Myoho-renge-kyo se compara con el loto. La gran flor de mandara, que crece en el cielo, y los capullos de cerezo, que crecen en el mundo de los hombres, son flores admiradas, pero el Buda no comparó ninguna de ellas con el Sutra del loto. En cambio, de todas las especies, eligió simbolizar el Sutra del loto con la flor del loto. Y existe una razón. Algunas plantas primero florecen y luego dan fruto, mientras que otras fructifican antes de florecer. Las hay que tienen sólo una flor y muchos frutos; y también están las que tienen muchas flores pero un fruto único, mientras que otras dan fruto sin florecer. Vemos así que existen muchas clases de plantas, pero el loto es la única que da flor y fruto en forma simultánea. El beneficio de todos los demás sutras es incierto, porque enseñan que uno primero debe hacer buenas causas y sólo después, tiempo más tarde, puede llegar a ser un buda. Pero en el caso del Sutra del loto, cuando una mano lo sostiene, esa mano alcanza de inmediato la Budeidad, y cuando una boca lo recita, esa boca es, en sí, un buda. En este aspecto es como la luna, que se refleja en el agua en el mismo momento en que asoma por detrás de las montañas orientales, o como un sonido y su eco, que se forman a la vez. Por esta razón, el sutra afirma: «Si hay personas que escuchan la Ley, ni una sola dejará de lograr la iluminación».2 Este pasaje significa que, si hay cien o mil personas que practican este sutra, todas ellas, sin excepción, llegarán a ser budas.
Usted menciona en su carta el aniversario de la muerte de su bondadoso padre, el sacerdote laico Matsuno Rokuro Saemon. Y afirma: «Como él tuvo muchos hijos varones, se harán servicios fúnebres en su memoria de muchas maneras distintas. Sin embargo, temo que estas ceremonias sean contrarias a la Ley, si no se basan estrictamente en el Sutra del loto». La enseñanza de oro del buda Shakyamuni asevera: «El Honrado por el Mundo lleva largo tiempo exponiendo sus doctrinas, y ahora es momento de que revele la verdad».3 El buda Muchos Tesoros declaró, a modo de testimonio: «El Sutra del loto de la Ley prodigiosa [...] ¡Todo lo que has expuesto es la verdad!».4 Y los budas de las diez direcciones dieron crédito a la veracidad del sutra extendiendo la lengua hasta el cielo de Brahma.5
Allende el océano, al sudoeste del Japón, se extiende un país conocido como la China. En dicha nación, algunas personas creen en el Buda, pero no en las deidades, mientras que otros hacen p.1145exactamente lo contrario. Quizá haya existido una situación similar en las primeras épocas de nuestro país. Sea como fuere, hace mucho tiempo vivió en la China un calígrafo llamado Wu-lung. Su arte no tenía parangón en todo el territorio chino, tal como ocurría en el Japón con Tofu o Kozei.6 Wu-lung odiaba el budismo y juró que jamás transcribiría ninguna de sus escrituras. Hacia el fin de sus días cayó enfermo de gravedad y, en el lecho de muerte, expresó a su hijo un último deseo:
—Eres mi hijo; no sólo has heredado mi habilidad, sino que, además, tu trazo supera el mío. Pero, ni aun bajo el peso de las peores influencias, debes avenirte a copiar el Sutra del loto.
Acto seguido, de sus cinco órganos comenzó a manar sangre a chorros como una fuente. La lengua se le partió en ocho pedazos, y el cuerpo se le desgarró en diez direcciones. Sin embargo, sus parientes, que desconocían los tres malos caminos, no supieron ver en ello un presagio de que Wu-lung caería en el infierno.
El hijo, llamado I-lung, también resultó ser el mejor calígrafo de la China. Fiel a la voluntad de su padre, juró que jamás transcribiría el Sutra del loto. En esa época, había un gobernante llamado Ssu-ma,7 quien creía en el budismo y sentía una especial devoción por el Sutra del loto. Con el deseo de obtener una copia para su uso personal, quiso que lo transcribiera un excelso calígrafo, el mejor del país. Así pues, convocó a I-lung. Este explicó que la voluntad de su padre le prohibía hacerlo y le suplicó que lo eximiera de semejante labor. Al oír esto, el gobernante llamó a otro calígrafo y le hizo transcribir el sutra completo. Sin embargo, el resultado no lo satisfizo en absoluto.
El gobernante citó a I-lung nuevamente y habló de este modo:
—Dices que pesa sobre ti la prohibición de tu padre; en tal caso, no te obligaré a copiar todo el sutra. Pero insisto en que obedezcas mi orden y transcribas al menos los títulos de sus ocho volúmenes.
I-lung le rogó repetidas veces que lo dispensara, mas el gobernante, furioso, exigió:
—Tu padre fue súbdito de mi reino, y también lo eres tú. Si rehúsas escribir los títulos del sutra por miedo a actuar como un mal hijo, te acusaré de desobedecer mi decreto real.
Y repitió varias veces su rigurosa orden. Entonces I-lung, aun deseoso de acatar la voluntad paterna, comprendió que no podría desasirse de la orden real. Fue así como escribió los títulos [de los ocho volúmenes]8 del Sutra del loto y presentó su trabajo al gobernante.
De regreso en su hogar, I-lung fue hasta la tumba de su padre y, derramando lágrimas de sangre, le informó:
—El gobernante me ha ordenado con todo rigor que escribiera los títulos del Sutra del loto, en contra de tu deseo.
Acongojado por no haber podido sustraerse a este mal comportamiento filial, pasó tres días sin moverse de la tumba de su padre y sin probar alimento, hasta que se sintió al borde de la muerte. El tercer día, a la hora del tigre (entre las tres y las cinco de la madrugada) y casi exangüe, creyó entrar en un sueño. Volvió la mirada hacia el firmamento y vio a un ser celestial, semejante al retrato de la deidad Shakra, acompañado de incalculables seguidores que colmaban el cielo y la tierra. I-lung le preguntó quién era, y el ser celestial le respondió:
—¿Acaso no me reconoces? Soy tu padre, Wu-lung. Mientras viví en el mundo humano, creí en las escrituras no budistas y fui enemigo del budismo; en especial, del Sutra del loto. Y por tal razón, he caído en el infierno del sufrimiento incesante.
p.1146»Todos los días me arrancaban la lengua varios cientos de veces. De repente, estaba muerto, y luego, vivo otra vez. Gritaba de agonía, por momentos de cara al cielo y a ratos abalanzándome sobre la tierra, pero nadie reparaba en mis súplicas. Quería que el mundo humano supiera de mi sufrimiento, pero no tenía ninguna forma de comunicarme. Y cada vez que tú insistías en cumplir mi voluntad, tus palabras se convertían en llamas y me torturaban, o se convertían en espadas que llovían del cielo y me atravesaban el cuerpo. Tu comportamiento me ha causado un grave perjuicio. Sin embargo, como actuaste así para cumplir con mi voluntad, entendí que no debía guardarte rencor, pues sólo estaba recibiendo la retribución a mis propias acciones.
»Mientras pensaba así, de pronto, un buda de oro apareció en el infierno del sufrimiento incesante y declaró: «Incluso quienes hayan destruido buenas causas en cantidad suficiente para colmar el mundo fenoménico lograrán con toda seguridad la iluminación, cuando escuchen el Sutra del loto aunque sea una sola vez». Cuando este buda entró en el infierno del sufrimiento incesante, fue como si cayera un diluvio sobre un gran incendio. Al ver que mi agonía se aliviaba un poco, uní las palmas de las manos en señal de oración y le pregunté qué clase de buda era. Él me respondió: «Soy el ideograma myo, uno de los sesenta y cuatro que componen los títulos [de los ocho volúmenes] del Sutra del loto, que tu hijo, I-lung, en este momento está escribiendo». Como en cada título de los ocho volúmenes9 hay ocho ideogramas, en total aparecieron sesenta y cuatro budas, que brillaron como sesenta y cuatro lunas llenas, y la negrura absoluta del infierno del sufrimiento incesante cobró, de inmediato, un resplandor sorprendente. Además, fiel al principio de que cualquier lugar puede ser una tierra de Buda sin tener que cambiar sus características,10 el infierno del sufrimiento incesante se convirtió en la Capital de la Luz Eternamente Tranquila. Entonces, tanto yo como el resto de los cautivos nos transformamos en budas sentados sobre capullos de loto, y ahora estamos ascendiendo a la corte interior del cielo de Tushita. Te lo informo a ti antes que a ninguna otra persona.
—Fue mi mano la que escribió los títulos —dijo I-lung—; ¿cómo es posible que te hayas salvado? Además, ni siquiera los escribí con sinceridad; ¿cómo pude haberte ayudado?
A esto, su padre respondió:
—¡Cuánto ignoras! Tu mano es mi mano, y tu cuerpo es el mío. Los ideogramas que escribes son los que escribo yo. Aun sin tener fe en el corazón, usaste tu mano para escribir los títulos y, por eso, he sido salvado. Piensa en un niño que prende fuego a algo y lo destruye sin haber tenido la menor intención de hacer daño. Lo mismo sucede con el Sutra del loto. Los que profesan la fe en él llegan siempre a ser budas, aunque no lo esperen ni remotamente. Ahora que comprendes este principio, jamás denigres el Sutra del loto. Así y todo, por ser creyentes laicos, tenemos mayor posibilidad de arrepentirnos de las palabras ofensivas —aun de las más graves— que hayamos dicho en el pasado.
I-lung transmitió todo esto al gobernante, quien dijo:
—Mi deseo se ha cumplido con espléndidos resultados.
A partir de entonces, I-lung fue favorecido con la creciente confianza del soberano, y toda la población del país aceptó venerar el Sutra del loto.
El difunto Goro11 fue hijo suyo, y el fallecido sacerdote laico Matsuno, su padre; usted es hija del sacerdote laico. Así pues, creo que, en este mismo momento, él estará en la corte interior del cielo de Tushita. Hoki-bo12 le leerá esta p.1147carta y se la explicará. La premura con que le he escrito me impide extenderme en detalles.
Con mi profundo respeto,
Nichiren
En el decimoquinto día del undécimo mes.
Respuesta a la monja laica de Ueno
Antecedentes
Esta carta fue escrita en Minobu, el undécimo mes del cuarto año de Koan (1281), y dirigida a la monja laica de Ueno, madre de Nanjo Tokimitsu. El Daishonin tenía sesenta años cuando la envió; en ella, reconoce las ofrendas que la mujer le había enviado para conmemorar el aniversario de la muerte de su padre, el sacerdote laico Matsuno Rokuro Saemon.
El esposo de la monja laica de Ueno era Nanjo Hyoe Shichiro, administrador de la aldea de Ueno, provincia de Suruga. Su nombre, Ueno, justamente era homónimo de la localidad. La mujer tuvo nueve hijos; entre ellos, Tokimitsu.
En esta carta, el Daishonin enseña, en primer lugar, que así como el loto da flores y frutos en forma simultánea, todos los que creen en el Sutra del loto sin duda manifestarán la Budeidad. Luego, cita la historia de los famosos calígrafos de la antigua China, Wu-lung e I-lung, que eran padre e hijo. Mediante esta mención, el Daishonin le asegura a la monja laica que, cuando un hijo abraza la fe en el Sutra del loto, sus padres pueden manifestar el estado de Buda. Según la historia, aunque Wu-lung había caído en el estado de infierno por despreciar el Sutra del loto, en última instancia su hijo lo salvó del sufrimiento al transcribir los títulos de los ocho volúmenes del sutra. Esta historia se menciona en El «Sutra del loto» y sus tradiciones, obra del sacerdote Seng-hsiang, de la dinastía T’ang.
Notas
1. Especie de ñame comestible de origen asiático.
2. Sutra del loto, cap. 2.
3. Ib.
4. Ib., cap. 11.
5. Ib., cap. 21.
6. «Tofu» es Ono no Tofu (894-966), y «Kozei» es Fujiwara no Kozei (972-1027). Ambos se contaron entre los calígrafos más sobresalientes del Japón en su época.
7. Ssu-ma fue gobernante de Ping-chou, al norte de la China. Es probable que Ssu-ma fuese su título oficial y no su nombre.
8. Esto significa que I-lung escribió los títulos en hojas de papel separadas que se utilizarían como cubiertas para los ocho rollos del sutra.
9. El título de cada volumen del Sutra del loto comprende ocho ideogramas chinos: los cinco ideogramas del título, Myoho-renge-kyo, más los tres que indican el número del volumen.
10. En Comentario sobre «Profundo significado del “Sutra del loto”» se afirma que los seres de los nueve estados pueden lograr la Budeidad tal como son, es decir, sin cambiar sus características propias. El mismo principio se aplica al ambiente inanimado.
11. Referencia a Nanjo Shichiro Goro (1265-1280), quinto hijo de la monja laica de Ueno y hermano menor de Nanjo Tokimitsu. Tenía un futuro promisorio, pero falleció a los dieciséis años.
12. Hoki-bo fue el nombre budista adoptado por Nikko Shonin en 1258, cuando se convirtió en discípulo de Nichiren Daishonin.