y los sacerdotes de la escuela Preceptos, se han convertido en enemigos mortales del Sutra del loto por venerar enseñanzas inferiores como el Sutra Mahavairochana y el Sutra de la meditación sobre el buda Vida Infinita. Y sin embargo, las mujeres de todo el Japón, sin advertir la ignorancia de su propia mente, piensan que su adversario es Nichiren, quien puede salvarlas, y consideran buenos amigos y maestros a los sacerdotes del Nembutsu, Zen, Preceptos y Palabra Verdadera, que en realidad son sus enemigos mortales. Y como creen que Nichiren es su enemigo mortal, siendo que él sólo intenta salvarlas, esas mujeres se han unido para calumniarlo ante el soberano del país; fue así como, después de haber sido exiliado a la provincia de Izu, aquel debió marchar al destierro en la provincia de Sado.
Yo, Nichiren, formulé un juramento y declaré: «No he cometido mal alguno. Y aunque por ventura pudiera equivocarme, lo cierto es que juré salvar a todas las mujeres del Japón, y esa sinceridad no puede ser ignorada, en especial porque mis palabras coinciden por completo con el Sutra del loto.
»Si las mujeres del Japón no quieren creer en mí, en tal caso, que no tomen cartas en el asunto. Pero lejos de actuar así, se dedican a instigar ataques contra mi persona. Y sin embargo, ¿me he equivocado yo en algo?
»¿Cómo reaccionarán Shakyamuni, Muchos Tesoros, los budas de las diez direcciones, los bodhisattvas, las personas de los dos vehículos, Brahma, Shakra y los cuatro reyes celestiales? Si estoy errado, ¡demuéstrenme en qué! En especial, tengo justo frente a mí a las deidades del Sol y de la Luna. ¿Qué piensan hacer ambas, dado que, además de escuchar las palabras del buda Shakyamuni, juraron castigar a aquellos que persiguieran al devoto del Sutra del loto anunciando que “la cabeza se les partirá en siete pedazos”?».8
Ante esta severa reprimenda de Nichiren, las deidades celestiales castigaron al país, y fue así como brotaron estas epidemias.
Lo que deberían hacer ahora las funciones celestiales es ordenar a otra nación que invada nuestro territorio; pero eso causaría la muerte a demasiadas personas de ambos lados. Por lo tanto, el designio de las deidades celestiales ha sido evitar un conflicto generalizado y, en cambio, destruir primero al pueblo [mediante esta epidemia] —lo cual, en la práctica, está dejando al gobernante sin manos ni pies—, para obligar de ese modo al soberano y a los ministros de esta nación [a honrar el Sutra del loto]. De ese modo, se proponen acabar con los enemigos del p.977Sutra del loto y allanar el camino para la propagación de la enseñanza correcta.
No obstante, cuando fui desterrado a la provincia de Sado, el condestable del lugar y otros funcionarios me trataron de manera hostil, acatando el mandato del gobierno nacional. Y el pueblo los secundó. Además, en Kamakura, los sacerdotes de las escuelas Nembutsu, Zen, Preceptos y Palabra Verdadera mandaron decir que, por ningún motivo, me permitieran regresar de la isla de Sado; y Ryokan, del Gokuraku-ji, junto a otros, persuadió al ex gobernador de la provincia de Musashi9 de que redactara sus propias ordenanzas —llevadas a Sado por los discípulos de Ryokan—, instruyendo que yo fuese perseguido. Ante esa situación, pareció que no habría escapatoria posible para mí. Cualquiera haya sido el designio de las deidades celestiales con respecto al asunto, lo cierto es que mi choza era vigilada estrictamente, día y noche, por cada administrador y creyente del Nembutsu que se preciara de tal para impedir que alguien se comunicara conmigo. Jamás, en ninguna de mis existencias, olvidaré que en horas como estas, usted, trayendo a su lado a Abutsu-bo cargado de provisiones a las espaldas, se aventuró una y otra vez al amparo de la noche para prestarme su ayuda. ¡Fue como si, de pronto, hubiera renacido en la provincia de Sado mi madre fallecida!
Hace mucho tiempo, vivió en la China un hombre conocido como el gobernador de P’ei.10 Ya que algunos indicios señalaban que podía llegar a ser el futuro soberano, el primer emperador de la dinastía Ch’in ofreció una recompensa incalculable a quien lo asesinara. El gobernador, entonces, pensó que sería peligroso tratar de esconderse en lugares poblados, de modo que se adentró en las montañas, donde permaneció oculto siete días, y luego, una semana más. A esa altura, él ya daba su existencia por perdida. Pero tenía una esposa del clan Lü que fue a las montañas a buscarlo y comenzó a llevarle comida de vez en cuando para mantenerlo con vida.
Es natural que esta mujer se haya apiadado del gobernador, dado que era su esposa. Pero, en el caso de usted, ¿me habría demostrado tan loable devoción, de no haber estado preocupada por su próxima existencia? Por esta misma razón, incluso, ha permanecido firme todo este tiempo mientras la echaban de sus tierras, le aplicaban multas y le confiscaban la vivienda. En el Sutra del loto se afirma que la persona que realice ofrendas a cien mil millones de budas renacerá en una próxima existencia con una fe inquebrantable.11 Por lo tanto, usted debe de haber hecho ofrendas a cien mil millones de budas.
Por otro lado, es fácil preocuparse en forma continua por alguien que tenemos frente a los ojos; pero es muy diferente cuando esa persona está lejos, aunque la llevemos en nuestro corazón. Sin embargo, en los cinco años transcurridos desde que vine a vivir aquí, desde el undécimo año de la era Bun’ei (1274) hasta este año, primero de la era de Koan, usted ha enviado tres veces a su esposo desde la provincia de Sado a visitarme. ¡Cuán inmensa es su sinceridad! ¡Es más firme que la extensa tierra, más profunda que el gran océano!
Cuando Shakyamuni El Que Así Llega en una existencia anterior fue el príncipe Sattva, obtuvo méritos dando su cuerpo como alimento a una tigresa hambrienta; y cuando vivió como el rey Shibi, lo hizo ofrendando su carne a un halcón para que este perdonara la vida a una paloma. Y Shakyamuni declaró en presencia de Muchos Tesoros y de los budas de las diez direcciones que transferiría ese mérito a aquellos que creyeran en el Sutra del loto, tal como lo hace usted, en el Último Día de la Ley.
p.978Me dice en su carta que el undécimo día del octavo mes de este año se cumple el decimotercer aniversario de la muerte de su padre. Y que ha adjuntado a la carta una ofrenda de mil monedas. Es un gesto sumamente considerado de su parte. Por fortuna, tengo un ejemplar del Sutra del loto en diez volúmenes12 que quisiera enviarle. Cuando me eche de menos, haga que Gakujo-bo13 se lo lea y tenga a bien escucharlo. En una existencia futura, podrá utilizar este ejemplar del sutra como salvoconducto para encontrarme.
En vista de las epidemias que asolaron el país hace dos años, el año pasado y el corriente, estuve tan preocupado por el bienestar de todos ustedes que oré con profunda devoción al Sutra del loto; pero así y todo, seguí intranquilo. Luego, el vigésimo séptimo día del séptimo mes, a la hora del mono (entre las tres y las cinco de la tarde), apareció Abutsu-bo. Lo primero que hice fue preguntarle por usted y por el sacerdote laico de Ko.14 Me dijo que ninguno de ustedes había caído enfermo, y que el sacerdote laico de Ko había partido junto con él, pero que, como el arroz temprano estaba casi listo para cosechar, y no tenía hijos que lo ayudaran a recogerlo, no había tenido más remedio que regresar.
Cuando escuché esta buena nueva, me sentí como un ciego que recobra la vista, o como si mis padres fallecidos acudieran en sueños desde el palacio del rey Yama, y en ese sueño sintiera una felicidad incontenible. Es algo extraordinario y maravilloso a la vez, pero tanto aquí como en Kamakura, muy pocos de mis seguidores han muerto a causa de esta plaga. Es como si, navegando todos en el mismo barco, justo cuando el desastre estuviera a punto de hacernos naufragar, de pronto acudiera otro navío a rescatarnos sabiendo que era demasiado pedir que nos salváramos todos. O como si las deidades dragonas estuviesen protegiéndonos y ayudándonos a llegar a la otra orilla sanos y salvos. ¡Es algo en verdad prodigioso!
En cuanto al sacerdote laico Ichinosawa,15 por favor, dígale a su viuda, la monja laica, que lamenté profundamente el fallecimiento de su esposo. Con todo, ya le expliqué a ella, con gran claridad, cómo son las cosas con respecto a su marido; sin duda, habrá de recordar mis palabras. Aunque él haya consagrado un salón de su casa al buda Amida, Amida jamás salvará a un enemigo del Sutra del loto. Antes bien, esa persona acaba siendo un adversario del buda Amida. Con seguridad, él habrá caído en los malos caminos de la existencia, después de morir, y estará sintiendo un hondo arrepentimiento. Es una verdadera lástima.
Sin embargo, sé muy bien que el sacerdote laico Ichinosawa salvó mi vida en varias ocasiones ocultándome en un pasillo de su residencia; por lo tanto, he tratado de pensar en algo que yo pudiera hacer en beneficio de él. Por favor, ¿podría pedirle a Gakujo-bo que lea el Sutra del loto con regularidad ante su tumba? Así y todo, no creo que eso le permita lograr la iluminación. Por favor, dígale a la monja laica, la esposa de Ichinosawa, que pienso con profunda tristeza en lo sola y abatida que ella ha de sentirse. Volveré a escribirle en otra ocasión.
Nichiren
En el vigésimo octavo día del séptimo mes.
Para la esposa de Abutsu-bo, de la capital provincial de Sado
Antecedentes
Esta carta fue escrita en Minobu, el vigésimo octavo día del séptimo mes, en el primer año de Koan (1278), un día después de que el seguidor laico p.979Abutsu-bo llegara desde la isla de Sado, al cabo de tres jornadas de viaje, para visitar a Nichiren Daishonin. Este escrito es la respuesta del Daishonin a una carta que Abutsu-bo le había entregado de parte de su esposa, la monja laica Sennichi.
Algunos estudiosos sostienen que la monja laica Sennichi había prestado servicio a una dama de la Corte que acompañó al emperador retirado Juntoku, durante el destierro que este cumplió en Sado, después de los disturbios de Jokyu, acaecidos en 1221; pero es más probable que haya sido nativa de la isla. Ella y su esposo fueron fieles seguidores del Daishonin, a quien proveyeron de alimento, instrumentos de escritura y otros enseres necesarios durante más de dos años, hasta que este fue indultado en 1274. Cuando el Daishonin se retiró al monte Minobu, la monja laica envió a su esposo a visitarlo con ofrendas, no menos de tres veces.
En la primera parte de la carta, el Daishonin hace hincapié en la superioridad del Sutra del loto, fundada en que este enseña que las mujeres pueden alcanzar la iluminación. La enseñanza provisional, sostiene, niega que las mujeres puedan llegar a ser budas; sólo el Sutra del loto revela claramente que son capaces de manifestar ese estado. Y declara que la iluminación de las mujeres, como se enseña en el Sutra del loto, es prueba de que todos los seres vivos pueden lograr la iluminación, cada uno con la forma que posee.
Luego, se refiere a la forma de saldar la deuda de gratitud con los padres, en especial, con la madre. Puesto que sólo el Sutra del loto asegura la iluminación de las mujeres, afirma, es también el único que permite en verdad retribuir el amor y la bondad de una madre. Sin embargo, las mujeres del Japón rechazan tanto el Sutra del loto como a su devoto, y solamente invocan el nombre del buda Amida. Pero Amida nunca protegerá a un enemigo del Sutra del loto, asevera el Daishonin. Así pues, enseña que el vehículo único del Sutra del loto es la base de todas las enseñanzas budistas.
Durante su exilio en Sado, el Daishonin fue tratado con rudeza por muchos habitantes de la isla. La monja laica Sennichi y su marido, por el contrario, pusieron en riesgo su seguridad para atenderlo y mantuvieron la fe a pesar de los grandes obstáculos.
Notas
1. El Epílogo a la traducción del «Sutra del loto», obra escrita por Seng-chao (384-414), uno de los discípulos de Kumarajiva, atribuye esa afirmación a Shuryasoma.
2. Sutra del loto, cap. 21.
3. Analogías incluidas entre las diez comparaciones del capítulo «Asuntos pasados del bodhisattva Rey de la Medicina» del Sutra del loto.
4. «Kumano» alude a los tres santuarios sintoístas situados en el distrito de Kumano, prefectura de Wakayama. Son el Santuario de Kumano ni Imasu, que alberga a la deidad Ketsumimiko no Kami; el Santuario de Kumano Hayatama, dedicado a la deidad Hayatama no Kami, y el Santuario de Kumano Nachi, consagrado a la deidad Fusumi no Kami. «Suzuka» se refiere a un las deidad de un santuario —probablemente el de Katayama— situado en el paso de Suzuka, emplazado entre Yamato y la provincia de Ise.
5. Sutra de la devoción al buda Amida. Referencia al Sutra Amida. Tal vez el Daishonin lo mencione con ese nombre para indicar su asociación con el Nembutsu, que es la invocación del nombre del buda Amida dentro de la fórmula Namu-Amida-butsu (‘Devoción al buda Amida’), una práctica muy difundida en la época del Daishonin.
6. Principios sobresalientes del «Sutra del loto».
7. Palabras y frases del «Sutra del loto».
8. Sutra del loto, cap. 26.
9. «Ex gobernador de la provincia de Musashi» es una referencia a Hojo Nobutoki, condestable de la provincia de Sado, que vivía en Kamakura.
p.98010. «Gobernador de P’ei» indica a Liu Pang (247-195 a. C.), fundador de la dinastía Han anterior. Él y otro guerrero feudal llamado Hsian Yü rivalizaron por el poder y aprovecharon la confusión instalada tras la muerte del primer emperador de la dinastía Ch’in para reunir tropas y tratar de derrocar la dinastía. La prolongada lucha entre ambos culminó con la victoria de Liu Pang, quien fundó la dinastía Han en 202 a. C. El episodio mencionado en el texto aparece en Crónicas del historiador.
11. Sutra del loto, cap. 10.
12. El término «Sutra del loto en diez volúmenes», aquí mencionado, se refiere al Sutra del loto completo, que consta de ocho volúmenes, más el Sutra de los infinitos significados, de un volumen y el Sutra Sabio Universal, de un volumen, que sirven, respectivamente, de prólogo y de epílogo del Sutra del loto.
13. Gakujo-bo (m. 1301) fue un discípulo del Daishonin que habría vivido en Ichinosawa, isla de Sado. Primero fue seguidor de la escuela Palabra Verdadera, luego se convirtió a las enseñanzas del Daishonin y se dedicó a la propagación. Fundó un templo llamado Jisso-ji.
14. El sacerdote laico de Ko fue un seguidor del Daishonin. El vocablo «Ko» indica una oficina provincial o, también, su ubicación; el sacerdote laico era conocido con ese apelativo, porque vivía en Ko, sede del gobierno provincial de la isla de Sado. Él y su esposa hicieron ofrendas al Daishonin y lo protegieron.
15. El sacerdote laico Ichinosawa (m. 1278) fue un seguidor de la escuela de la Tierra Pura. El Daishonin pasó en su residencia gran parte de su exilio en Sado. Ichinosawa nunca abandonó la fe en la escuela Tierra Pura, pero protegió al Daishonin de diversas formas.