Hoy, segundo año de Koan (1279), signo cíclico tsuchinoto-u, han transcurrido veintisiete años desde que proclamé por primera vez esta enseñanza en el templo Seicho-ji. Esto que refiero tuvo lugar a la hora del caballo [mediodía], el vigésimo octavo día del cuarto mes, quinto año de Kencho (1253), signo cíclico mizunoto-ushi, en el ala sur del salón de las imágenes, en el Shobutsu-bo del templo Seicho-ji, aldea de Tojo. Tojo hoy es un distrito, pero en ese entonces era parte del distrito Nagasa, provincia de Awa. Aquí está situado lo que antaño era el segundo, pero hoy es el primer centro de todo el país, fundado por Minamoto no Yoritomo, general de la Derecha, para abastecer de provisiones el santuario de la Diosa del Sol. El Buda cumplió el propósito de su advenimiento en poco más de cuarenta años; al gran maestro T’ien-t’ai le llevó unas tres décadas, y al gran maestro Dengyo, unos veinte años. He hablado reiteradamente de las persecuciones indescriptibles que ellos sufrieron a lo largo de ese tiempo. A mí me llevó veintisiete años, y los grandes hostigamientos que afronté durante este período son bien conocidos por todos ustedes.
El Sutra del loto señala: «Puesto que el odio y los celos hacia este sutra abundan incluso durante la vida de El Que Así Llega, ¡cuánto peor será después de su muerte!».1 Shakyamuni El Que Así Llega sufrió innumerables persecuciones: durante noventa días se vio obligado a comer forraje para caballos; un inmenso peñasco fue arrojado desde las alturas para que cayera sobre él y, aunque el atentado fracasó, el Buda sufrió una fractura y una herida sangrante en uno de los dedos del pie; un grupo de ocho monjes encabezados por Sunaksatra —que actuaban como discípulos del Buda pero, internamente, seguían a maestros no budistas— lo acechaba a cada instante del día y de la noche buscando la oportunidad de asesinarlo; el rey Virudhaka mató a incontables miembros del clan Shakya, y el rey Ajatashatru ordenó que innumerables discípulos del Buda murieran aplastados por una estampida de elefantes salvajes, además de someter al Buda a una serie de severas pruebas. Estas son las persecuciones menores que corresponden a la época «durante la vida de El Que Así Llega».
Ni Nagarjuna ni Vasubandhu, ni T’ien-t’ai ni Dengyo enfrentaron las persecuciones aun más graves que el Buda predijo que ocurrirían «después de su muerte». Aunque uno dijera que ellos no fueron devotos del Sutra del loto, ¿podrían no haberlo sido? Pero, por otro lado, aunque uno dijera que fueron sus devotos, al no haber ellos derramado sangre —como lo hizo el Buda— y, peor aún, p.1042al no haber enfrentado pruebas más severas que las que sufrió el Buda, sería como si los pasajes del sutra estuvieran vacíos, y como si las enseñanzas del Buda se hubieran convertido en grandes mentiras.
Sin embargo, en estos veintisiete años, Nichiren fue desterrado a la provincia de Izu, el duodécimo día del quinto mes, en el primer año de Kocho (1261), signo cíclico kanoto-tori; fue herido en la frente y sufrió una fractura en la mano izquierda el undécimo día del undécimo mes, primer año de Bun’ei (1264), signo cíclico kinoe-ne. Fue trasladado a su ejecución el duodécimo día del noveno mes, octavo año de Bun’ei (1271), signo cíclico kanoto-hitsuji, y, por fin, fue exiliado a la provincia de Sado. Además, incontables cantidades de discípulos suyos fueron asesinados o heridos, desterrados o duramente sancionados con gravámenes. No sé si estas pruebas igualan o superan las del Buda. Sin embargo, Nagarjuna, Vasubandhu, T’ien-t’ai y Dengyo no pueden comparárseme en este sentido. De no haber sido por el advenimiento de Nichiren en el Último Día de la Ley, el Buda habría sido un gran mentiroso, y el testimonio brindado por Muchos Tesoros y por los budas de las diez direcciones hoy sería falso. En los más de dos mil doscientos treinta años transcurridos desde la muerte del Buda, Nichiren es la única persona en todo el territorio de Jambudvipa que ha cumplido las palabras del Buda.
En el pasado y en el actual Último Día de la Ley, los gobernantes, altos ministros y personas que despreciaron a los devotos del Sutra del loto al principio parecieron estar libres de retribución, pero con el tiempo, todos se condenaron a caer. Lo mismo se aplica al caso de Nichiren. Al principio, no pareció haber señales de protección para mí. No obstante, las funciones universales que juraron proteger el Sutra del loto —Brahma, Shakra, las deidades del Sol y de la Luna, y los cuatro reyes celestiales— ya han comprendido, aterrorizadas, que si no cumplen su juramento al Buda —como no han hecho todavía en estos veintisiete años— caerán en la gran ciudadela del infierno del sufrimiento incesante. En consecuencia, cada una de ellas está esforzándose por ser fiel a su promesa. Las muertes de Ota Chikamasa, Nagasaki Jiro Hyoe-no-jo Tokitsuna y Daishin-bo,2 quien fue arrojado de su caballo, pueden ser vistas como un castigo por su traición al Sutra del loto. Hay cuatro clases de retribución negativa: general e individual, inmediata y mediata. Las epidemias y hambrunas que han afectado al Japón, así como las insurrecciones en el clan gobernante y la invasión extranjera, constituyen retribuciones generales. Las epidemias son una forma de retribución mediata. Las muertes de Ota y de los otros son una retribución inmediata y, a la vez, individual.
Cada uno de ustedes debe armarse del coraje de un león rey y jamás sucumbir a las amenazas de nadie. El rey león no teme a las demás bestias, ni tampoco lo hacen sus cachorros. Los que actúan contra la Ley son como zorros que chillan, pero los seguidores de Nichiren son como leones que rugen. El sacerdote laico del Saimyo-ji, hoy fallecido, y el regente actual3 me permitieron regresar de mis exilios cuando vieron que era inocente de los cargos que me imputaban. El gobernante actual ya no tomará medidas en respuesta a ninguna otra acusación sin haber confirmado primero su veracidad. Pueden quedarse tranquilos: nada —ni siquiera alguien poseído por una poderosa función demoníaca— podrá hacerle daño a Nichiren, pues están protegiéndolo Brahma, Shakra, las deidades del Sol y de la Luna, los cuatro reyes celestiales, la Diosa del Sol y Hachiman. Fortalezcan su fe día tras día y mes p.1043tras mes. Si su determinación flaquea tan sólo un instante, las funciones demoníacas sacarán ventaja.
Las personas comunes somos tan necias que no tememos a las advertencias de los sutras y tratados, ni a las cosas que, en cierta forma, parecen lejanas a nosotros. Cuando, llevados por la furia, Hei no Saemon y Akitajo-no-suke4 descarguen sobre nosotros toda su violencia, deberán mostrar una firme determinación. En estos momentos, están enviando hombres a Tsukushi [para combatir contra los mongoles]; considérense en la misma posición que los que se dirigen a las fortificaciones o ya se encuentran en ellas. Hasta ahora, nuestros creyentes no han tenido que experimentar este tipo de aflicciones. Pero los guerreros de Tsukushi hoy enfrentan un horrendo destino y, si mueren en combate, caerán en el estado de infierno. Aunque en este instante nos veamos ante la rigurosa prueba de la persecución, en nuestra próxima existencia seremos budas. Nuestras tribulaciones actuales son como el tratamiento con moxa: al principio es doloroso, pero como sus efectos son benéficos, finalmente el dolor resulta no ser tal.
Alienten, pero no atemoricen, a las personas de Atsuhara, ignorantes del budismo. Díganles que se preparen para lo peor; que en lugar de esperar buenas épocas, den los malos tiempos por sentados. Si se quejan de hambre, cuéntenles cómo se sufre en el estado de las entidades hambrientas. Si protestan por el frío, háblenles de los ocho infiernos helados. Si dicen tener miedo, explíquenles que un faisán avistado por un halcón o un ratón perseguido por un gato sienten la misma desesperación que ellos. He venido repitiendo estas cosas con insistencia, día tras día, mes tras mes, año tras año. Y sin embargo, con personas como la monja laica de Nagoe, Sho-bo, Noto-bo, Sammi-bo5 y otros de su misma naturaleza —cobardes, irracionales, codiciosos e incrédulos— mis palabras han sido tan improductivas como echar agua a un recipiente recién laqueado o tratar de rebanar el aire.
Había algo muy extraño en Sammi-bo. Pero, en su momento, preferí no hablar, porque me preocupaba que la gente ignorante viese en mis advertencias una muestra de celos hacia su sabiduría. Con el tiempo, su ambición perversa lo condujo a la traición, y esto, en última instancia, determinó su aciago destino. Si lo hubiera reprendido más severamente, quizá podría haberse salvado. No he mencionado esto antes, porque nadie lo habría comprendido; incluso hoy, no faltará algún ignorante que diga que hablo mal de los difuntos. Así y todo, si traigo esto a colación es para que otros puedan usarlo como espejo. Estoy seguro de que la suerte corrida por Sammi-bo habrá dejado aterrados a nuestros oponentes, y también a los renegados.
Si vieran indicios de que van a tomar las armas para perseguir a mis seguidores con la excusa de que causamos intranquilidad a la población, por favor escríbanme de inmediato.6
Con mi profundo respeto,
Nichiren
En el primer día del décimo mes.
A mis seguidores
Esta carta deberá ser conservada por Saburo Saemon.7
Antecedentes
Nichiren Daishonin escribió esta carta en Minobu, el primer día del décimo mes del segundo año de Koan (1279), y se la envió a sus seguidores en general. Repasa algunos de los incidentes más destacados de su vida.p.1044
Alrededor de 1275, la actividad de propagación en el área de Fuji comenzó a producir resultados notables en torno al liderazgo de Nikko Shonin. Hubo numerosos creyentes nuevos, tanto en las filas del clero como entre la población laica, pero a medida que fue aumentando el número de practicantes, también lo hizo la presión oficial. En Atsuhara, aldea perteneciente al distrito Fuji, provincia de Suruga, los creyentes se vieron sometidos a una serie de amenazas y hostigamientos conocidos como la persecución de Atsuhara. Veinte creyentes, todos campesinos, fueron arrestados el vigésimo primer día del noveno mes, en 1279, falsamente acusados de delitos que no habían cometido. Tres de ellos, días después, morirían decapitados. A pesar de estas persecuciones, ni uno sólo de los veinte labradores abandonó la fe.
Al ver que sus seguidores estaban dispuestos a dar la vida para proteger la Ley, si ello era necesario, el Daishonin comprendió que había cumplido así el propósito de su existencia. La referencia a los «veintisiete años» indica el tiempo transcurrido desde la proclamación de Nam-myoho-renge-kyo en 1253; en ese lapso, había perseverado en la transmisión de esta enseñanza sobrellevando graves persecuciones, con el único deseo de salvar a las personas del sufrimiento y establecer Nam-myoho-renge-kyo de las tres grandes leyes secretas como su máxima enseñanza.
A continuación, brinda detalles referidos a las persecuciones padecidas por el buda Shakyamuni y por él mismo. También describe las importantes profecías del Sutra del loto acerca del Último Día de la Ley.
Explica asimismo las clases de efectos negativos que sufren aquellos que denigran la Ley, para mostrar el impacto de la rigurosa ley de causa y efecto en la vida individual y en los asuntos sociales. El Daishonin señala que la trágica suerte corrida por varios discípulos traidores, así como la crisis que estaba enfrentando el Japón en ese momento, son retribuciones originadas en la hostilidad hacia el devoto del Sutra del loto.
A la vez, dice a sus discípulos que deben «armarse del coraje de un león rey». Y exhorta a los creyentes de la región de Atsuhara a que se preparen para lo peor.
En la última parte, el Daishonin cita el ejemplo de Sammi-bo, uno de sus primeros discípulos que, pese a ser muy admirado por su capacidad para debatir y su gran erudición, abandonó la fe y murió trágicamente durante la persecución de Atsuhara.
Notas
1. Sutra del loto, cap. 10.
2. Ota Chikamasa y Nagasaki Jiro Hyoenojo Tokitsuna fueron seguidores del Daishonin que renunciaron a la fe y conspiraron contra otros creyentes durante la persecución de Atsuhara.
3. «Sacerdote laico del Saimyo-ji» se refiere a Hojo Tokiyori (1227-1263), quinto regente retirado del gobierno de Kamakura, y «regente actual», a Hojo Tokimune (1251-1284), octavo regente.
4. Akitajo-no-suke es otro nombre con que se conocía a Adachi Yasumori (1231-1285), líder de un influyente clan del gobierno de los Hojo y competidor de Hei no Saemon-no-jo, cuyo poder disputaba.
5. La monja laica de Nagoe, Sho-bo, Noto-bo y Sammi-bo fueron discípulos del Daishonin que renunciaron a la fe.
6. En este párrafo, el lenguaje original es muy condensado y compacto. La frase podría haberse traducido, también: «A medida que se profundice el caos en la sociedad, si alguno de mis seguidores es reclutado para marchar a combatir, por favor envíenme sus nombres de inmediato».
7. Saburo Saemon es otro nombre de Shijo Kingo, samurái y seguidor del Daishonin cuyo título y nombre completo era Shijo Nakatsukasa Saburo Saemon-no-jo Yorimoto.