Shariputra, Maudgalyayana y Mahakashyapa fueron grandes arhats, que habían adquirido las tres facultades introspectivas y los seis poderes sobrenaturales. Pero, además, eran bodhisattvas que, a través del Sutra del loto, habían llegado al primer nivel de desarrollo y al primer nivel de seguridad; es decir que habían percibido el no nacimiento y la no extinción de todos los fenómenos. Sin embargo, no se consideraron capaces de soportar las grandes persecuciones que acarrearía la propagación del Sutra del loto en el mundo saha durante el Último Día de la Ley y, por eso, declinaron la tarea. Entonces, ¿cómo pensar que las personas comunes del Último Día, que aún no han erradicado las tres categorías de ilusiones, puedan ser devotos del Sutra del loto?
Aunque yo, Nichiren, haya sido capaz de soportar ataques con palos, lajas y piedras, calumnias y persecuciones a manos de las autoridades, ¿cómo podrían hacer lo mismo creyentes laicos con esposas e hijos a su cargo, e ignorantes del budismo? Tal vez, lo mejor para ellos sea no creer desde un principio; pues si practican la fe sólo durante un corto tiempo y no la mantienen hasta el final, serán objeto de las burlas ajenas. Este tipo de pensamientos me ha hecho sentir una profunda compasión por usted. No obstante, durante las repetidas persecuciones que sufrí, y a lo largo de mis dos exilios, usted hizo gala de una determinación inquebrantable. Aunque esto, de por sí, ya había sido prodigioso, veo que ahora jura mantener la fe en el Sutra del loto pese a las amenazas de su amo y a costa de perder sus dos feudos; así que no encuentro palabras suficientes con que expresarle debidamente mis elogios.
El Buda se preguntó si, en verdad, podrían llevar a cabo la propagación del Sutra del loto en esta última época bodhisattvas como Sabio Universal y Manjushri. Por eso, encomendó los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo a Prácticas Superiores y a los otros tres adalides de los bodhisattvas que habían irrumpido de la tierra, numerosos como las partículas de polvo de mil mundos. Ahora que pienso en el significado de esta cuestión, me pregunto si el p.865bodhisattva Prácticas Superiores no se habrá alojado en su cuerpo para asistirme a lo largo del camino. ¿O no habrá sido, quizá, un designio del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas?
Los demás vasallos que lo tienen a usted entre ojos están dándose cada vez más ínfulas; sin duda, esto se debe a la intervención de los sacerdotes Ryokan y Ryuzo. Si usted jurara por escrito renunciar a esta fe, la arrogancia de aquellos no haría más que medrar, y andarían contándoselo a cada persona que encontraran. En tal caso, la persecución recaería sobre mis discípulos de Kamakura, hasta que no quedase ni uno sólo de ellos.
Los seres humanos, por naturaleza, ignoran lo que les depara el futuro. A quienes lo comprenden cabalmente se los llama sabios o venerables. Citaré un ejemplo del presente, para no ahondar en los de otras épocas. El señor feudal de Musashi1 renunció a sus dos territorios y adoptó la vida de sacerdote laico. Supe que terminó abandonando numerosas fincas y alejándose de sus hijos e hijas, y de su esposa, para apartarse del mundo. Usted no tiene hijos varones ni hermanos en quienes confiar. Y esos dos feudos son lo único que posee. Esta existencia es como un sueño; nadie puede saber con certeza si mañana seguirá con vida. Jamás deshonre el Sutra del loto, ni aun siendo el más desgraciado de los mendigos. Evite las lamentaciones, ya que estas en ningún caso cambiarán las cosas. Tal como ha escrito en su carta, hable y obre sin el menor servilismo; una actitud lisonjera sólo perjudicará su situación. Y si llegaran a confiscarle los feudos o a expulsarlo, atribúyalo a la función de las diez demonios, y confíe en ellas con toda sinceridad.
Si yo hubiese permanecido en Kamakura en lugar de marchar al destierro, sin duda me habrían matado en la batalla.2 De manera similar, pienso que tal vez aquí haya obrado un designio del buda Shakyamuni, dado que permanecer al servicio de su amo podría acarrearle algún perjuicio.
He escrito una petición3 en nombre suyo. Allí [en Kamakura] hay varios sacerdotes, pero como no son de fiar, pensaba enviarla por medio de Sammi-bo. Sin embargo, como este aún no se ha recuperado de su enfermedad, despacharé a otro sacerdote4 en su lugar. Pídales a Daigaku Saburo, a Taki no Taro o a Toki5 que la copien en limpio cuando tengan tiempo, y entréguesela a su amo. Si consigue hacerlo, el problema se resolverá. No se apresure; en cambio, efectúe los preparativos discretamente en el clan de su señor. En cuanto a los demás, deje que lo calumnien a sus anchas. Si logra entregar la petición, lo más probable es que esto se sepa en todo Kamakura y que, incluso, llegue a oídos del mismísimo Regente. Y sería transformar la desventura en buena fortuna.
Ya le expliqué antes las enseñanzas del Sutra del loto. Del bien surgen hechos de relativa importancia; pero cuando se trata de asuntos en verdad trascendentales, los grandes desastres sin falta se convierten en inmensa fortuna. Cuando los otros lean esta petición, sin duda verán con claridad los errores que están cometiendo. Usted sólo hable de manera concisa y severa: «No dejaré el clan de mi amo ni devolveré mis feudos por propia voluntad. Pero si mi señor feudal decidiera confiscármelos, lo consideraré una ofrenda al Sutra del loto y un beneficio».
De ningún modo se muestre servil con el magistrado.6 Dígale: «Las tierras que tengo a mi cargo no han sido un obsequio de mi señor; antes bien, fueron una recompensa que él quiso darme, porque, cuando enfermó gravemente, salvé su vida con la medicina del Sutra del loto. Si esta vez me las quita, su dolencia volverá a manifestarse. Y cuando ello suceda, aunque me pida perdón, no aceptaré p.866sus disculpas». Habiendo dicho estas palabras, retírese sin más preámbulos.
Evite todo tipo de reuniones. Y, de noche, no baje la guardia en ningún momento. Trate bien a los guardianes nocturnos7 y recurra a sus buenos oficios; que ellos sean su escolta permanente. Si esta vez no lo expulsan, habrá nueve probabilidades contra una de que sus colegas samuráis atenten contra su vida. Pero, cualesquiera sean las circunstancias, asegúrese de no morir en la deshonra.
Nichiren
En el séptimo mes, tercer año de Kenji (1277), signo cíclico hinoto-ushi.
Respuesta a Shijo Kingo
Antecedentes
El Daishonin escribió esta carta en Minobu a los cincuenta y seis años, y se la envió a Shijo Kingo, en Kamakura. Kingo servía a la familia Ema, perteneciente al clan gobernante Hojo, y era muy versado en medicina y en artes marciales.
En el sexto mes de 1277, Shijo Kingo asistió a un debate religioso realizado en Kuwagayatsu, Kamakura, en el cual un discípulo del Daishonin llamado Sammi-bo venció a Ryuzo-bo, protegido de Ryokan. Otros vasallos del señor feudal Ema, envidiosos de Kingo, pergeñaron un ardid y dijeron a su amo que aquel había causado disturbios violentos durante el debate. A raíz de estas calumnias, el señor Ema amenazó con confiscar los feudos de Kingo. Después del debate de Kuwagayatsu, el samurái recibió una carta oficial de su amo, donde este lo conminaba a jurar por escrito su renuncia a la fe en el Sutra del loto. Entonces, Kingo se la envió al Daishonin, que se encontraba en Minobu, junto con una carta de su puño y letra en la cual prometía no escribir jamás un juramento semejante.
Nichiren Daishonin preparó esta carta de aliento en respuesta al informe de su discípulo, y también le envió una petición dirigida al señor feudal Ema, donde defendía a Kingo y elogiaba el leal servicio que había prestado a su amo. Este alegato se titula La petición de Yorimoto. (Yorimoto era parte del nombre completo de Shijo Kingo). Al poco tiempo, el señor feudal Ema cayó enfermo y no tuvo más remedio que pedir ayuda a Kingo, gracias a cuyo tratamiento logró recuperarse. Esto hizo que volviera a depositar su confianza en él y, tiempo después, le concediera tierras tres veces más extensas que las que tenía.
En esta carta, el Daishonin afirma: «Jamás deshonre el Sutra del loto, ni aun siendo el más desgraciado de los mendigos»; así, define la actitud esencial en la fe: sea cual fuere nuestra posición social, o la adversidad que nos toque enfrentar, es vital perseverar en la fe, sin comprometer nuestra integridad como devotos del Sutra del loto.
Notas
1. Hojo Yoshimasa (1242-1281). Desempeñó diversos cargos durante el gobierno de Kamakura y, en 1276, llegó a ser protonotario de Hojo Tokimune. La expresión «sus dos territorios» se refiere a los feudos que tenía en las provincias de Suruga y Musashi.
2. Probable referencia al conflicto desatado el segundo mes de 1272 entre el regente Hojo Tokimune y su medio hermano mayor Hojo Tokisuke.
3. Escrito conocido como La petición de Yorimoto, que el Daishonin escribió al señor feudal Ema en nombre de Shijo Kingo el sexto mes de 1277. Aparentemente, nunca llegó a ser entregado al amo de Kingo.
4. Se desconoce la identidad de este «otro sacerdote».
5. Daigaku Saburo (1202-1286), también llamado Hiki Yoshimoto, fue maestro oficial del confucianismo, a las órdenes del sogunato de Kamakura. Se dice que se convirtió a las enseñanzas del Daishonin después de leer un p.867borrador de la tesis Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra. También se cree que Taki no Taro había sido maestro confucianista con anterioridad, pero se sabe poco de él, salvo que fue seguidor del Daishonin. Toki, o Toki Jonin, fue vasallo del señor feudal Chiba, condestable de la provincia de Shimosa, y uno de los principales discípulos del Daishonin en Shimosa. Hombre muy instruido, recibió muchas de las obras más importantes del Daishonin.
6. Los magistrados eran funcionarios administrativos que llevaban a cabo órdenes de un superior. En este caso, se alude a uno que había sido asignado para acatar las órdenes del señor feudal Ema.
7. Se cree que los guardianes nocturnos fueron custodios de Shijo Kingo, que vivían en su residencia y a quienes les habían confiscado las fincas por creer en las enseñanzas del Daishonin. Otra fuente sostiene que eran hermanos menores de Shijo Kingo.