He recibido las cinco mil monedas pato azul1 que usted me envió. El primero de los cinco preceptos es no quitar la vida, y el primero de los seis paramitas es el de la limosna. Los diez buenos preceptos, los doscientos cincuenta preceptos, los diez preceptos principales y todas las demás reglas de conducta comienzan por la admonición de no matar.
Todos los seres, desde la persona más excelsa hasta los jejenes o mosquitos más insignificantes, consideran que la vida es su bien más preciado. Privar de la vida a cualquier criatura es cometer una falta de la mayor gravedad.
Cuando El Que Así Llega apareció en este mundo, su principio fundamental fue el amor compasivo hacia todo lo que posee vida. Por eso, los preceptos más importantes, que expresan este profundo sentimiento hacia la vida, son el de no destruirla y el de nutrir a los seres.
Si uno provee de sustento a otro, obtiene tres clases de beneficios: primero, conservar la propia vida; segundo, dar color a su tez; tercero, adquirir fuerza.
«Conservar la propia vida» significa nacer en el mundo humano o en el mundo celestial, y recibir la retribución kármica de una larga existencia. Al llegar uno a ser un buda, uno se manifiesta como El Que Así Llega del cuerpo del Dharma, un cuerpo tan vasto como el espacio.
Cuando uno, habiendo nacido en el mundo humano o celestial, «adquiere fuerza», puede convertirse en una persona de virtud y de influencia, que atrae a muchos seguidores. En tal caso, cuando llega a ser un buda, se manifiesta como El Que Así Llega del cuerpo de la recompensa y mora en un pedestal de loto, donde resplandece como la luna llena de un cielo despejado, en la decimoquinta noche del octavo mes.
Y puesto que uno «da color a su tez», habiendo nacido en el mundo humano o celestial adquiere los treinta y dos rasgos, y se muestra digno y grácil como una flor de loto. Cuando logra la Budeidad, se revela como El Que Así Llega del cuerpo manifiesto y puede parecerse al buda Shakyamuni.
Si averiguamos el origen del monte Sumeru, encontramos que comenzó siendo una simple partícula de polvo; del mismo modo, el gran océano se inició con una sola gota de agua. Uno más uno se convierte en dos; dos se hacen tres, y así, sucesivamente, hasta formar diez, cien, mil, diez mil, cien mil o un asamkhya. Sin embargo, el uno es la madre del todo.
En cuanto a los comienzos del budismo en el Japón, después de los siete reinados de deidades celestiales y de los cinco reinados de deidades terrenales, comenzaron los cien reinados de los p.701soberanos humanos, el primero de los cuales fue el emperador Jimmu. En la época del emperador Kimmei, trigésimo soberano a partir de Jimmu, las escrituras budistas llegaron al Japón desde el reino de Paekche, junto a sacerdotes, monjas y una estatua del buda Shakyamuni.
Tiempo después, el príncipe Jogu, hijo del emperador Yomei, comenzó a estudiar los escritos budistas. Hizo traer de la China un ejemplar del Sutra del loto, escribió un comentario sobre el texto y se dedicó a propagar sus enseñanzas.
Con posterioridad, en los tiempos del emperador Kotoku, trigésimo séptimo soberano, el administrador sacerdotal Kanroku dio a conocer en el Japón las escuelas Tres Tratados y Establecimiento de la Verdad, que habían llegado desde el reino de Silla. Durante el mismo período, un sacerdote llamado Dosho instauró las escuelas Características del Dharma y Tesoros del Análisis del Dharma, originarias de la China, y el preceptor Shinjo introdujo la escuela Guirnalda de Flores.
En el reinado de la emperatriz Gensho, cuadragésima cuarta soberana, un honorable monje2 de la India introdujo en el país el Sutra Mahavairochana, y, en tiempos del emperador Shomu, cuadragésimo quinto monarca, llegó desde la China el reverendo Ganjin, que estableció la escuela Preceptos en el Japón. Al mismo tiempo, trajo consigo ejemplares de Profundo significado del «Sutra del loto», Palabras y frases del «Sutra del loto», Gran concentración e introspección, comentarios sobre el Sutra Vimalakirti y otras obras de la escuela T’ien-t’ai. Pero no propagó las enseñanzas de las escuelas Palabra Verdadera y del Loto [T’ien-t’ai].
Durante el reinado del emperador Kammu, quincuagésimo soberano, hubo un joven sacerdote llamado Saicho, que tiempo después llegaría a ser conocido como el gran maestro Dengyo. Antes de viajar a la China de la dinastía T’ang, había pasado quince años estudiando por su cuenta los escritos y comentarios de las escuelas Palabra Verdadera y T’ien-t’ai. Más adelante, en el séptimo mes del vigésimo tercer año de la era Enryaku (804), se embarcó a la China. Regresó al Japón el sexto mes del año siguiente y, a partir de entonces, instruyó a decenas de doctos sacerdotes de los siete templos principales de Nara sobre las enseñanzas de las escuelas T’ien-t’ai y Palabra Verdadera.
Han transcurrido cuatrocientos años desde entonces, y más de setecientos, en total, desde que el budismo comenzó a difundirse por primera vez en el Japón. Durante ese período, hubo personas que instaron al pueblo a invocar el nombre de Amida, de Mahavairochana o de Shakyamuni. Pero no ha habido nadie que los exhortara a entonar Nam-myoho-renge-kyo, el daimoku o título del Sutra del loto.
Y esto no sólo se aplica al Japón. En la India, durante los mil años posteriores a la muerte del Buda, hubo grandes eruditos como Mahakashyapa, Ananda, Ashvaghosha, Nagarjuna, Asanga y Vasubandhu, que se dedicaron a propagar el budismo en las cinco regiones de la India. Y en los primeros cientos de años, una vez introducido el budismo en la China, personas como Kashyapa Matanga, Chu Fa-lan, el maestro del Tripitaka Kumarajiva, Nan-yüeh, T’ien-t’ai y Miao-lo escribieron comentarios y expusieron las enseñanzas de los sutras. Pero ninguno de ellos exhortó jamás a entonar el daimoku del Sutra del loto de la misma manera que se invoca el nombre de Amida. Hicieron esta práctica en forma personal o bien, durante las disertaciones sobre el Sutra del loto, sólo lo recitaba el disertante.
Las enseñanzas de las ocho escuelas y de las nueve escuelas3 difieren entre sí, p.702pero en términos generales vemos que, en su gran mayoría, los fundadores y figuras destacadas de dichas escuelas recitaban el nombre de Amida. Luego, en cantidad, siguieron los que recitaban el nombre de Percibir los Sonidos del Mundo, y, a continuación, los que invocaban el nombre del buda Shakyamuni, seguidos por quienes pronunciaban el nombre de Mahavairochana, Maestro de la Medicina y otros. Pero, por algún motivo, no ha habido nadie que entonara el daimoku del Sutra del loto, corazón y esencia de las enseñanzas que el Buda predicó a lo largo de toda su vida.
Pregúntese con sumo detenimiento cuál habrá sido la razón. Un médico experimentado, por ejemplo, sabe discernir las causas de toda clase de enfermedades y conoce también la eficacia relativa de los diversos medicamentos; no obstante, se abstiene de aplicar indiscriminadamente el medicamento más poderoso y, en lugar de ello, emplea otro tipo de sustancias, según la naturaleza de la enfermedad. Por lo tanto, es probable que nadie haya exhortado a aplicar los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo —la medicina más excelsa de todas las enseñanzas que el Buda predicó durante su vida— durante los dos mil años del Primer Día y del Día Medio de la Ley posteriores al fallecimiento del Buda, porque la enfermedad de la ilusión engañosa aún no se había vuelto crítica. Pero ahora estamos en el Último Día de la Ley, y la gente padece de una grave enfermedad, que no puede ser curada con remedios de escaso efecto, como las invocaciones a Amida, Mahavairochana o Shakyamuni.
Aunque la luna es hermosa, sólo en otoño puede vérsela en su máximo esplendor. Aunque los capullos de cerezo son encantadores, sólo se abren en primavera. Todas las cosas están sujetas a su tiempo. En tal caso, ¿por qué no suponer que los dos milenios de los días Primero y Medio de la Ley no eran el momento propicio para propagar el daimoku del Sutra del loto?
Por otro lado, son los mensajeros del Buda quienes difunden sus enseñanzas. Y esos discípulos del Buda recibieron de él diversas doctrinas. Los eruditos que aparecieron durante los mil años del Primer Día de la Ley y los maestros que aparecieron durante los mil años del Día Medio de la Ley fueron, en casi todos los casos, personas a quienes se les había encomendado las doctrinas del Hinayana o del Mahayana provisional, o bien la enseñanza teórica del Sutra del loto, u otras doctrinas auxiliares. Todavía no había aparecido en este mundo el bodhisattva Prácticas Superiores, a quien se le confió el daimoku, corazón de la enseñanza esencial.
Pero ahora él hará su advenimiento en el Último Día de la Ley y propagará los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo a todas las naciones y pueblos, a lo largo y a lo ancho de Jambudvipa. Con toda certeza, se transmitirán de la misma manera en que se difundió la invocación del nombre de Amida en el Japón actual.
Yo, Nichiren, no soy fundador de ninguna escuela; tampoco soy, en esta última época, seguidor de ninguna de las viejas escuelas. Soy un sacerdote sin preceptos, que ni los observa ni los infringe. Soy una criatura común, como un buey o una oveja, que no sobresale especialmente por su ignorancia ni por su sapiencia.
¿Por qué comencé a entonar [Nam-myoho-renge-kyo] como lo hago? El bodhisattva Prácticas Superiores era quien estaba destinado a hacer su advenimiento en este mundo para propagar los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo. Pero incluso antes de que él apareciera, comencé a pronunciar las palabras Nam-myoho-renge-kyo como quien habla en sueños, p.703apenas consciente de lo que hacía, y por eso, las digo ahora. En definitiva, ¿está bien o mal lo que hago? No lo sé, y tampoco hay quien pueda saberlo con certeza.
Pero, cuando abro el Sutra del loto y lo leo con toda reverencia, compruebo que ni siquiera los bodhisattvas Manjushri, Maitreya, Percibir los Sonidos del Mundo y Sabio Universal —que han alcanzado el nivel de la iluminación casi perfecta— fueron capaces de practicar una sola frase o verso de este sutra, porque el sutra mismo establece que «sólo puede ser comprendido y compartido por budas».4
El Sutra de la guirnalda de flores representa la primera exposición de la enseñanza súbita, predicada justo después de la iluminación del Buda. Es un sutra que encarna la enseñanza completa y perfecta; sin embargo, su exposición fue encomendada a cuatro bodhisattvas; entre ellos, Sabiduría del Dharma.5 Los Sutras de la sabiduría, sin estar al mismo nivel del Sutra de la guirnalda de flores, son los más elevados de los restantes sutras que el Buda había predicado hasta entonces; sin embargo, la tarea de exponerlo fue encomendada a Subhuti.
Sólo el Sutra del loto representa la maravillosa enseñanza predicada por la boca de oro del buda Shakyamuni, perfectamente dotado de los tres cuerpos. Por lo tanto, ni siquiera Sabio Universal o Manjushri pudieron exponer una sola frase o verso del sutra. ¡Entonces, cuánto más difícil será para nosotros, simples personas comunes de esta última época, abrazar aunque sea una o dos palabras de este sutra!
Puesto que los fundadores de las diversas escuelas leyeron el Sutra del loto, los discípulos supusieron que su propio maestro había comprendido el corazón del sutra. Sin embargo, si observamos en profundidad la esencia de la cuestión, vemos que el gran maestro Tz’u-en leyó el Sutra del loto, pero adoptó como maestros al Sutra de los profundos secretos y al Tratado sobre la doctrina de la conciencia como origen; y el gran maestro Chia-hsiang leyó el Sutra del loto, pero tomó como mentores a los Sutras de la sabiduría y al Tratado sobre el Camino Medio. Hombres como Tu-shun y Fa-tsang leyeron el Sutra del loto, pero consideraron maestros al Sutra de la guirnalda de flores y al Comentario sobre el «Sutra de los diez niveles». Y Shan-wu-wei, Chin-kang-chih y Pu k’ung leyeron el Sutra del loto, pero escogieron como mentor al Sutra Mahavairochana. Todos esos hombres creyeron haber leído el Sutra del loto. Pero, a decir verdad, no leyeron ni uno sólo de sus versos o frases.
Finalmente, a esto mismo se refirió el gran maestro Dengyo cuando dijo: «Aunque él alaba el Sutra del loto, destruye su corazón».6 Aquellos fueron como los creyentes no budistas que, tras leer sutras budistas, concluyen que son iguales a las enseñanzas no budistas; o como murciélagos que, en su ceguera, confunden el día con la noche. O como el hombre de cara enrojecida que, al mirarse en un espejo bruñido, cree que lo que está rojo es el espejo; o como un hombre de rostro redondo que, al observar su reflejo en la delgada hoja de una espada, piensa que su cara se ha vuelto larga y flaca.
Pero yo soy diferente de esas personas. Mantengo con firmeza la enseñanza de que el Sutra del loto es supremo entre todos los sutras que el Buda ha predicado, predica y predicará.7 Además, entono el daimoku, que es el corazón y la esencia de todo el sutra, y exhorto a otros a hacer lo mismo. La artemisa que crece en la plantación de cáñamo o la madera marcada con una línea de corte8 tal vez no sean del todo derechas al comienzo, pero luego se enderezarán sin falta.
De la misma manera, quien entona el daimoku como enseña el Sutra del loto jamás tendrá una mente distorsionada. Pues p.704debe saberse que, en rigor, no es posible entonar el daimoku a menos que la mente del Buda entre en nuestro cuerpo.
Las enseñanzas budistas que otros han propagado son, en todos los casos, las que cada uno ha aprendido y recibido de su maestro. Es como los feudos que poseen los vasallos directos de la casa gobernante en Kamakura, o las propiedades controladas por los administradores de los distritos. Aunque sus tierras no midan más que uno o dos chos, en todos los casos, las han recibido gracias a los favores del difunto sogún.9 ¡Cuánto más le deberán, entonces, quienes poseen cien chos de tierras, mil chos, una provincia entera o dos provincias completas!
Se llama sabio a quien mantiene las doctrinas de un buen maestro. Y se llama venerable a quien comprende la verdad por sí mismo, sin ayuda de un maestro. En las tierras de la India, la China y el Japón, hubo dos venerables desde la muerte del Buda: T’ien-t’ai y Dengyo. Estos dos hombres merecieron ser llamados así.
Y también corresponde llamarlos sabios. Pues el gran maestro T’ien-t’ai mantuvo las doctrinas de Nan-yüeh, y en tal sentido, fue un sabio. Pero, asimismo, comprendió el supremo vehículo de la Budeidad por sí mismo, en el lugar en que meditaba; así que, en este otro sentido, fue un venerable.
Del mismo modo, el gran maestro Dengyo recibió instrucción de sus maestros Tao-sui y Hsing-man sobre la práctica de la concentración y la introspección, y sobre los grandes preceptos de la iluminación perfecta e inmediata. Por tal razón, fue un sabio. Pero incluso antes de viajar a la China, ya en el Japón había comprendido y dominado todas las doctrinas de las escuelas Palabra Verdadera y Concentración e Introspección [T’ien-t’ai], sin ayuda de ningún maestro, y había percibido que la sabiduría de la escuela T’ien-t’ai superaba la de las seis o siete escuelas. En tal sentido, fue un venerable.
Así declara uno de los clásicos confucianos: «Los superiores son los que nacen con esta comprensión. (“Superiores” aquí indica “venerables”.) Los siguientes son aquellos que estudian y alcanzan la comprensión por esta vía. (“Siguientes” se aplica a los sabios.)».10 Y uno de los textos budistas contiene el siguiente pasaje: «En mis prácticas religiosas, prescindo de la ayuda de un maestro».11
Shakyamuni, señor de las enseñanzas, es el venerable más excelso de este mundo saha. T’ien-t’ai y Dengyo fueron venerables y, también, sabios. Ashvaghosha y Nagarjuna, Asanga y Vasubandhu, y Lao Tzu y Confucio fueron tanto venerables como sabios de las enseñanzas del Hinayana, el Mahayana provisional o las enseñanzas no budistas; sin embargo, ninguno de ellos fue un venerable o un sabio del Sutra del loto.
Yo, por mi parte, no soy venerable ni sabio; no sigo los preceptos ni prescindo de ellos; no poseo sabiduría ni carezco de ella. Sin embargo, nací unos dos mil doscientos veinte años tras la muerte del Buda, en el último período de quinientos años, la época destinada a la propagación del daimoku del Sutra del loto. Antes de que ningún otro empezara a recitar el daimoku en las diversas escuelas —ya sea en el Japón o en las remotas tierras de la India o la China—, fui yo quien comencé a entonar Nam-myoho-renge-kyo en voz alta y quien ha seguido haciéndolo durante más de veinte años.
En ese tiempo, fui maldecido y golpeado, y, a veces, sufrí heridas. Me desterraron dos veces, y en una oportunidad, me condenaron a muerte;12 las otras grandes tribulaciones que soporté fueron tantas que no tiene sentido contarlas; he sido como el grano de soja arrojado a un gran caldero de agua hirviente, p.705o como un pez de gran tamaño en una pequeña charca.
El Sutra del loto dice: «Puesto que el odio y los celos hacia este sutra abundan incluso durante la vida de El Que Así Llega, ¡cuánto peor será después de su muerte!13 También afirma: «[El Sutra del loto] provocará mucha hostilidad en el mundo y será difícil creer en él».14 Y agrega: «Habrá muchas personas ignorantes que nos maldecirán y hablarán mal de nosotros, y nos atacarán con palos y espadas, con piedras y lajas [...]; una y otra vez seremos expulsados».15
Si yo, Nichiren, no hubiese nacido en la tierra del Japón, dichos pasajes habrían sido meras palabras del Buda, vacías de todo significado. Habrían sido como capullos que florecen pero no dan fruto, o como trueno que retumba, pero no produce lluvia. Las palabras de oro del Buda habrían sido en vano, y el Sutra del loto, que habla con honestidad, hoy sería considerado una escritura manchada de grandes mentiras. Cuando considero todo esto, siento que debo de estar a la altura de los venerables T’ien-t’ai y Dengyo, y superar a Lao Tzu y a Confucio.
Soy el único que ha entonado Nam-myoho-renge-kyo en todo el Japón. Soy como esa primera partícula de tierra que marca el comienzo del monte Sumeru o como esa sola gota de rocío que prenuncia el inicio del gran océano. Probablemente, en esta recitación se me unirán dos, tres, diez, cien personas, hasta que [el daimoku] se haya propagado en una, en dos y en las sesenta y seis provincias del Japón, y llegue incluso a las dos islas de Iki y de Tsushima. A su debido tiempo, las personas que me han difamado también lo practicarán de la misma manera, y todos, desde el soberano hasta la gente común, tal como describe el capítulo «Poderes sobrenaturales» del Sutra del loto,16 entonarán Nam-myoho-renge-kyo al unísono. El viento sigue soplando sin cesar, aunque los árboles deseen estar en calma; la primavera cede paso al verano, aunque quisiéramos que perdurara.
El pueblo del Japón tal vez tenga en gran estima al Sutra del loto, pero se niega a entonar Nam-myoho-renge-kyo a causa de la animosidad que siente por mí, el sacerdote Nichiren. No obstante, cuando los invasores del gran reino de los mongoles vuelvan a atacar una o dos veces, como lo hicieron en Iki y Tsushima, y maten a los hombres y tomen prisioneras a las mujeres; cuando conquisten la ruta a la capital, Kioto, y a la ciudad de Kamakura, y capturen al mismísimo soberano junto con sus grandes ministros y cientos de funcionarios; cuando los arrojen al fango frente a sus bueyes y caballos, y abusen de ellos con violencia, ¿podrá el pueblo japonés seguir negándose a entonar Nam-myoho-renge-kyo?
En el pasado, cuando fui golpeado varias veces en el rostro con el quinto rollo del Sutra del loto,17 no sentí resentimiento alguno; en realidad, me produjo un gran deleite. Porque ser atacado del modo descrito en el capítulo «Jamás Despreciar» y sufrir agresiones como las que predice el capítulo «Aliento a la devoción» son, en verdad, un honor excelso e inapreciable.
Pero ¡qué irritantes han de ser estos ataques para Brahma, Shakra, las deidades del Sol y de la Luna, y los cuatro reyes celestiales, quienes, en presencia del Buda, juraron por escrito no permitir que hombres malvados golpearan al devoto del Sutra del loto! Y sería muy grave que mis atacantes no recibieran castigo de las deidades celestiales en esta existencia. Esas deidades [que no impartan el debido castigo] serán destruidas en el pasado, presente y futuro, pero, además, aun ahora, es seguro que los budas estarán tomando nota de sus acciones. Y cuando eso ocurra, no será culpa de Nichiren. Por el contrario, son ellas las que están p.706atrayendo graves desastres sobre sí mismas, por apoyar a sacerdotes que actúan contra la enseñanza correcta.
En vista de todo ello, la sinceridad con que usted me ha enviado cinco sartas de monedas pato azul cada vez que ha tenido oportunidad, lo vuelve realmente digno de ser conocido como propagador del daimoku del Sutra del loto en el Japón. Así como, al comienzo, empezarán a entonar el daimoku una persona y luego dos, y después lo harán mil, diez mil, cien mil y, al final, todos los habitantes del país, antes de que usted se dé cuenta, los beneficios de todos ellos se acumularán en su propia persona. Esos beneficios serán como las gotas de rocío que se unen para formar el gran océano, o como las partículas de tierra que se amontonan para convertirse en el monte Sumeru.
En especial, las diez demonios han jurado proteger a aquellos que abracen el daimoku del Sutra del loto; se desprende de ello que esas deidades deberán cuidar de usted, honorable Myomitsu, y de su esposa, tal como una madre vela por su único hijo. Los valorarán como un yak aprecia su propia cola, y los mantendrán a salvo, día y noche. ¡Qué tranquilizador! ¡Qué alentador!
Quisiera decirle mucho más, pero no tengo tiempo de entrar en detalles. Por favor, explíquele todo esto a su esposa con detenimiento; no he escrito estas cosas con intención de adular.
El oro se torna más brillante cuanto más se expone al fuego; la hoja de una espada se vuelve más tajante cuanto más se la afila. Y cuanto más uno ensalza los beneficios del Sutra del loto, mayores son los beneficios que recibe. Recuerde que los veintiocho capítulos del Sutra del loto contienen sólo unos pocos pasajes que elucidan la verdad, pero muchísimas palabras de alabanza.
Nichiren
En el quinto día del tercer mes intercalar.
Respuesta al honorable Kuwagayatsu Myomitsu
Antecedentes
Esta carta fue escrita en Minobu, en el tercer mes intercalar del segundo año de Kenji (1276), y dirigida a Myomitsu, un creyente que vivía en Kuwagayatsu, Kamakura. Si bien no existe información detallada sobre Myomitsu, al parecer él y su esposa enviaban frecuentes ofrendas al pequeño refugio donde el Daishonin habitaba en la desolación del monte Minobu.
En la época en que se escribió esta carta, el número de conversos crecía gracias a la labor de propagación de Nikko Shonin —discípulo más cercano del Daishonin— en Suruga y en otras provincias. En Kamakura, asimismo, los creyentes laicos trabajaban cada vez más activamente en la propagación. Sin embargo, a medida que medraba el número de nuevos creyentes, también lo hacía la represión gubernamental. Pero Myomitsu y su esposa, junto con otros seguidores cercanos a Shijo Kingo, mantuvieron la fe sincera en las enseñanzas del Daishonin.
Al comienzo de la carta, Nichiren Daishonin hace hincapié en el espíritu budista de absoluta reverencia por la vida, y, del mismo modo, en la práctica budista de la ofrenda, que sustenta la vida. En respuesta a la sincera ofrenda del honorable Myomitsu, explica que, al proveer de sustento a otros, uno obtiene tres clases de beneficios. «Conservar la propia vida», «dar color a la tez» y «adquirir fuerza» podrían interpretarse como beneficios que recibe el destinatario de las ofrendas. El Daishonin, sin embargo, los considera la retribución que p.707obtiene quien las realiza. Además, relaciona dichas recompensas con los tres cuerpos de un buda.
A continuación, resume la historia del budismo en el Japón y proclama que, en el Último Día de la Ley, Nam-myoho-renge-kyo, el daimoku del Sutra del loto, se propagará en forma amplia y extensa, sin falta.
Nichiren Daishonin dice en esta carta que él es quien está llevando a cabo la misión del bodhisattva Prácticas Superiores, encomendada por el Buda, puesto que ha comenzado a entonar y a propagar Nam-myoho-renge-kyo antes que cualquier otra persona. Luego declara que sólo él lee el Sutra del loto de una manera que concuerda con el espíritu y la intención del Buda. Y proclama su convicción de que las dificultades que ha experimentado sirven para corroborar la verdad del Sutra del loto y para confirmar que él es el auténtico venerable cuya aparición en el Último Día de la Ley fue predicha en el sutra.
Como conclusión, declara que, aunque únicamente él ha venido entonando el daimoku, a la larga, toda la nación lo hará, tal como una simple partícula de tierra da origen al monte Sumeru, o una sola gota de agua crece hasta convertirse en el mar.
Notas
1. En esa época, las monedas tenían un agujero cuadrado en el centro y se enganchaban juntas, de a cientos y de a miles, para formar unidades monetarias más grandes. Las monedas «pato azul» eran piezas de cobre importadas de la China de la dinastía Sung, con una perforación cuadrada en el centro que las asemejaba al ojo de un pato.
2. «Un honorable monje» se refiere al monje indio Shan-wu-wei, quien introdujo por primera vez las enseñanzas esotéricas en la China. La idea generalizada de que Shan-wu-wei había visitado el Japón, mencionada en Breve historia del Japón y en Biografías de sacerdotes eminentes de la era Genko, se considera apócrifa en la actualidad, aunque tal vez fuese tenida por verdadera en la época del Daishonin.
3. Las nueve escuelas se refieren a las ocho escuelas (Tesoros del Análisis del Dharma, Establecimiento de la Verdad, Preceptos, Características del Dharma, Tres Tratados, Guirnalda de Flores, Tendai y Palabra Verdadera), más las escuelas Zen o Tierra Pura.
4. Sutra del loto, cap. 2.
5. El Sutra de la guirnalda de flores expone la prédica del bodhisattva Sabiduría del Dharma y de otros bodhisattvas.
6. Principios sobresalientes del «Sutra del loto». Dengyo realizó esa observación específicamente con respecto a la obra Elogio a la profundidad del «Sutra del loto», de Tz’u-en, que ensalza el Sutra del loto pero lo interpreta a la luz de las doctrinas de la escuela Características del Dharma.
7. Sutra del loto, cap. 10.
8. Se dice que la artemisa crece derecha en un plantío de cáñamo, porque la sostienen los cáñamos que la rodean. La «madera marcada con una línea de corte» significa que la madera se endereza cuando el carpintero la cepilla o la corta a lo largo de una línea trazada con tinta.
9. El «sogún difunto» es Minamoto no Yoritomo (1147-1199), fundador y primer sogún del gobierno de Kamakura.
10. Analectas.
11. Es probable que se trate de un pasaje del Sutra del nirvana expresado de otra manera.
12. El Daishonin fue desterrado a la península de Izu y a la isla de Sado. «En una oportunidad, me condenaron a muerte» se refiere a la persecución de Tatsunokuchi, ocurrida en 1271, cuando casi fue ejecutado en Tatsunokuchi.
13. Sutra del loto, cap. 10.
14. Ib., cap. 14.
15. Ib., cap. 13. La frase «con piedras y lajas» no aparece en este capítulo. Es una transposición del capítulo «Jamás despreciar».
16. En el capítulo «Poderes sobrenaturales», las deidades celestiales proclaman a cielo abierto que Shakyamuni está predicando en ese momento el Sutra del loto en el mundo saha. Al oír eso, todos los seres de las diez direcciones se vuelven hacia el mundo saha, unen sus palmas en reverencia y profieren las siguientes palabras: «¡Salve, buda Shakyamuni!; ¡salve, buda Shakyamuni!».
17. El duodécimo día del noveno mes de 1271, Hei no Saemon fue a arrestar al Daishonin, acompañado de su p.708vasallo Sho-bo y de otras personas. Sho-bo golpeó al Daishonin en el rostro con el rollo del quinto volumen del Sutra del loto. El Sutra del loto consta de ocho volúmenes, cada uno de los cuales estaba enrollado en un cilindro de madera. En consecuencia, el Daishonin interpretó la agresión como «ataque con palos», una de las adversidades vaticinadas en el capítulo «Aliento a la devoción», contenido en el quinto volumen del Sutra del loto.